Norma había escrito poesías y obras de teatro. Había redactado antologías y libros de estudios para sus alumnos de las diferentes cátedras que dicta en la Facultad de Medicina de Córdoba. Inclusive había incursionado en la biografía de grandes médicos, investigadores y maestros de salud. Sin embargo, jamás había dedicado una palabra a la vida y obra de su padre, un ejemplo que a cada paso quiso imitar. Hasta que en noviembre del 2008 fue invitada a un acto en homenaje de Miguel Angel Acerbi y esa fue la bisagra en su labor de escritora. Salió tan conmovida que ahí mismo decidió el tema de su último libro, el décimo octavo de su propia cosecha.

"Miguel Angel Acerbi Vida y Obra" es el nombre de la publicación que acaba de presentarse como cierre del 2009, en la Sociedad Argentina de Escritores (Sade) Filial San Juan. Su autora eligió la provincia para hacerlo, pese a que vive desde hace años en Córdoba. Más precisamente desde que era estudiante de Medicina. De hecho, su desarrollo profesional como docente y cirujana, además del hecho de formar su familia, no le dieron razones para volver a San Juan, salvo la visita a sus hermana Amalia.

"Aquel acto, en el que le pusieron el nombre de mi padre a una calle, fue emocionante. Yo me di cuenta que muchos lo homenajeaban salvo yo que había escrito tantos libros, pero jamás uno de él ", relata y tomando prestadas sus propias palabras en el libro reconoce que "no es fácil escribir la biografía de un padre y a la vez, de un amigo". De todos modos es consciente que prácticamente tenía el mandato de hacerlo: "una vez me confesó que nunca escribiría sus memorias pero me dejó pistas para redactar su historia. Decidí acopiar la escasa documentación que tenía, buscar fotografías, comentarios periodísticos, cartas y postales pero sobre todo recorrer los caminos de la memoria, dónde él era el principal protagonista".

Y así logró revivir a su padre, que había fallecido el 30 de junio de 1979, víctima de un cáncer a las vías biliares. Al menos en el papel.

Mientras tanto, Miguel Angel Acerbi había dejado demasiadas huellas en vida que servían como sobrados justificativos para ser honrado con el nombre de una calle en el Barrio 7 de septiembre (detrás del Colegio Don Bosco) y por supuesto para tener su propio libro. Fue descendiente de la Nobleza de Bérgamo (Lombardia), nieto de uno de los ingenieros que inmigrante de Italia en San Juan, reconstruyó el Dique San Emiliano (destruido por las crecientes del Río San Juan en 1876) y pariente de monseñor Pablo Cabrera. Se recibió de maestro, de Perito en Conservación de Frutas y de Ingeniero Químico. "En su tesis proyectó la instalación de una fábrica de azúcar de remolacha en Pocito para poder elaborar unas 15.000 toneladas anuales de azúcar. No sólo dio los detalles de la fabricación, sino que proyectó los planos de las instalaciones, dedujo el precio del costo del producto y analizó la factibilidad de producir esta remolacha en la provincia. Su tesis tuvo 531 páginas y 10 capítulos, 90 fotografías y 20 croquis realizados en tinta china", recuerda su hija con orgullo y es lo que detalla en la biografía.

La tesis en cuestión la rindió en marzo de 1929. Obtuvo Sobresaliente y Felicitado, además del título de ingeniero.

Lejos de conformarse con ese logro, Acerbi siguió estudiando y haciendo post grados sobre Construcciones y Dirección de Puentes y Caminos. Esto le permitió ocupar cargos en la municipalidad, las direcciones provinciales y nacionales de Vialidad. También trabajó en bodegas, constructoras, un frigorífico y otros emprendimientos privados.

Fuera de lo estrictamente profesional, Miguel Angel Acerbi era un amante de la literatura, la lírica, las artes plásticas, la música. Escribió libros. Y por todo esto, no es llamativo que haya sido miembro activo de la Biblioteca Franklin, de la Asociación Amigos Sanjuaninos, de la Sociedad Científica Sanjuanina, del Refugio, de la Sociedad Protectora de Animales, de Carem (Comisión de Ayuda y Rehabilitación del Enfermo Mental), entre otras instituciones con las que creció la provincia.

De ese accionar es que la mujer reconoce que la escritura además de la pasión por dedicarse de lleno a la profesión aunque no la compartían- y a la comunidad son una herencia de familia.

"Mi padre siempre fue un sabio para mí y hasta diría que fue un filósofo que siempre tenía respuestas a las curiosidades e inquietudes de sus tres hijos. Nos enseñó a tener paciencia, a trabajar con constancia y rectitud. El con mi madre fueron verdaderos ejemplos", dice sin poder negar que siguió sus enseñanzas al pie de la letra.

Así, Norma llegó a ser, y es, la directora del Museo Histórico Hospital Nacional de Clínicas de Córdoba, un espacio que además de servir para mostrar el viejo instrumental y la aparatología que ya no se usa en el centro de salud que funciona en el ámbito universitario, es un lugar de contención ya que cuenta -y a propuesta de Acerbi- con una biblioteca no sólo de temas científicos y médicos sino que tiene libros de literatura y actualidad que puede ser consultados por los pacientes o los familiares que los acompañan hasta superar alguna enfermedad o dolencia.

Pero eso no es todo lo que de algún modo, Norma, copió a su padre. Además cuando se jubiló a fines del ciclo lectivo del 2009- la reconocieron como profesor consulto, esto es, y aunque se sonroje al decirlo, una especie de consideración de sabia. Tal como ella define al ingeniero, su padre.