A veces el deporte se hereda de familia. Esa antorcha que se pasa a las siguientes generaciones se transforma en una tradición vinculada a la vida sana y los valores que brinda el trabajo en equipo y las responsabilidades que genera el deporte. Esos ejemplos son las madres cuyas hijas siguen sus mismos pasos en el deporte. Por un lado Cecilia Ramella, una consagrada jugadora de vóley cuyas hijas, María Emilia y Daniela siguen sus mismos pasos, incluso los varones de la familia, como Ernesto Nielson, campeón con UPCN y Ramiro. Por otra parte, Rosa Sánchez, una de las pioneras en San Juan del hockey sobre césped. Su legado lo sigue su hija Juliana y su nieta Catalina. Revista ¡OH! quiere homenajear a las madres que inculcan la vida deportiva en sus hijos.
La tribu Nielson
Mencionar a Cecilia Ramella es identificarla de forma rápida con el vóley. Con una basta trayectoria en este deporte, supo integrar equipos históricos para la Universidad Nacional de San Juan (UNSJ) e incluso entrenó con la Selección nacional. Tanta es su trayectoria que es entrenadora, pero además tuvo el placer de tener de compañera de equipo nada menos que a una de sus hijas, María Emilia. Mientras que otra de ellas, Daniela Nielson, de 14 años también practica este deporte. Por otra parte, Cecilia tiene dos hijos que también son voleibolistas: Ernesto, quien salió campeón con UPCN y Ramiro, que es un gran proyecto sanjuanino a nacional. Todos junto al papá Rubén, forman lo que ellos llaman "La Tribu Nielson’, porque se definen como gente muy familiera que siempre están juntos.
Cecilia es una apasionada del vóley. Además, como docente y entrenadora trabaja siempre para integrar a las chicas en el deporte.
Al hablar de su mamá, María Emilia Nielson, dice que el vóley lo lleva la familia desde la cuna. Acompañar a la madre y tías a los partidos y entrenamientos era un denominador común desde muy pequeña. En la actualidad, la chica que es abogada, se sorprende del nivel de su madre y de sus compañeras que juegan en el maxi vóley. "Para mi ya es algo natural pero, cuando uno se pone a pensar, es increíble que mi mamá siga jugando y que podamos ser compañeras de equipo’.
Una de las experiencias increíbles de madre e hija es compartir precisamente el campo de juego integrando el mismo plantel. Y en medio del partido, María Emilia le dice "mami’ a Cecilia, quien tiene ganada varias ligas nacionales del deporte.
María Emilia cuenta que, "definitivamente, lo que mi mamá transmite es una pasión increíble por el vóleibol, no sólo a sus hijos, sino a todas las jugadoras que entrena. Yo tengo recuerdos de cuando ella jugaba la liga con Regatas de Mendoza, debo haber tenido unos dos años o más; pero me acuerdo de un partido muy importante (no se si era una final); ellas ganaron el partido, pero cuando fui a saludarla estaba llorando y yo no entendía nada. Cuando le pregunté me dijo que lloraba de alegría. Desde ese momento tengo marcado lo que significa el vóley para mi mamá y mi familia. Es lógico que todos hayamos salido jugadores.
Ambas tienen infinidad de anécdotas para contar. En casa siempre se habla después de los partidos, se comenta de los distintos momentos como de cualquier otro deporte. El tema del momento en la familia es Ramiro, por quien se discute sobre su partida a Buenos Aires para seguir su carrera de vóley en otro nivel. Mientras que Daniela es una adolescente de 16 años que ya mostró muchas aptitudes en la natación y desde hace un tiempo el vóley la tiene como parte de esta tribu que siguen el camino marcado por la vocación deportiva.
Leonas de la vida
A principios de la década de 1970, un grupo de profesores de Educación Física decidieron reunir a un grupo de chicas adolescentes destacadas en sus escuelas. La idea era formar un equipo de hockey sobre césped para darle mayor participación a la mujer en el deporte. Y de esta forma abrir paso a las futuras generaciones de jugadoras. Entre las pioneras estaba, Rosa Sánchez. En la actualidad, es la coordinadora de las divisiones inferiores de este deporte en la UNSJ. Y, como si esto fuera poco, su hija, Juliana Flores, juega en Primera división y es entrenadora de las niñas de 10 años. Mientras, su nieta Catalina, de 4 años, integra la división de las más pequeñas de esta disciplina.
Pasó el tiempo y Rosa ya tenía a su hija Juliana, a quien llevaba a entrenamientos y partidos, como el resto de las chicas que ya eran madres. Los viajes comenzaron a realizarse con frecuencia y esa unidad entre las mujeres se fortalecía cada vez más, a tal punto de que se volvió un estilo de vida en las jugadoras de hockey hasta en la actualidad.
Ni bien creció, en sus primeros años de vida, Juliana también daba sus primeros pasos con el stick y los campos de juegos le resultaban tan familiares que pasaron a formar parte de su vida hasta la actualidad, que es jugadora de Primera división en la UNSJ y entrenadora de niñas, además de ser maestra de Nivel Inicial.
Juliana cuenta que a ella le pasa lo mismo con su hija Catalina, de 4 años. Ni bien la nena cumplió un mes de vida, ya estaba acompañando a su madre cuando volvió a jugar. Y como Juliana no podía irse por varios días a disputar un torneo, su hija iba con ella. Así la historia volvía a repetirse. El colectivo, el viaje, las chicas, todo se convirtió en una familia. Así las cosas, Catalina ya le empieza a dar a la bocha con su stick y sigue con la tradición.
Tanto Rosa como Juliana coinciden que el hockey sobre césped es un estilo de vida tan arraigado en ellas como en las demás mujeres que practican este deporte. "Es como que desde la cuna ya se lleva incorporada la rutina de este deporte que hace que seamos más que compañeras, más bien amigas desde niñas y para siempre’. Una auténtica manada de leonas.

