La profunda herida por la que se desangra el río Iguazú, sumada a un entorno de exuberante selva subtropical, permiten considerar a este gigantesco conjunto de saltos en uno de los atractivos turísticos más destacados del planeta. Por ese motivo es parte de los 28 sitios finalistas elegidos en el año 2009 en el concurso "Siete nuevas maravillas de la naturaleza". La votación final se realizará en 2011.
Tanto interés despierta entre viajeros de todas las latitudes, que en San Juan, la mayoría de las agencias de viajes tienen paquetes para visitar las cataratas y de paso otros lugares cercanos, como Foz do Iguazú, Ciudad del Este, en Paraguay y otras provincias que están de paso cuando se viaja vía colectivo.
Al llegar a este sitio, la selva se va abriendo a su paso hacia la Garganta del Diablo, el premio mayor del circuito que permite descubrir en toda su inmensidad las Cataratas del Iguazú. A los visitantes les esperan múltiples sorpresas y nadie se resiste a expresar su conmoción.
En las pasarelas, mientras tanto, los turistas tienen la oportunidad de recorrer íntimamente cada salto de agua; de sentir como el agua, rojiza y turbulenta, se escurre bajo sus pies para dejarse caer, resignada, en verdadera sangría sobre el curso inferior del río Iguazú. Y los que festejan son los miles de visitantes argentinos y extranjeros que visitan las Cataratas del Iguazú durante todo el año.
El entorno de esta verdadera maravilla natural compite con las caídas de agua, a pesar de que éstas han sido declaradas Sitio del Patrimonio Mundial por la UNESCO. Es que se trata ni más ni menos que de uno de los dos lugares de mayor biodiversidad de la Argentina, la subtropical selva misionera o paranense.
Toda la diversidad de especies se encuentra protegida por las 67.000 hectáreas del Parque Nacional Iguazú, creado con el fin de preservar un tramo de la selva paranaense, devastada tanto en Argentina como en Paraguay y Brasil.
El atractivo
Hoy por hoy, las Cataratas del Iguazú constituyen uno de los sitios más visitados de la Argentina y un fuerte imán para los turistas extranjeros, dado el grado de conservación que exhibe el área protegida.
El visitante cuenta con varias alternativas a la hora de visitar el parque. Al traspasar los molinetes de la entrada, se encontrará con un moderno Centro de Visitantes, en el que podrá recabar toda la información naturalística y de servicios del área. Allí deberá decidirse entre tomar el tren "ecológico", que funciona a gas como un modo de impactar lo mínimo posible en el ambiente, para llegar al circuito Garganta del Diablo, o seguir transitando por el Sendero Verde para comenzar a descubrir la flora y la fauna que cobija la selva. De todos modos, quienes opten por este modo de entrar podrán tomar el tren en la Estación Cataratas y acceder también a las salidas de los circuitos Inferior y Superior, y de la isla San Martín.
El circuito Superior es el más accesible, dado que no posee rampas ni escaleras. Sus 1.200 metros de longitud transcurren entre arbustos y ruidosas cascadas, desde cuyas cúspides se experimenta una fuerte perplejidad ante la "violencia" de los 275 saltos, que se precipitan desde 80 metros de altura.
Las pasarelas del circuito Inferior, en cambio, van bordeando saltos como el Dos Hermanas y el Escondido, descendiendo mediante centenares de escalones. Esto obliga a los visitantes a protegerse de los chubascos provocados por las salpicaduras producidas por el Bossetti.
También la Isla San Martín merece una visita. Sólo hay que cruzar en los botes a motor que se encuentran al pie de las pasarelas y prepararse a recorrer sus senderos y disfrutar de la visión que se obtiene desde ese promontorio rocoso. Otra opción es tomar los gomones que llegan hasta las rompientes, verdadera inyección de adrenalina.
Si el visitante no ha tomado aún el tren a la Garganta del Diablo, la Estación Cataratas espera en las inmediaciones. Preparado también para trasladar a personas que sufren diversas discapacidades, arriba lentamente a la Estación Garganta del Diablo, desde donde parte la pasarela rumbo al Salta Unión, el plato fuerte del espectáculo.
La Aventura Náutica, por su parte, es muy solicitada por quienes disfrutan de las sensaciones intensas. A bordo de botes semirrígidos, los visitantes ingresan al cañón de la Garganta del Diablo y se introducen en la bruma que provocan los diversos saltos del lado argentino, desde donde se obtiene también una vista privilegiada de los brasileños. Son 12 intensos minutos, de ésos que no se olvidan jamás. Pero si uno desea intimar más con la naturaleza, el Paseo Ecológico le brindará la oportunidad de conocer el breve delta del río Iguazú Superior a bordo de botes neumáticos a remo. Un guía especializado aportará la información suficiente como para entender las relaciones entre las distintas criaturas de la selva, en medio de un silencio sólo interrumpido por el sordo rugido de las cascadas. Estas salidas duran unos 30 minutos y salen de la Estación Garganta del Diablo.