Por: Bernardo Stamateas

Los seres humanos fuimos diseñados por un Creador amoroso para ser acariciados. Es decir, para estar en contacto unos con otros y alimentarnos a nivel emocional. Por esa razón, todo nuestro cuerpo tiene sensibilidad al tacto. ¿Sabías que la piel es, después del cerebro, el órgano más importante? Esta tiene muchísimas terminaciones nerviosas que nos producen diversas sensaciones (calor, frío, picazón, ardor, dolor, satisfacción, etc.) que son enviadas al cerebro. 


Para disfrutar de bienestar corporal, emocional y mental, toda persona precisa tener contacto físico desde que nace hasta que muere. Y, hoy se sabe que un bebé que no es sostenido, acariciado, abrazado y besado por sus padres (u otro adulto) podría morir, aunque sea alimentado. Un psicólogo del siglo XX sostenía que los bebés que no eran abrazados ni besados en los orfanatos morían a causa de una enfermedad llamada marasmo. Estos niños eran atendidos y alimentados, y también estaban limpios, pero nadie los acariciaba y muchos de ellos no sobrevivían. Así también, muchas de las enfermedades que existen actualmente podrían deberse a la falta de demostración de afecto en la infancia.


Algunos adultos que carecieron de contacto físico de chicos se conforman diciendo: "Yo no necesito a nadie cerca'. Esto no es verdad. Todos necesitamos que todo nuestro ser sea tocado porque eso está en nuestra naturaleza. Tocar de manera apropiada y sana (no patológica) es sinónimo de amar porque fuimos creados para ser acariciados y acariciar. Es por ello que cuando nos distanciamos emocionalmente, esto nos afecta en profundidad.

¿Qué sucede cuándo somos tocados o acariciados?

Nos relacionamos con el otro y, como esto genera una sensación de placer en nosotros, se liberan endorfinas (las hormonas de la felicidad). Lo mismo ocurre cuando realizamos actividad física o cualquier otra actividad que amamos. Dichas sustancias traen aparejados cambios a nivel cerebral. Acariciar, abrazar, besar y expresar sanamente un sentimiento positivo reduce los niveles de estrés en nuestro cuerpo.


El contacto físico que le demuestra afecto al otro de forma sana, nos cura y colabora a eliminar las tensiones que vamos cargando día a día. Es decir, nos brinda la posibilidad de una vida más relajada y tranquila. A veces, limitamos este contacto a ocasiones especiales, como un cumpleaños, una boda, un aniversario o una despedida; pero si nos determinamos a hacerlo, cada día podemos encontrar la oportunidad para demostrarle a alguien cercano que lo apreciamos, que lo queremos, que lo valoramos, que lo amamos.


Esto es especialmente importante en estos tiempos que vivimos. Aún con personas que no pertenecen a nuestro círculo íntimo, aunque no haya contacto físico, podemos recurrir a una palabra de aliento, un gesto amable, una sonrisa, un guiño de ojo. Tales actitudes, aun cuando no seamos conscientes, mejoran nuestro humor y fortalecen nuestro sistema inmunitario. Y sobre todo, nos convierten en seres un poco más humanos y solidarios.


Tratar bien a los demás, sean conocidos o desconocidos, es algo que está al alcance de todos a una decisión de distancia. "Me trató mal... me provocó... me lastimó... nunca me demostró cariño...' y la lista podría continuar. Pero no hay excusa que valga a la hora de poner en práctica aquello que puede hacer que la vida en este mundo sea mucho mejor.