Las vacaciones, ese momento tan esperado y deseado para quienes dependen de los tiempos laborales, pueden dejar de ser tan esperadas y deseadas para convertirse en un verdadero martirio que hasta incluso puede llevar a terminar matrimonios.

El cambio de rutinas, la convivencia y la compañía permanentes sin ni siquiera un minuto de recreo, las expectativas desmedidas y la intolerancia parecen ser las causas detonantes de los conflictos de parejas aún cuando marido y mujer habían planeado unos días de relax y felicidad, bien merecidos después de trabajar todo un año. De hecho, las estadísticas nacionales estiman que más de la mitad de los divorcios o sencillamente la idea de separarse empieza a gestarse justamente en vacaciones. Difícil es demostrarlo fehacientemente, de todos modos en los estudios de abogados y los consultorios psicológicos puede corroborarse. En estos dos ámbitos coinciden que al menos las consultas aumentan en el mes de marzo, después del cierre de la temporada estival.

No te quiero más

"El fin de las vacaciones puede significar el comienzo de un proceso de ruptura en la pareja. Lo comprobamos estadísticamente: el 60% del total de los divorcios se resuelve al regresar de las vacaciones. En realidad, divorcios hay durante todo el año, todos los años. ¿Qué es entonces lo que sucede en marzo? ¿Por qué las vacaciones tan desesperadamente esperadas para desconectarse de la rutina, descansar, compartir más y mejor tiempo con la pareja y la familia terminan en la insólita e inesperada declaración del deseo de divorcio? Y con la consecuente acción dirigida a legalizar dicha decisión ¡ya! Las hipótesis son varias. Podríamos pensar principalmente que todo lo no-funcional, lo sintomático de una pareja en su vida cotidiana, queda al descubierto, paradójicamente, en tiempos de descanso y corte de la rutina. Las vacaciones no gestan, pero sí manifiestan todo aquello que ha estado latente durante los años de vida en pareja, cuyos miembros viven como peligroso todo lo que se genera en tiempos de vacaciones: mayor cantidad de tiempo frente al otro, tiempo libre que no logran ocupar ni siquiera como tiempo de ocio compartido", dice convencido Leonardo Glikin, presidente de CAPS Asociación Civil, la primera entidad hispanoparlante consagrada al establecimiento, la práctica y la difusión de la Planificación Personal en todas sus ramas: la patrimonial, la sucesoria y la financiera.

Según la visión de Glikin, las vacaciones dejan entrever todos los conflictos de pareja que durante el año estuvieron "tapados” por el trabajo, la rutina, la falta de tiempo o las obligaciones de los hijos.

"Aquí surge la angustia que reavivará antiguos fantasmas, temas pendientes, recuerdos de malos momentos… Todo comenzará así a ser dicho, a ponerse en palabras. Se elevará el volumen de las charlas, comenzarán las diferencias y, con ellas, todas las heridas empezarán a sangrar: heridas viejas, heridas nuevas, heridas que calan más profundo con cada reproche. Todo es sacado a la luz", agrega.

Este profesional culpa a la intolerancia, a la falta de interés por lo que opina o proyecta la otra parte y a la falta de costumbre de compartir actividades -de lo más banales y comunes- como el quid de la cuestión o el desencuentro.

Cuando no se ven reflejados en la mirada del otro (porque el otro esta mirando para otro lado), aparece otro tema a considerar que es el paso del tiempo y el surgimiento de las conocidas +crisis de los 40, los 50, los 60+à

Con todo esto, no podemos deducir que las vacaciones sean causa, motivo o razón del divorcio. Las parejas que tienen problemas, los tienen. Aunque estén ocultos o negados. Las vacaciones sólo puedan provocar que sean más sentidos, manifestados y enfrentados o negados. Y la rutina que encontrarán al regreso no podrá, en ese punto, salvar ya a esa pareja como venía haciéndolo. Ante la revelación de las dificultades, ya nada sirve.

La manifestación de la decisión de divorciarse podrá entonces ser o no ruidosa. Dependerá de lo patológico del vínculo, pero seguramente- generará angustia y todo comenzará a pensarse, a precipitarse, y la persona no logrará sostener ese vínculo un año más. Este es el momento en que la pareja deja de ser una unidad y pasa a ser una suma de dos personas. Dos seres que tienen que equiparar las relaciones de fuerza y poder entre ambos. Uno tiene más información que el otro y no pueden dialogar porque es más la fuerza de la bronca que la fuerza de la razón.

Por eso, y para evitar males mayores, es bueno que se planteen la posibilidad de buscar asesoramiento profesional e interdisciplinario. Un tercero que intervenga y los ayude a encontrar una salida lo menos perjudicial posible para una situación inevitable.

Lo dice

Vacaciones = cambios

Ante el panorama de desencuentros en lugar de placeres de verano, la pregunta del millón es qué hacer para las que las vacaciones sean un momento placentero para todos los miembros de la familia.

Aída García de Romero, psicóloga y experta en terapias de familia y de pareja, explica que "las vacaciones rompen la rutina a la que la persona viene acostumbrada. Son una situación de cambio y como todo cambio o crisis generan un conflicto, que puede ser bueno o malo, eso depende de cada uno. Lo que hay que intentar es encontrar la manera para que ese conflicto no se convierta en un problema".

Ese cambio que plantea la profesional está dado por cuestiones internas -poder dormir hasta más tarde, no tener que cumplir horarios, hacer lo que uno quiere y no lo que manda el jefe, entre otros- hasta por cuestiones externas -un lugar diferente a casa con un baño y una cama distintos, colas para entrar a un restaurante, ruidos y horarios poco frecuentes, amontonamiento de gente por todos lados, demoras en las rutas-. A todo esto hay que adaptarse. "Es cuestión de días. Lo peor son los primeros días, ya que ni a la cabeza ni al cuerpo le resulta sencillo el nuevo ritmo de vida", agrega Aída García que propone que "así como se planifican las vacaciones, adónde se va a ir, dónde se va a pernoctar, cuánto se puede gastar, las fechas de salida y llegada, también hay que planificar reglas de convivencia adaptativas para cuidar la pareja. Esto es: que hacemos cuando me levante con pocas ganas de hablar más o quien se ocupa de la limpieza ó la comida, qué hacemos con los chicos con tanto tiempo libre, cómo hacer que todos hagamos lo que queremos", ejemplifica.

En definitiva la propuesta se resume en una palabra: "negociar". "Acordar, negociar y llegar a reglas adaptativas para que todos salgamos ganando y ninguno de los miembros de la familia quede rezagado. Pero esto debe hacer con anterioridad a las vacaciones porque si se hacen en el mismo momento o lo que es peor aún, si ni siquiera se plantea de antemano, los conflictos se pueden llegar a magnificar", dice la psicóloga que a su vez recomienda no olvidar que pueden presentarse situaciones imprevistas como una enfermedad o un accidente con niños.

"Salir en pareja es una cosa, salir con chicos otra y si son adolescentes, la situación será totalmente distinta. Las reglas adaptativas tienen que estar presentes en todos los casos y no hay que olvidarse de los límites pese a que son vacaciones. La idea es que todos la pasen bien y no se generen más conflictos", explica.