Muchas materias o áreas del contenido curricular tocarán el tema de la pandemia que vivimos. Sólo por nombrar historia, se viene a la memoria Prehistoria, Edad Antigua, Media, Moderna y Edad Contemporánea; ¿Nueva Normalidad? Aunque la pandemia del coronavirus SARS-CoV-2 no acabe renombrando las grandes etapas de la humanidad, lo que sí está claro es que será materia de estudio en la escuela. Y, no sólo en las clases de Historia, sino también en las de Ciencias Sociales, Ciencias Naturales, Biología, Ética o Tecnología. En un ejercicio de metadocencia, los profesores incluso podrán explicar cómo la Covid-19 aceleró la digitalización de la educación justo cuando las aulas pedían una transformación a gritos.


"Ahora que la información ya no es escasa, sino superabundante y muy accesible, la escuela tradicional no tiene sentido. El alumno, lo diga o no, se pregunta por qué demonios tiene que aprender de esa manera lo que ya encuentra fuera del aula, así que el reto del docente es sorprender con el diseño de nuevos entornos, experiencias y trayectorias de aprendizaje que enseñen a moverse entre esa información abundante y encontrarle utilidad', comenta Mariano Fernández Enguita, catedrático de Sociología y coordinador académico del Doctorado en Educación de la Universidad Complutense de Madrid.


A pesar de que durante los últimos 20 años se ha insistido en el impacto de la tecnología en lo educativo y se han definido marcos teóricos sobre las competencias digitales de estudiantes, docentes y los propios centros, el confinamiento ha revelado que no existían tantos avances como se presuponía en pedagogía digital a la vez que evidenció la persistencia de tres grandes brechas digitales vinculadas a la escuela:


La primera es la conectividad, dado que siguen existiendo hogares sin Internet. 


La segunda, la del acceso a dispositivos adecuados para la formación en remoto, puesto que es difícil contar con un ordenador para cada miembro de la familia. 


Y la tercera es la relacionada con el uso adecuado de la tecnología, es decir, la capacidad para aplicar los recursos y habilidades más idóneos para resolver cada tarea.


¿Cómo educar a prueba de futuro para que los alumnos sepan desenvolverse en una sociedad cambiante?


Según Fernández Enguita, una de las claves es saber aprovechar la "tecnología material" que tenemos junto a las "tecnologías sociales' que se desarrollan sobre ella (redes, grupos colaborativos, cooperación entre personas con independencia del espacio físico) para organizar "un contexto de aprendizaje más útil, eficaz y eficiente". En este sentido, el catedrático apuesta por romper con la rigidez del aula tradicional, donde el profesor predica desde la tarima a un conjunto de alumnos en pupitres inamovibles (dispuestos y alineados), y evolucionar hacia la hiperaula, un concepto que impulsa nuevos modelos de aprendizaje gracias a la reorganización del espacio, del tiempo y de las relaciones entre docentes y estudiantes.


La hiperaula

La codocencia y multidisciplinariedad de la hiperaula fomentan la resolución de retos de manera colaborativa, lo cual ayuda a desarrollar habilidades blandas como la autonomía en el aprendizaje, la empatía o el pensamiento crítico con las fuentes de información, destrezas muy útiles para enfrentarse a momentos de inseguridades, incertidumbres y cambios constantes. La reflexión importante es cómo trasladar a un contexto online estas metodologías activas para responder de manera eficaz a un escenario futuro que puede mezclar enseñanza presencial y virtual.


El desarrollo de las habilidades


Establecer un salón de clases que guíe y apoye a los estudiantes en el desarrollo de sus habilidades para innovar y crear a menudo no está cubierto en la formación docente o el desarrollo profesional en servicio. La sociedad cada vez es más compleja, por lo que ahora no podemos pedir a los docentes una mera transmisión de contenidos, sino que también se aseguren de que los alumnos son capaces de hacer cosas con esos conocimientos y que saben en qué momento deben aplicarlos. Tampoco el aprendizaje sobre la creatividad o las habilidades que se basan en el acto creativo figuran fuertemente en los planes de estudio o estándares comúnmente implementados. 


Ser creativo e innovador es una parte natural de ser humano. Y, aunque las escuelas comúnmente lo ignoran a favor de desarrollar otros aspectos del pensamiento y el aprendizaje, evitar la inminente crisis de creatividad es eminentemente factible. Es importante destacar que el cambio de nuestra sociedad hacia un lugar de trabajo dominante en tecnología y un entorno intelectual también ofrece respuestas para satisfacer esta necesidad insatisfecha. Pasar a un estilo de enseñanza que fomente la creatividad y la innovación no tiene por qué parecer un destino abrumadoramente fuera de alcance para los maestros que no han comenzado ese viaje. Puede y debe integrarse bien con el resto de lo que se enseña y aprende en la escuela. Después de todo, las cifras que queremos mostrar a nuestros estudiantes como ejemplos y modelos de pensamiento y comportamiento creativos son participantes en el mundo, no extraños.


Acerca de Mariano Fernández Enguita

 



Dirige en la Universidad Complutense, la Sección de Sociología de la Fac. de Educación. Hasta 2010 fue catedrático en la U. de Salamanca, donde creó el Grupo de Análisis Sociológicos y fue director del Dpto. de Sociología y del Centro Cultural Hispano-Japonés. Creó en la USAL el portal de docencia universitaria en red Demos y, en convenio con el MEC, el de innovación educativa no universitaria Innova. 


Ha sido profesor o investigador invitado en las universidades de Stanford, Wisconsin-Madison, Berkeley, el London Institute of Education, la London School of Economics, Lumière-Lyon II, Sophía (Tokio) y conferenciante en decenas de otras.


Autor de una veintena de libros, entre los cuales La profesión docente y la comunidad escolar, ¿Es pública la escuela pública?, Educar en tiempos inciertos y El fracaso y el abandono escolar en España (con L. Mena y J. Riviére) un centenar de artículos en revistas académicas y capítulos en obras colectivas.


En la actualidad investiga sobre educación y desigualdades, la organización de los centros de enseñanza y la profesión docente, así como sobre el acceso a la sociedad de la información y el conocimiento y sus consecuencias para la justicia social y la educación. Dirige el proyecto La evolución de la cultura profesional del docente.