A veces no hace falta un guardapolvo, ni una tiza ni un pizarrón asegurado, ni siquiera un grado repleto de chicos para hacer funcionar el ‘motorcito” de la vocación docente.
Al menos eso es lo que le pasa -y sin temor a la exageración lo que le viene pasando desde hace muchos años- a Susana Cabrera de Roda, la eterna ‘Seño Susana” de primer grado. Si bien ella está jubilada hace más de una década, pidió una prórroga para seguir trabajando al frente de uno de los establecimientos privados de la provincia, en la Dirección y así continuar con los designios de su gran maestra, compañera de tareas y amiga Betty Buberman de Guida, la propietaria de la Escuela Modelo de San Juan (quien falleció en el 2009). Hasta que el 22 de diciembre del 2015 presentó la renuncia irrevocablemente. Lejos de sentarse a descansar, ese mismo día, se dio una nueva oportunidad. Se convirtió en la seño voluntaria de Jesús, un chico de 14 años que por ese entonces apenas manejaba las primeras herramientas de la lectoescritura porque nunca había ido a la escuela. A esta altura de las circunstancias ya ‘cursa” el segundo grado.
El es, por ahora, su único alumno en el hogar de monjas de la Inmaculada Niña María, dónde funciona un sistema inédito -reconocido por la Ley Federal de Educación- para que los chicos no pierdan la escolarización (ver Un lugar para seguir aprendiendo). El también es un gran desafío. Y, especialmente para esta docente de alma, es ‘la energía” que corrobora que por sus venas y su corazón todavía corre una vocación que no cesa.
El camino hacia la escuela
De chica, era de esas nenas que jugaban a enseñarle a las muñecas de trapo. Era su sueño. Y en su casa paterna, tuvo cabida y el apoyo inclusive de su hermana mayor que la incentivaba a hacer cuánto curso de capacitación aparecía. Susana Cabrera de Roda se recibió en la década del ’60 de Maestra Normal Nacional. Estudió en la Inmaculada Concepción, dónde justamente se puso a prueba como docente. Allí empezó, con 18 años, dando clases de catequesis, una materia que le sirvió de base para todos los años en los que la Educación fue su fuente de trabajo.
‘En la catequesis uno aprende valores y prioriza los hechos de vida cotidiana. Es fundamental observar y plasmar lo que le pasa a cada uno: si nacía un hermanito, si había almorzado su plato favorito, si era el cumpleaños, si pasaba algo en familia. Ese es el modo de hacer protagonista al chico y si uno lo canaliza en el aprendizaje y en las pruebas, ese alumno no lo olvida nunca más”, cuenta una de las herramientas que aplicó cada año, esta mujer que llegó a su primer grado, justamente el 1* grado, de la escuela de Carpintería. Allí trabajo solo un año. Eso sí, nunca más pasó de grado. Siempre disfrutó recibir a los chiquitos deseosos por aprender a leer y escribir.
En 1967, rindió concurso de oposición para ingresar a la Escuela Modelo de San Juan, un establecimiento con apenas 5 años de trayectoria pero que ya dejaba huellas porque era el primer colegio privado de San Juan con educación laica y con una propuesta educativa diferente con clases de inglés, folclore, deporte y educación para la vida como parte de su currícula. Ese fue el ámbito dónde pudo desempeñarse como maestra durante una veintena de años, tiempo más que suficiente para innovar, aplicar teorías educativas creativas aprendidas en congresos nacionales e internacionales (de los cuáles perdió la cuenta de la cantidad que hizo a lo largo de su trayectoria) y para, en definitiva, darse todos los gustos profesionalmente hablando. Al punto que fue pionera en la propuesta de hacer los propios libros de lectura con sus alumnos, basados, en la experiencia de clases y en las vivencias que los chicos traían de sus casas. Quizás por eso es que tuvo siete veces la oportunidad de disertar en la Feria de Libro, uno de sus lugares favoritos para el regodeo docente.
‘En la escuela encontré a la señora Betty, un ser excepcional, de quien aprendí mucho y con quien compartí mucho. Con su esposo me eligieron para ser directora y su mano derecha, mucho antes de ejercer el cargo”, dice Susana con agradecimiento eterno. Ese cargo lo ocupó hasta el año pasado, tras haber hecho una prórroga en la jubilación y tras sentir que ya había cumplido con su misión. Justamente el día que presentó la renuncia, tuvo la primer reunión en el Hogar, dónde, sin siquiera saberlo, había un alumno que la estaba esperando.
Una puerta para Jesús
‘Gracias a una amiga, que también es voluntaria, llegué a este lugar donde se lleva a cabo una obra humana maravillosa junto a la madre Silvana y a la madre superiora Dolores y a un montón de colegas con las que me reencontré luego de muchos años. Estoy muy agradecida porque me dieron la oportunidad de seguir siendo seño, poniendo en práctica mi experiencia, mi intuición y mis conocimientos, de manera voluntaria con Jesús, un ser especial, que fundamentalmente quiere ser más y yo quiero acompañarlo en ese camino. Había empezado a trabajar con la seño Luri y cuando me incorporé me lo asignaron. Nos encontramos dos tardes por semana pero sigo pensando y trabajando para él, el resto de los días”, detalla la maestra que, nobleza obliga decirlo, no tiene un grado a cargo pero que se sigue dando la oportunidad de enseñar.
Junto a otra docente voluntaria (que es psicóloga) apuntalaron a Jesús -de quien no se dan más datos para preservar su identidad- para aprobar primer grado antes de las vacaciones de invierno. Ahora en los meses que quedan del 2016, la meta es tener el certificado de segundo. Ya tiene un 9,25 y un 10, en las dos pruebas que le han tomado.
‘Aquí encontré un equipo humano dispuesto a ser solidario. Encontré lo que buscaba. Es más, encontré muchísimo más de lo que imaginé. Jesús me ha enseñando tantas cosas. Me ha confesado que quiere ser contador. Seguro que va a lograrlo”, apuesta como tantas veces hizo cuando recibía un chico que no sabía ni leer ni escribir.
