(Foto: colaboración Pablo Montemurro)



A veces no alcanzan los ahorros de toda una vida para comprar ese regalo que encierre todo el afecto y el amor que uno siente por alguien. Otras que ni siquiera está inventado ese objeto que traduzca la inmensidad del cariño. A veces faltan las palabras justas o los gestos enormes para estas buenas intenciones.


Casi sin imaginárselo pero a sabiendas que es una buena alternativa, los hermanos Pablo Montemurro y Federico Giaccaglia idearon un obsequio que puede suplir cualquiera de estos inconvenientes. Ellos proponen, según sus propias palabras, regalar historias.


No hace falta tener una efemérides puntual o un día especial en el calendario -como en este caso el Día del Amigo que está próximo- para recurrir a su iniciativa que promueve animarse a decir lo que uno siente. 


La sorpresa en cuestión, que puede traducirse como un recuerdo o una anécdota bien contada con el asesoramiento del dúo creativo, viene en forma de video, grabado en un pendrive que, sin lugar a dudas genera más de un suspiro y encapsulado dentro de una botella con las instrucciones de cómo hacer uso de este regalo tan original, por cierto.


"Tecnología y nostalgias del pasado se unen en este regalo que no es ni más ni menos que una historia en común entre quien lo regala y quien lo recibe. Una historia que, por las características del obsequio, puede ser escuchada y vista mil veces, copiada para otras personas que pueden haber sido parte de ese momento especial. Es un regalo que no se termina ni tiene fecha de vencimiento'', dice Pablo Montemurro, uno de los promotores de la idea basada en las palabras del propio Gabriel García Márquez que dice que "no somos lo que vivimos sino lo que recordamos de lo que vivimos''. Eso es lo que quieren rescatar los dos sanjuaninos.


Justamente la materia prima son los recuerdos y las palabras. Basta un llamado con un resumen de la historia a contar y una cita para ajustar algunos detalles para que el regalo empiece a tomar forma. 


"Un día mi novia, que también es docente de nivel inicial y de primaria, me sugirió por qué no hacer que las personas que iban a los talleres narraran su testamento y su último deseo de vida. Con una exigencia: en lugar de algo material tenían que dejar recuerdos a los que quedan vivos y en todo caso, si era inevitable un objeto material, tenían que darle un valor sentimental. Lo hice con mis alumnos ya adultos y fue impactante. Está bueno sentarse a valorar lo que uno ha vivido y lo que quiere dejar para trascender. Enfocarse en esa instancia es un ejercicio que deberíamos hacer todos, porque en definitiva nadie sabe cuándo termina la vida. Así fue como surgió esta iniciativa de poder regalarle a la persona un recuerdo, una anécdota, algo que hayan vivido juntos y que quede grabado para perpetuarlo y que pueda repetirse las veces que uno lo necesite. Es un gran regalo porque se está perdiendo la pausa, ese momento para sentarse a escuchar. Y pese a que vivimos contándonos cosas a través de wahtsapp o de las redes, estamos desconectados. Este regalo es una excusa para revivir buenos momentos, esos que con los amigos tenemos de a montones y con los afectos también, como la vez que conociste a tu pareja, cuando nació tu hijo y tantas historias más que cada uno atesora en algún lugar de la memoria y del corazón'', detalla Pablo, un especialista en contar cuentos e historias como modo de sostén económico. De hecho, es docente en una escuela privada y vive de ello. Además da talleres en su propio emprendimiento y en la biblioteca Juan Pablo Echagüe. Pero su mayor satisfacción es llevar su cofre de cuentos y desplegar relatos ante las caras sorprendidas de quien esté adelante.

El quid de la cuestión


Pablo tiene colgado el título de ingeniero industrial. Aunque su vocación surgió desde muy pequeño, de la mano de su abuela Isabel Radi, quien llenó los días de su infancia (y los actuales también, por qué no) con cuentos, propios y ajenos. Esa costumbre se arraigó en este chico que poco a poco se convirtió en un lector y escritor empedernido. 


Es más, los cuentos y las historias lo llevaron por caminos quizás impensados por él. De hecho, un relato lo hizo ganar con 13 años la competencia de la Ruta Quetzal BBVA con la que estuvo en México y España durante 45 días. Al poco tiempo ganó otro concurso, con el que recorrió sitios culturales de Bolivia y también la Ruta Inka con la que fue seleccionado para visitar reservas naturales, poblaciones autóctonas de Argentina, Brasil, Colombia, Bolivia y Perú.


Pero el premio que sin lugar a dudas marcó su destino fue el del 8¦ Concurso de Proyectos "Inclusión social y construcción de convivencia en la escuela" del Centro Ana Frank Argentina en 2016. Ese fue el puntapié inicial para llegar a Holanda y quedar seleccionado para concretar su proyecto Pigmalión, con el que contaba cuentos para ayudar a los niños a fortalecer la autoestima. Después de Amsterdam pasó por otras ciudades europeas narrando y desembarcó con sus cuentos en Colombia, Nicaragua y Costa Rica, hasta volver en diciembre pasado en San Juan. Aquí instaló su Pigamalión local y generó un epicentro donde se cuentan historias como parte de un evento abierto y participativo.


Antes de eso hizo un diplomado en Parentalidad, apego y primera infancia que dio sustento a su trabajo. Ahora está embarcado en otro de Educación emocional.


"Soy un convencido que todos tenemos historias para contar. Lo hacemos a diario, cuando volvemos del trabajo, cuando nos encontramos con alguien en la calle. Ya lo dice Galeano: somos historia. Porque si bien los científicos dicen que estamos formados de átomos, pero a Galeano un pajarito le contó que estamos hechos de historias. Realmente creemos en eso. Somos historias, el hecho de poder contarlas nos hace mas libres'', asegura.


Por su parte, Federico también intentó, por apenas un mes, acercarse a la Ingeniería. Sus planes cambiaron cuando incursionó en la cocina, con la teoría y la práctica. Entonces empezó a vender sus propios sorrentinos. Claro que para promocionarlos, tenía que sacarles fotos. Ahí fue cuando descubrió que estaba perdidamente enamorado de las imágenes. Abandonó las recetas para ingresar a la Enerc para estudiar realización cinematográfica. Ahora está aprendiendo herramientas de animación digital.

Había una vez ...
... dos hermanos que siempre soñaron con trabajar juntos. Claro que seis años de diferencia entre Pablo y Federico, lo habían impedido, hasta ahora que se dieron cuenta que a ambos les gusta contar: a uno con palabras, a otro con imágenes. Ambos arman un combo perfecto.


"Una vez que acordamos con la persona, la citamos a un taller personalizado para trabajar en el relato, para que lo cuenten sin papel y mirando a los ojos del destinatario, de una manera impactante, concisa pero interesante, que saque la esencia de lo vivido. Le damos herramientas de cómo pararse, cómo hablar, cómo describir ese momento, cómo manejar los tonos de la voz, entre otros elementos fundamentales. Son 3 horas de trabajo y después una semana de práctica en casa para que salga natural. Después nos encontramos en un lugar determinado que tenga que ver con esa historia, inclusive hasta podemos hacer una escenografía si no se puede acceder al lugar que remite a ese recuerdo, y lo grabamos. En poco tiempo, ese material se pasa a un pendrive que va en una botella con la nota explicativa. Es un producto diferente, que conecta a las personas, que puede generar un encuentro posterior para seguir charlando, lo que tiene un valor inigualable. Es una experiencia a la que todos deberíamos animarnos'', recomiendan los hermanos.

El dato


El valor de estos regalos ronda los 2500 pesos.
Para contactar a los hermanos se puede llamar al teléfono 154685195 o a través de sus redes sociales como Pigmalión o Raíces y Alas Storytelling, dos de sus proyectos.