Poner a los niños en contacto con el mundo de la naturaleza incrementa su salud y bienestar. Los niños expuestos a la naturaleza demuestran una mayor autoestima y seguridad en sí mismos y tienen menos ansiedad. También hay menos obesidad entre los niños que disfrutan de juegos no estructurados al aire libre. Todas estas cosas los benefician. Los niños no pueden resistirse a realizar acciones como deshojar una flor, jugar con la tierra, observar los pájaros, etc. Parece que la naturaleza reclame su atención, de hecho es así, en la naturaleza es donde más ocasiones de juego encuentran. Los padres deben aprovechar ese reclamo natural para fomentar que los niños respeten y amen lo que les rodea, estas son sensaciones positivas que benefician al niño y que le ayudarán a tener una base responsable del medio ambiente. La conciencia ecológica se adquiere con los años, pero su base está precisamente en el respeto hacia el entorno. Todos hemos oído hablar del cambio climático, de la extinción de las especies, de la contaminación, entre otros temas. Educar a nuestros hijos proporcionándoles especialmente la comprensión de la belleza de todo lo que les rodea ayuda a nuestro planeta y a ellos mismos para que el día de mañana puedan disfrutar plenamente de las bondades que les ofrece la Tierra.
A diferencia de los adultos, que generalmente utilizamos solamente la vista, los niños tienen una aproximación sensorial mayor, es decir, utilizan instintivamente el tacto, el gusto, el oído, la vista y el olfato para descubrir el entorno. Todos estos sentidos están dispuestos y tan sólo hay que encaminar sus pasos para que el niño adquiera conciencia ecológica.
El niño y sus inquietudes
Un niño siente curiosidad por los insectos, observan como caminan sobre la palma de su mano, nota el cosquilleo que producen los insectos al caminar, observan los colores, las formas, etc. Inconscientemente el niño adquiere conciencia de la vida tan distinta que se encuentra en el entorno, por ello no es aconsejable prohibir a un niño según que cosas y más cuando no presentan peligro alguno para él. Por poner un ejemplo, si el niño tiene una mariquita o catita de San Antonio, sobre la palma de su mano, decirle "no toques eso" o "un bicho, que asco" no son actos que fomenten precisamente el respeto y el amor hacia la naturaleza. Un niño precisamente necesita tocar, ya que es una manera de aprender y conocer el mundo que hay a su alrededor. Siempre que no presente peligro alguno, es conveniente permitirle descubrir a través del tacto, no nos debe preocupar el hecho de que se ensucie, ya que se frena esa capacidad de aprendizaje. Durante los primeros años, hay que animar a los niños y acompañarlos en su sed de descubrir y conocer, con la ayuda de juegos sencillos, de conocimientos básicos, de tareas sencillas y cotidianas como trasplantar una planta, colocar semillas de verduras para alimentarnos, regar para poder vivir, cuidar el nidito del árbol, columpiarnos en un árbol, entre otras acciones. Al igual que debemos fomentar un estilo de vida adecuado, como salidas a granjas recreativas, salidas a campo, camping, asados en la cordillera, por ejemplo. Esto lo acompañamos con la conciencia ecológica, así resultará fácil en el mañana el respeto hacia nuestro planeta y por consiguiente una mayor preocupación por conservar y preservar lo que nos rodea a todos.
Otras opciones
La observación de la naturaleza nos trae a recuerdo cuentos de la infancia, por ejemplo la casita del hornero o el famoso pájaro carpintero.
Las huertas de vegetales es otra actividad llena del color y vida enseñándoles una alimentación saludable.
Semillas, palitas, regaderas, macetitas, canteros, son algunos de los elementos que no saldrán caros y aumentarás en calidad de vida.
Su niño desarrolla habilidades de aprendizaje al jugar en áreas naturales. Podrán ser más sanos y felices. Motivarlos a observar la naturaleza y despertará entusiasmo y curiosidad por esa otra vida que da vida.
Libros que te enseñan a descubrir.
Fuente: Piedra Libre Libros
