En el mundo actual convendría hablar en plural del rol protagónico de la mujer, afirma Berta Kleingut de Abner, doctora en Letras de la Universidad del Salvador, pues luego de una ancestral historia de sojuzgamiento la mujer ha logrado ser reconocida en sus derechos igualitarios como persona y se desempeña en los más diversos ámbitos laborales hasta la máxima conducción política. Pero subsiste la discriminación; prevalecen zonas de extrema vulnerabilidad: menores sueldos, peores trabajos, violencia física, abusos, entre otros. Sin embargo, actualmente la mujer puede actuar en calidad de protagonista desde su experiencia existencial cubriendo aspectos ético-afectivos altamente necesarios en la cultura contemporánea. La familia sigue siendo la estructura social más preciada y apreciada y dentro de esa estructura la mujer da vida, nutre y canta los primeros versos, la primera música que oye un niño.

Una mirada desde la literatura

Desde el punto de vista literario, a lo largo de la historia puedo afirmar que la mujer está siempre presente, a partir de la más remota antigüedad, pero en tanto objeto de amor, no como protagonista. El héroe épico es Odiseo, Penélope lo espera fielmente tejiendo y destejiendo; Helena hizo que ardiera Troya, por su belleza se convirtió en objeto de deseo del troyano Paris; sin embargo, no es el centro del relato, Aquiles sí lo es, como el más valeroso combatiente griego. Así podríamos avanzar a través de la historia de la literatura, reconociendo la presencia de la mujer con sus diversos significados: desde el ideal de Dante para la creación de La Divina Comedia: la espiritualizada Beatriz -de inspiración mariana- hasta las figuras femeninas del romanticismo, idealizadas en su belleza y bondad. Pero la llegada a la protagonista femenina de la modernidad es la paradigmática Madame Bovary de Flaubert, cuya riqueza de hondura y matices se mantiene inagotable gracias a la imaginación novelística del autor francés, plasmada en su escritura. Sufre Ema Bovary su condición de mujer, percibe con un anhelo siempre insatisfecho la libertad del varón, dueño de su destino; lamenta haber dado a luz una niña, porque puede anticipar sus infortunios en virtud de su propia existencia y corre impulsada por la pasión de una libertad negada hacia su trágico final. La literatura llega a las entrañas de la verdad a través del arte de la palabra. ¿Cuál es esa verdad que la ficción transmite de modo conmovedor? Es una verdad compleja, que no puede reducir a la mujer protagonista a los cánones convencionales -pecadora adúltera-, como sentencia moral. La libertad queda en manos del lector que con su sensibilidad, su imaginación, construirá sus propias imágenes, dando cabida más que a juicios, a una mayor capacidad comprensiva de las falencias humanas, más allá del género femenino.

Proceso de reivindicación

Esta reivindicación actual es el resultado de un largo camino comenzado a fines de siglo XIX con la ideología feminista, que se originó en el reclamo del derecho femenino al voto, siguió en el plano laboral respecto a la explotación y se abrió en muy diversas ramas de lucha por los derechos de la mujer. En nuestro tiempo ha dado lugar a investigaciones, publicaciones, teorías y creaciones artísticas como formas de militancia.

El movimiento feminista favoreció a la mujer moderna, dio un impulso vital a la obtención de soluciones favorables a la mujer, desde el logro del voto a legislaciones que hoy continúan, siempre en el sentido de reivindicación de derechos humanos. Ocurre que suele identificarse feminismo con una línea extrema o radical que por defender los derechos femeninos convierte al varón en enemigo. Pero se trata sólo de una línea ideológica entre muchas otras.

La mujer de hoy con respecto a la de hace 50 años ha ganado libertad de elección y ha perdido certidumbre. Antes su camino estaba predeterminado: el mandato paterno y el ejemplo materno marcaban con certeza una senda. Y esa seguridad aliviaba el miedo a lo desconocido. A mayor libertad, mayor responsabilidad. Hay que aprender a tomar decisiones, atreverse a emprender algo no habitual, fortalecerse ante las frustraciones. Encontrar nuevos equilibrios, capacitarse, madurar, desarrollar las propias inteligencias (porque no hay una sola clase de inteligencia), ser flexible para aceptar lo que no se ajusta estrictamente a lo establecido, pero contribuye a la armonía personal. Cada ser humano trae consigo rasgos considerados femeninos y otros signados como masculinos -sea varón o mujer- y las combinaciones son infinitas e irrepetibles. Estas reflexiones implican una mayor capacidad de comprensión como actitud favorecedora de la convivencia. Podría decirse lo mismo con respecto al hombre. Él también está condenado a elegir, como decía Sartre, y sufre la incertidumbre así como los mandatos paternos.

Cambios generacionales

Estos influyen en diferentes aspectos que la mujer va mutando: madres, hijas, nietas, mayor capacidad de decisión, mayor iniciativa personal, mayores y más complejas responsabilidades. Estos aspectos advierten el paso del tiempo y las diferentes adecuaciones de circunstancias.

¿Se puede decir que detrás de un gran hijo hay una buena madre?

Si se lo entiende como alguien exitoso, que se haya destacado públicamente, económicamente, no creo que esta clase de logros sean el efecto necesario de una buena madre. En cambio, si "gran hijo" se interpreta como una persona capaz de dar y recibir amor, de generar vínculos afectivos positivos, de sentirse feliz (por momentos), entonces diría que detrás de ese -efectivamente- gran hijo, hay una buena madre.

Qué pasa con el poder

Esa afirmación parte de un prejuicio bastante envejecido: el de atribuir a la mujer rasgos prevalecientes de irracionalidad, el alma femenina como imperio de pasiones. Hombres y mujeres están potencialmente dotados de análogas capacidades intelectuales, racionales, emocionales, como para rodearse de buenos equipos de trabajo, armonizar voluntades, saber escuchar, reconocer sus propios errores, deponer su soberbia. Estas posibilidades no dependen del género, sino de la clase de personas o personalidades.

Valoro y admiro de la mujer, tras la aparente vulnerabilidad, una fuerza que surge mayormente del amor, una energía para multiplicarse en desempeños diversos que interpreto como un efecto de su virtual disposición a la maternidad, lo que no implica necesariamente gestar hijos biológicos. Creo que la estructura e índole biológicas de la mujer, dotada para dar vida, impregna su interioridad y la inclina a solidarizarse con causas que propenden a la vida. Gandhi dijo: "Si la no violencia es la ley de la humanidad, el porvenir pertenece a las mujeres".