No le molesta que lo tilden de tradicional. Inclusive de antiguo. En definitiva, para él, es motivo de orgullo su compromiso por mantener vivas aquellas costumbres que la Iglesia Católica adoptó hace años y que por distintas razones -desde leyes internas hasta por nuevas conductas- se fueron perdiendo. Y cómo no va a ser motivo de orgullo si el padre Adolfo Calívar es el único cura en toda la provincia que celebra las misas en su idioma original, en latín, y siguiendo los rituales de entonces. Para eso utiliza un libro litúrgico escrito en latín y con cantos específicos, da misa de espaldas a los creyentes, pero mirando hacia el altar e inclusive viste con una casulla (lo que se coloca arriba del alba blanca) especial y de la época.

Puede hacer todos los pasos tradicionales no sólo porque es portador de los conocimientos, sino además porque es quien se ocupa, desde hace algunos años ya, de rescatar, resguardar y conservar las vestimentas y ornamentos que usaban los religiosos desde la Edad Media. De hecho, entre los tesoros que ha heredado, por así llamarlo, conserva al menos una docena entre capas, casullas, estolas y mitras (esas especies de sombreros o tocados que cubren la cabeza de los obispos) que tienen su historia, porque pertenecieron a muchas de las autoridades eclesiásticas de la provincia, entre ellos monseñor Benavente, Pérez Lonco, Orzali, Sansierra. Algunos fueron traídos de Europa misma y bordadas por monjas de clausura, otros cosidos en San Juan. Lo cierto es que son prendas que dan solemnidad a quien las usa.

Este domingo, especialmente por ser Navidad, pero también cada primer domingo de mes en la Parroquia de Nuestra Señora del Valle en Rawson, podrá vivenciarse una misa tradicional en latín a cargo de un cura vestido para la ocasión. Es que el padre Calívar se permite usar aquellas vestimentas que atesora. De hecho, ya sabe de antemano que en la celebración del 25, se colocará una impecable y llamativa casulla blanca, toda bordada con hilos dorados y con la imagen de Jesucristo en su espalda. Perteneció a monseñor Orzali -la adquirió en Venecia- y a quien señalan como el responsable de hermosear y llenar de detalles a la Catedral.

Volver a las raíces

Dicen que son pocas las oportunidades de revivir, en la actualidad, aquellas tradiciones del Misal Romano que tuvo vigencia desde 1570, pero que el Concilio Vaticano II, a cargo de Pablo VI, reformó en varios puntos. Una de las cuestiones que se quitó fue la celebración en latín por considerarlo una lengua muerta. A partir del año 1970 se propuso que las misas se dieran en la lengua que se hablaba en cada país para fomentar la participación popular.

"Yo considero que hay una mala interpretación. No se abolió el latín, sino que se permitió aggionar las misas. Por suerte, por decreto pontificio, el papa Benedicto XVI, en el 2007, declaró que el Misal Romano estaba permitido. Por eso, yo empecé a celebrarlas como se hacía originariamente, volviendo a las raíces. Estas misas en donde reina el silencio ya que la gente participa menos (pero puede seguir la lectura en castellano paralela a la que se hace en latín), invitan a la reflexión y a la espiritualidad, especialmente en estas fechas", explica el cura que no sólo da valor a los ritos, sino a todo lo que lo rodea. Por eso, pone especial atención en los detalles como los objetos y la vestimenta que usa en estas oportunidades.

Antes que el padre de la Parroquia Nuestra Señora del Valle asumiera la responsabilidad de los ornamentos, hubo un sacristán en la Catedral, conocido como Don Oviedo que se ocupaba de esta tarea. Cuando él murió, nadie más supo del destino de estas prendas.

"Así como por los terremotos se destruyeron muchos edificios, también se perdió lo que estaba dentro de ellos. Y las iglesias no estuvieron ajenas a estas pérdidas. A eso se suma, todo lo que se descarta por desconocimiento de su valor no sólo a nivel patrimonial, sino además afectivo e histórico. Estas prendas no se pueden tirar porque llevan una consagración de la Iglesia. Fue por todo eso y por un compromiso personal, pero también por mi vocación (NdR: es profesor de Historia en el Seminario) me propuse hacerme cargo de los ornamentos antiguos hasta tanto se destine un lugar o un museo de arte sacro. En la Iglesia lo saben y el propio monseñor Delgado me alienta a preservar este patrimonio de la Iglesia de San Juan", cuenta.

En un sencillo placard, en la Sacristía, es donde guarda estas preciadas vestimentas, las que sólo se limpian a mano, en seco y con un preparado a base de bicarbonato. Nada de tintorería ni mucho menos lavarropas porque se trata de telas muy antiguas que fácilmente podrían dañarse. Es por eso que para llevar adelante la tarea del lavado tiene un grupo de mujeres que lo ayudan a mantener las prendas impecables.

Tiene algunas favoritas, como una propia que recibió hace 19 años, cuando se ordenó. "Cada una de las prendas es una reliquia que tiene su simbolismo", agrega para dar lugar a la explicación de los estilos de estas prendas.

"Algunos prefieren las casullas góticas que son las que simulan un poncho y si bien son antiguas -datan de la Edad Media- se siguen usando hasta el día de hoy por la mayoría de los sacerdotes. También hay casullas romanas, más conocidas como guitarras (por la forma que tienen) y son las que se utilizaban entre los siglos XIII y XV en Roma", detalla.

De ese último tipo de casullas es de la que más tiene en su poder.

"Para mí, tener estos ornamentos es casi una obligación moral que representa una paradoja en mi vida: sé que tendrán algún día, un museo como destino para resguardarlas, pero por otro lado, vestirlas es volver a darle vida a una tradición, la misma que llevó adelante en estas tierras Fray Justo Santa María de Oro, por ejemplo. Lo mismo me pasa cuando celebro la misa en latín, utilizo las palabras y los gestos de la tradición histórica", dice con orgullo.