Se ilusionaron. Soñaron cada momento. Trabajaron por ello. Tuvieron varios meses desde fines del 2019, sí, como se lee- la campera del curso colgada en el placard y planificaron cómo sería la presentación ante los ojos de todos los alumnos más chicos. Organizaron y tan sólo pudieron disfrutar -en la mayoría de las escuelas porque por ejemplo las que dependen de la UNSJ, sus estudiantes no fueron ni una jornada de este ciclo lectivo al establecimiento educativo- del tan mentado UPD, el último primer día de clases con el que empiezan a despedirse del secundario. 


Indefectiblemente, la pandemia obligó a los estudiantes de los sextos años, a dejar en el borrador de sus expectativas lo que sería un año inolvidable con el viaje de estudios, la fiesta de egresados y el último acto escolar por la finalización de clases, sumado a las complicidades de los recreos y una tendalada de vivencias que se perdieron en el camino de este 2020. Al final, protocolos y cuarentena mediante, no pudieron concretar ninguno de los rituales que marcan el cierre de un ciclo que da espacio a la etapa de la juventud y la adultez, por así determinarlo. Rituales que según la psicóloga Silvana Bonil, son fundamentales para dar ese paso.


Sin embargo, no está dicha la última palabra. Como dice la profesional, se deben reinventar, adaptar y hasta hacer nuevas normativas que "generen memorias de este momento''. En esta nota, su mirada.


 
¿En qué contexto encuentra el cierre del año escolar a los adolescentes, especialmente a los que egresan?

Partamos de la base que la pandemia es una situación disruptiva, no es una crisis porque una crisis es algo corto y que se acomoda, en cambio una situación disruptiva es la que rompe de un momento para el otro todo lo cotidiano; frente a esto puede haber una adaptación o quedar como suspendido y no elaborado. Esta situación disruptiva se traduce en trauma, entendido no como patología sino como una herida en el psiquismo donde las defensas que se tenían ya no sirven más y hay que encontrar otras. En ese contexto y teniendo en cuenta que los adolescentes son una población vulnerable por la etapa natural por la que están, diría que lo han pasado mal, que ha sido complicado para ellos. La adolescencia es la etapa de duelos: duelo por el cuerpo que se acomoda y ya no sabe si es chico o grande, duelo por la pérdida de los padres de la infancia entonces empieza a desafiar hasta encontrar el camino de la adultez y como si fuera poco, la neurociencias nos enseña que el cerebro aún no se ha terminado de desarrollar y está en proceso por lo que el control y la gestión de emociones también están en proceso de desarrollo. Si a eso le sumamos que tuvieron que adaptarse a estar todo el tiempo en casa, allí llevaron la escuela y tuvieron que convivir sin que se respete su intimidad porque toda la familia estamos en el mismo lugar las 24 horas los 7 días de la semana, que perdieron sus contactos más cercanos con sus pares-, que es el pilar fundamental y que no siempre contaron con las herramientas de contacto como wi fi o un dispositivo para comunicarse; ha sido difícil. Y en el caso de los que están terminando su secundaria, un momento tan especial, hay rituales que son muy importantes porque marcan aperturas y cierres de ciclos, desde el inicio de la humanidad, que han dejado de funcionar. 



¿Para qué sirve esos rituales, algunos heredados de otras generaciones pero en su mayoría muy deseados y esperados?

Son hitos que están supercargados de significado y los chicos depositan allí todos sus deseos. Ellos se las han ingeniado para mantenerlos. Por ejemplo, armaron un año antes la campera del curso y la tuvieron colgada durante toda la pandemia. Hasta que encontraron un momento en la casa para usarla. Esa fue su presentación, este año.



¿Es necesario mantener estos rituales tal cual como eran hasta ahora?

Estos rituales del secundario marcan el cierre de algo, ayudan a soltar, a pasar ese duelo y empezar a ubicarse en un nuevo espacio. Hoy el futuro es muy incierto. No sabemos qué va a pasar en un contexto de pandemia. Y esto genera que los adolescentes estén en una situación mucha inestabilidad, que estén desmotivados, desganados, esto lo digo no como patologías sino como reacciones normales para un tiempo anormal. Entonces hay que entender que es importante hacer un cierre, desde lo emocional, poder despedirse de la escuela, de sus profesores, de sus amigos, de sus rutinas, quizás de otro modo. Si se puede hacer algo presencial, sería ideal, sería maravilloso y necesario. Si no hay que aprender lo positivo de la virtualidad que nos ha permitido contenerlos, encontrarse, crear vínculo. Ambas instancias pueden complementarse en este momento clave. Eso sí, se hagan como se hagan, estas despedidas tienen que tener la premisa de que los adolescentes se sientan parte activa.


Eso sí, hay que dejar de pensar en los rituales habituales hasta el año pasado, que eran situaciones que de alguna manera desafiaban a la autoridad y rompían el orden social, típico de los adolescentes, como el UPD. Ahora que tanto se habla de la nueva normalidad, hay que darse cuenta que es una normalidad que hay que crear, por ende hay que recrear nuevos rituales.



¿Cómo se hace para dar contención frente a estos rituales?

La propuesta a los adultos-escuela y padres- es que podamos ayudarlos a que recreen nuevos rituales. Por supuesto que a todos nos está costando pero hay que ayudarlos a que se planteen en un aquí y ahora lo que realmente pueden hacer y que vean que tienen muchas posibilidades, con distanciamiento social y barbijo, al aire libre o en un lugar público se puede empezar a cargar de significado a otras instancias. Esto es válido y necesario porque si bien en el imaginario pareciera que el año que viene va a volver todo a como era antes de la pandemia, no va a ser así. Claro que para que esto ocurra, el primer pasaje lo tienen que dar los adultos, es decir los directivos de las escuelas, los docentes y los padres por supuesto. El adolescente está saliendo al mundo y el referente más cercano es el profesor y sus papás. Eso se hace apelando a las habilidades socio-afectivas y la contención. Sería la instancia ideal para preguntarles qué quieren, qué necesitan, cómo les gustaría terminar este año tan particular. Como dice la doctora en Neurociencias, Teresa Torralba, respecto de la adolescencia, "es una etapa en la que tenemos la oportunidad de crear memorias'', que no se van a borrar más. Los adultos tenemos la oportunidad de ayudarlos a crear memoria.


 

  • MIRADA DE EXPERTA


Si hay alguien que está absolutamente acostumbrada a adaptarse a las circunstancias y ayudar a otros a ser resilientes esa es Silvana Bonil, psicóloga y terapeuta organizacional con más de 20 años de experiencia en crear ámbitos donde las personas puedan crecer y desplegar su potencial. Por ejemplo, ella estaba justo ahí, en el momento en que fue el atentado a las Torres Gemelas. Vivía en Estados Unidos (hace 5 que volvió a San Juan). Y como profesional coordinó la formación de equipos de contención en crisis en New York. Lo mismo hizo con la llegada de la pandemia a través de la Comisión de Emergencias y Desastres del Colegio de Psicólogos de San Juan, creando junto a colegas voluntarios el programa de contención "Yo te ayudo" que desplegó en ayuda a la población en Fase 1. En Perú también hace vigilancia psicológica para enfrentar el Covid.


También está acostumbrada al trabajo con adolescentes ya que es la coordinadora académica del curso de Postgrado "Orientación Vocacional desde una perspectiva social inclusiva" de la Universidad Católica de Cuyo y Fundación Loma Negra.