Inglaterra, era para ellos, ese destino soñado, con el que tomaron contacto desde muy pequeños, con las primeras palabras en inglés en el Jardín de Infantes. Hasta hace poco era inalcanzable. Sin embargo, las últimas semanas recalaron en el país anglosajón para seguir aprendiendo no sólo la lengua sino cuestiones culturales y de convivencia a miles de kilómetros de San Juan. Es que los viajeros son ni más ni menos que 16 estudiantes de 6º grado del Colegio Saint Paul, que en una experiencia inédita para el sistema educativo provincial, tuvieron el privilegio de hacer un viaje de estudios al Reino Unido.
Todo empezó a principio de año, cuando en la primera reunión de padres, los directivos y docentes del establecimiento privado dieron a conocer las actividades escolares planificadas para el último de la primaria. Entonces surgió la posibilidad de hacer el viaje de estudios y de egresados nada menos que al exterior, a Inglaterra. El planteo causó sorpresa en los papás presentes y un sin fin de preguntas de cómo harían para alcanzar semejante objetivo, el que cumplieron ya que los chicos partieron el 2 de octubre pasado hacia los paisajes británicos y recién hoy vuelven a la provincia, cargados de recuerdos y vivencias.
"Es la primera vez que hacemos una salida de esta envergadura con los chicos del colegio. El viaje surgió después de evaluar como institución que imparte una educación bilingüe, no sólo la importante carga horaria de inglés que tienen los chicos, sino lo que esto nos permite que no es otra cosa más que acercarnos a la lengua no sólo desde lo lingüístico, sino también desde la cultura que toda lengua conlleva. Pensamos que sería una gran oportunidad el tomar contacto in situ con los conocimientos que ellos encuentran en los libros o las películas. Y eso es lo que quisieron experimentar”, explicó vía mail Cecilia Suárez de Valentino, la propietaria del colegio que también se sumó al grupo de viajeros.
Valijas repletas de expectativas
Planificar un viaje con chicos de entre 11 y 12 años no fue algo sencillo. De hecho, los preparativos para salir al exterior empezaron ni bien llegaron las primeras autorizaciones de los padres. Es que más allá de pasaportes, trámites en el Ministerio del Interior, fichas médicas, sugerencias de ropa y dinero que había que llevar, los organizadores no pudieron dejar de que tener en cuenta que los protagonistas eran chicos muy pequeños que por primera vez se alejaban de sus familias y que iban a pasar muchas semanas con sólo el contacto telefónico, del mail o de las redes sociales. Por eso trabajaron con los papás y hablaron con el grupo acerca de lo que podía resultar en la convivencia en una residencia escolar.
Desde sus inicios la propuesta fue que el viaje no sería solamente una salida para hacer turismo y excursiones (que las hubo y muy interesantes). Sino que tendría como condimento especial la opción que brinda una organización internacional que se dedica a la educación. Entonces tal como se diseño en EF Educación Internacional -la entidad que hace este tipo de intercambio estudiantil en escuelas propias en distintas ciudades de Inglaterra, Estados Unidos, Canadá, Australia, Italia, Francia, Alemania, entre otros países- los chicos también fueron a estudiar. De hecho, tuvieron clases (dos módulos diarios, sin importar los días de descanso), en las que se combinaron temas de lengua con el estudio de la cultura, a cargo de docentes con las que solamente se podía -por lógica- hablar en inglés. Por suerte, los locales demostraron tanto en el aula como en los lugares que visitaron y tuvieron que ponerse en contacto con los lugareños, su buen nivel de inglés, el que pudieron hablar con soltura, como un británico más.
"Nos alojamos en una residencia en la Isla de Wight, al sur de Inglaterra, a 250 kilómetros de Londres. En esta escuela sólo se reciben a alumnos junior, es decir, que no superan los 13 años de edad. Vivir en ese lugar, especialmente en el marco de una isla, fue toda una experiencia ya que para llegar tuvimos que cruzar en un ferry o en hovercraft (similares a los ferrys pero más rápidos), medios de transporte que jamás usaríamos en San Juan. En el mismo lugar tomábamos clases, comíamos y dormíamos”, resumieron en medio de su estancia en la residencia Winchester House, Juan Chaves, Francisco Berjano, Dagmar La Motte, Francisco Mereles, Oriana Manrique, Jonathan Choi, Sofía Rey Nale, Gerónimo Pastore, Erica Navarro, Leonardo Romano, Justina Martín Pantano, Ventura Dibella, Camila Mesa, Joaquín Najt, Candela Ferre y Manuel Orellano, quienes viajaron acompañados también por la profesora Cecilia Contreras.
Live in England
Además de poder vivenciar los gestos de cortesía, el respeto por los horarios y el cuidado de los espacios públicos, los estudiantes sanjuaninos tuvieron la oportunidad de hacer compras en inglés y tener diálogos cotidianos con la población inglesa en sus recorridos por las ciudades de la Isla de Wight.
"Visitamos muchísimos lugares como Carisbrooke Castle, un castillo del año 1100, donde estuvo prisionero Charles I; la ciudad de Newport, al margen del Río Medina, que creció en el año 1300 gracias a que en ella se almacenaban las provisiones que luego se enviaban a ese castillo por vía fluvial. Nos fascinó Londres, también Portsmouth, uno de los puertos más importantes del Reino Unido, cuna de Charles Dickens, y donde vivió por mucho tiempo Arthur Conan Doyle, el autor de las obras del famoso detective Sherlock Holmes. Paseamos por la ciudad de Bath, que debe su nombre a los famosos baños Romanos, con aguas termales que aún están intactos. Esta es una de las ciudades más elegantes de Inglaterra. Visitamos también Stonehenge, patrimonio de la humanidad según el listado de la UNESCO, situado en Wiltshire. También en estos lugares hicimos actividades recreativas como caminatas nocturnas, patinaje sobre hielo, campamentos en la jungla y paseos a museos”, contaron los adolescentes sanjuaninos.
"Lo que más nos costó en el viaje fue entrar en ritmo y acostumbrarnos a sus horarios: por ejemplo ¡cenan a las 17:30! Al principio a esa hora no teníamos hambre pero cuando pasaron unos días, ya era un horario normal para tener ganas de comerse todo. Otra cosa rara eran las comidas. En el desayuno se sirven tocino, huevos fritos, salchichas, salsa de tomate. Ahora vamos a extrañar todo esto. También aquí hay muchas cosas que llaman la atención como el sistema de los ómnibus que se baja la parte delantera para permitir subir a las madres con cochecitos de bebé, o a la gente grande o discapacitados. Ellos tienen lugares reservados y nadie se los ocupa. Los micros tienen salidas de emergencia, botones en todos los asientos para pararlos. En Inglaterra hay muchos cuidados, por ejemplo una tarde sonó una alarma en el edificio porque se nos quemó una tostada. Además la gente cuida mucho a los chicos, por ejemplo, en un supermercado no nos quisieron vender un desodorante en aerosol porque éramos menores. Aquí hay mucho respeto en el tránsito, las calles están limpias, nadie tira nada al piso y en los baños públicos, no sólo están limpios sino tienen agua caliente, jabón, crema para las manos y líquido bucal para quien los usa. Entregan ticket aunque uno compre caramelos y te dan de vuelto hasta 1 penny”, detallaron fascinados muchas de las experiencias que cosecharon durante las tres últimas semanas de sus vidas.

