Hay muchas historias en torno a cómo nació el té. Una de ellas es que fue en China en el año 2757 A.C. Cuenta la leyenda que en aquellos años habían muchas pestes, por eso se recomendaba a la población hervir el agua antes de consumirla. Un día, el emperador salió a pasear y decidió beber agua. Cuando estaba hirviendo la misma no se percató que cayeron hojas de un arbusto. Al beberla, afirmó que el agua no solo calmaba la sed, sino que reducía sus ganas de dormir, además lo alegraba y avivaba su corazón.

Fue así como nació la infusión más popular del mundo. Hoy la encontramos en estanterías de cualquier supermercado o almacén y comenzamos a ingerirla siendo apenas unos niños, como complemento alimentario o con fines medicinales.

De China no solo proviene el té, sino que ellos elaboraron diferentes procesos para el nacimiento de cada variedad, además de crear la ceremonia del té, de la cual hoy se puede obtener un vasto conocimiento sobre cómo catarlo y disfrutarlo al máximo.

Dentro de esta infusión podemos encontrar seis grandes variedades, de las que derivan luego sub variedades según la comercialización de las mismas. Todas provienen de la misma planta, Camelia Sinensis, pero la diferencia radica en el proceso que se le realiza a la hoja. Las variedades son:

Té Blanco: Tiene poco proceso de elaboración. Lleva poco tiempo de infusión, de aproximadamente un minuto. Si se sobrepasa este tiempo, tendrá mucha astringencia y su sabor puede no ser el deseado.

Té Verde: Similar al blanco, se caracteriza por su bajo proceso de elaboración. Esta infusión se toma con agua a temperatura entre los 75 y 80 grados, con dos minutos como máximos de infusión.

Actualmente se lo considera un superalimento ya que contiene todos sus compuestos químicos concentrados en un alto porcentaje.

Té Amarillo: Esta variedad es una de las más difíciles de conseguir y la más costosa también. Es elaborado en una sola provincia de China. Se produce con brotes que son envueltos en hojas de bambú y se hornean por tres días, para poder secar los brotes. Se caracteriza por tener un sabor ahumado.

Té Oolong: Según el grado de oxidación, es una infusión de tipo suave, amable en la boca. No es astringente ni ácido, aunque si su oxidación llega al 25%, se pueden percibir notas ácidas al beberlo.

Té Negro: Es una bebida con mayor cuerpo y astringencia. Según la sub variedad de este té, se pueden encontrar algunos que son ahumados con presencia de acidez, otros más terrosos y maltosos.

Té Puerh: Se caracteriza por tener pocos años de estacionamiento. Es un té muy terroso y maltoso, bastante astringente, excelente para limpiar el paladar por ejemplo. Es una variedad que se elige mucho para añejar, ya que a medida que va pasando el tiempo, van surgiendo nuevas notas.

Natalia Riveros, sommelier de té, recomienda comenzar a probar hebras de té que se produce en Argentina, ya que son de excelente calidad. “Beban té en cualquier momento, solos o acompañados, cierren sus ojos y déjense llevar por el aroma que se desprende de esa taza. Prueben esta experiencia única”, destaca.

Colaboración:

Natalia Riveros. Pastelera y sommelier de té.
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