Las fiestas patronales tienen una antigua tradición histórico-religiosa en San Juan heredada de los inmigrantes europeos, así es que cada comuna tiene su propio Santo o Santa patrona y otros tantos que los secundan, no por eso menos venerados. Lo cierto es que algunos acaparan más la fe de los creyentes que otros, y en este sentido San Expedito y Santa Bárbara son los más convocantes, seguidos de cerca por la Virgen del Rosario de Andacollo, la Inmaculada Concepción, Cristo Rey, San Antonio y San Cayetano, de acuerdo con una investigación realizada por el profesor de historia especializado en antropología social, Edmundo Jorge Delgado y volcada en el libro recientemente presentado "Fiestas religiosas sanjuaninas".

San Juan es una provincia en la que cada comunidad, barrio, colectividad, departamento, tiene una figura sacra o representación sagrada para venerar, lo que evidencia el legado Ibérico-Católico.

"Las festividades religiosas son una permanencia en nuestra historia y están presentes desde la colonización. En general cada pueblo que se fundó estuvo amparado por un santo, o también bautizado con su nombre por lo que se comenzaron hacer y repetir sistemáticamente las fiestas. Las creencias de la sociedad local están regidas por el culto a los santos y consecuentemente a sus festividades. Los creyentes les piden favores para obtener soluciones a las dificultades inmediatas de la vida cotidiana, existiendo así una especialización de ellos de acuerdo a las carestías que sufren los grupos. Así por ejemplo, Santa Bárbara para protegerse de las tormentas, San Isidro para cuidar los sembradíos, San Cayetano para conseguir trabajo o San Expedito, abogado de lo imposible", cuenta Delgado.

Con estos antecedentes se puede comprender lo extenso del calendario litúrgico local que no tiene ni un solo mes sin por lo menos cinco o seis fiestas diferentes, aun del mismo santo pero en diferentes lugares.

No por casualidad, San Expedito se ha convertido en una de las figuras "más ocupadas o requeridas" con pedidos de miles de fieles que llegan cada 19 de abril a honrarlo en un paraje que dista a más de 100 kilómetros de la capital sanjuanina, o en cualquier otra fecha para cumplir su promesa, ya que es uno de los pocos a los que se les puede pedir "de todo", por ser abogado de lo imposible.

"Lo religioso no se da aislado, sino que refleja otros componentes de la vida del hombre, como lo social, lo económico y la organización política, todos integrados. Las festividades permiten a los individuos sobrellevar las circunstancias adversas viviendo un tiempo fuera de los usual. Por eso la gente para la fiesta se viste de otro modo, no consume lo de todos los días, entabla relaciones con otras personas y vive un tiempo muy significativo, no frecuente y fuera de lo habitual", indica el autor.

Muchas de las celebraciones se han fusionado con cosas propias de cada lugar alejándose de lo netamente religioso como por ejemplo las rogativas y cuecas a San Vicente, un culto que aparece en una zona alejada sobre la ruta 147, en la localidad de Camarico en 25 de Mayo. Allí hay puestos dedicados a la cría de ganado carpino y una pequeña ermita que resguarda una imagen de San Vicente a quien se le pide que "moje los campos". Según las creencias de los puesteros, para lograr esta concesión se le debe cantar y bailar cuecas con los pies descalzos.

Del mismo modo los danzantes le bailan a la Virgen de Copacabana debido a la fuerte presencia de inmigrantes bolivianos que comenzaron a llegar en la década del 50 del siglo pasado; o los chinos de la Virgen del Rosario de Andacollo que veneran la imagen con su danza que representa una manera de rezar.

A tal punto llega la devoción que no sólo hacen falta fiestas multitudinarias para demostrar la fe ya que también hay algunas que son "íntimas". Tal es el caso del "Santo Cristo", un tipo de culto doméstico que todavía está presente en descendientes de españoles en departamentos como Pocito o Chimbas. La pequeña celebración, que se realiza cada 14 de septiembre, tiene como objetivo recordar el lejano terruño de sus antepasados y consiste en "velar" una imagen de Cristo , rezarle el santo rosario y hasta preparar comidas típicas de los cortijos de los que procedían los españoles.

Son decenas las imágenes veneradas por los creyentes católicos en la provincia, sean patronos o no de la zona. Lo cierto es que la necesidad de aferrarse a un culto para conservar las esperanzas, más aún en tiempos adversos, sigue cada vez más latente.

A continuación se relatan algunas historias de las celebraciones de mayor concurrencia en la provincia y en las que no importa si el día de la festividad hay buen tiempo o no, porque pese a cualquier inclemencia, los creyentes llegan hasta cada lugar, de acuerdo con los datos que surgen de la investigación realizada por Delgado desde el año 1998.