Si hay una fiesta de las colectividades que ha tomado vuelo en San Juan, esa es la de las Fallas Valencianas, que este año tendrá por primera vez una versión infantil. Gracias a la iniciativa de una mamá -cuyos bisabuelos nacieron en esta provincia del Este español- acaba de culminar la semana pasada un taller de ninot para niños. Algo inédito, hasta ahora.
Y ésto no es todo. Estos muñecos elaborados y pintados por los más pequeños del Centro Valenciano tendrán la misma suerte que el ninot mayor. Es decir, serán quemados como símbolo de renovación, una tradición que arde desde hace siglos y que en la provincia se repite ininterrumpidamente desde mediados de los ’80.
La sana intención de que sus hijos conocieran el pasado de su familia fue lo que la llevó a Marcela Palonés a querer incursionar en la historia de Valencia. Y tanto exploró que terminó haciendo historia en San Juan. Es que hasta ahora los pequeños jamás habían participado activamente en la principal celebración que convoca a toda la comunidad valenciana pero también contagia a descendientes de otras nacionalidades.
Viaje por la historia
Marcela empezó por interesarse en el idioma. Entonces hizo un curso que le permitió incorporar al vocabulario cotidiano algunas palabras nuevas, al menos para los suyos, ya que para sus abuelos era el modo de comunicarse. Siguió saboreando sus raíces cuando dos de sus cuatro hijos, Malena y Augusto, se anotaron en el taller de cocina valenciana, que todos los sábados guiaban los adolescentes del Centro Valenciano. Ese fue, sin lugar a dudas, el puntapié inicial para incentivar (e incentivarse) a buscar en las tradiciones de su pasado.
Así fue como apelando a lo que mejor sabe hacer, propuso un taller gratuito y abierto a socios y no socios del Centro para enseñar sobre los ninot, los muñecos que terminan indefectiblemente ardiendo ya sea para demostrar los errores humanos que hay que corregir o también vivenciar con la pasión del fuego aquellos valores que hay que renovar.
‘Para nosotros fue una experiencia muy enriquecedora porque si bien el taller fue pensado como un espacio de recreación y diversión para los niños, se convirtió en un espacio de transmisión de nuestra cultura. Es más, proyectamos seguir haciéndolos para que desde este mismo lugar surja el semillero de artistas que en los próximos años hará nuestro ninot mayor y así dejar de convocar a terceros para que lo realicen", relata entusiasmado Ernesto Mestre, quien va por su segunda presidencia en el Centro Valenciano, aunque la del 2010 será su primera celebración ya que en la edición anterior estuvo en España, viviendo la quema de ninot en la tierra de sus antepasados.
Según cuenta la mentora de la idea, este taller fallero fue el modo de revivir lo que se hacía antaño: "las fallas como evento para los niños comenzaron en el siglo XVIII. En ese entonces, los menores de cada casa, iban por el vecindario pidiendo material en desuso y con lo que conseguían armaban muñecos. Fueron de los primeros recicladores. Ya en el siglo XX recién comenzaron a darse una especie de taller fallero, enseñándoles a hacer los muñecos a los más pequeños. Fue cuando las fallas tomaron semejante magnitud, que todos querían participar, de una u otra manera", explica.
Objetivo: un muñeco gigante
Pese a que la convocatoria fue para el mes de diciembre, tuvo más de 30 participantes de entre 4 a 12 años. Entre todos aportaron material que ya no servía en las casas e inclusive compraron pinturas, papeles y otros elementos. A partir de la lectura en grupo -los más grandes le leían a los que no saben- de distintas fábulas sobre animales, pusieron manos a la obra. Empezaron a dibujar en papel a los conejos egoístas, a las moscas glotonas, a los animales que motivados por Zeus sólo miraban los defectos de los demás y al burro perezoso, todos protagonistas de los cuentos. Luego los corporizaron con masa de sal y después hicieron el boceto que, con ayuda de la arquitecta Pamela Bustos, lograron darle enormes dimensiones para convertirlo en el gigantesco ninot que estará comprendido por un "libro de fábulas", como no podía ser de otra manera. Mientras creaban artísticamente, siempre había una oportunidad para que Marcela les contara sobre las fiestas falleras, el significado del escudo del Ayuntamiento de Valencia y otras costumbres y tradiciones.
"Elegí trabajar las fábulas porque creo que es un buen momento para hablar de los valores y enseñanzas que reflejan. Y si bien nuestro ninot terminará siendo cenizas, es una costumbre de la que vale la pena que los chicos sean también protagonistas" argumenta esta ceramista, artesana y diseñadora gráfica.
Si bien todavía faltan dos meses para las tradicionales Fallas Valencianas, en la Comisión Directiva del que es mucho más que un club (además de deportes en el Centro hay un coro, una escuela de danzas, una biblioteca popular especializada en material valenciano e inclusive realizan un ciclo de cine español) ya empezaron a organizarlas la semana pasada. Trascendió que el ninot mayor -el más importante- que se quemará en la edición 2010 será la misma estructura que presentará el Centro Valenciano en el carruaje del Carrusel de la Fiesta del Sol. ¿El motivo? Toda una sorpresa. Pero si bien es un secreto guardado con mil llaves, se supo que será por medio de figuras que simbolizarán la unión de culturas entre Argentina y España, como participará la entidad en este espacio también dedicado a homenajear al Bicentenario de la Patria. Su hacedor será el equipo comandado por Jorge Godoy, el mismo que el año pasado tuvo en sus manos la confección de la torta en cartapesta con el número 40, la edad que cumplía la institución local; la que está catalogada como la más numerosa y mejor estructurada fuera de Valencia. "No es algo menor ya que hay 42 centro valencianos en todo el planeta, por lo que es un orgullo para nosotros. Lo mismo que ahora nos llena de entusiasmo esta participación de los más pequeños", dice el presidente.