Por supuesto que la entrada de los novios a la ceremonia religiosa o al salón de la fiesta, causa, por sí mismo, un estallido de felicidad para los presentes. Pero que ese mismo ingreso venga acompañado por un cortejo de niños, tan elegantes como la pareja, resulta mucho más emotivo sin lugar a dudas. Y ojo que este no es un detalle relegado solo para aquellos que ostentan "doble apellido” o son descendientes de la nobleza. De hecho, actualmente el cortejo es una costumbre que no distingue clases sociales, sino que se ciñe, pura y exclusivamente, al gusto de las parejas, según coinciden los organizadores de eventos consultados para esta nota.
La decisión de incluir un cortejo tiene su propia historia. Nació como una tradición en la Edad Media, cuando las princesas solían estar acompañadas al momento de la boda por los miembros más pequeños de su familia. Ellos tenían, en ese entonces, un rol clave: ayudarla con el vestido ya que era muy pesado en esa época por la cantidad y el tipo de telas que se usaban. Con los años y las costumbres, cambiaron sus funciones y pasaron a ser los encargados de arrojar el arroz o los pétalos ante el paso de la novia o también llevar los anillos. Actualmente, explican los entendidos en la materia, representan la continuidad, el futuro e inclusive son un sinónimo de buen augurio para los recién casados.
Generalmente son hijos de hermanos, primos o amigos de los novios y suelen tener entre 3 y 6 años. Algunas novias sueñan con que las pequeñas que caminen a su lado estén vestidas idénticas a ella. Otras, en cambio, prefieren que, siempre con vestimenta parecida entre sí, que vayan más cómodas pero no menos elegantes.