Como sucede en más de una familia, por no decir en todas, la maternidad llega para hacer un giro de 180 grados en la vida de sus protagonistas. Y Natacha Coria no fue la excepción: todo ese amor acumulado en el proceso de convertirse en mamá explotó con la llegada de Camilo y se repitió tres años más tarde con Isidro. Lo que no imaginaba esta madraza, ni tampoco su esposo Fabio Luna que, unos años más tarde, el diagnóstico de autismo a su primer hijo le cambiaría más aun la vida, sus rutinas y sus prioridades. 


Fue justamente con esa determinación médica que Natacha encontró un refugio en la encuadernación, un oficio tradicional o quizás antiguo que para ella fue una conexión con un mundo exterior novedoso y creativo a partir de un simple papel. "La maternidad y mi búsqueda de identidad en este nuevo rol me llevaron a un encuentro con mi propio camino transitado y a buscar hacer algo diferente. Este oficio fue mi punto de partida cuando a Camilo le diagnosticaron autismo. La actividad se hizo parte de un proceso de redescubrimiento de amor y aceptación", cuenta Natacha, quien reconoce que siempre tuvo inquietudes artísticas, las que pudo exteriorizar -aunque con mucha timidez- a través del canto, de la guitarra, inclusive haciendo manualidades. 


Casualidad o causalidad, esta mamá tuvo que apelar a técnicas de organización y estructuración para ayudar a su hijo desde el minuto cero. Lo mismo hizo con cada producto que iba armando con sus manos. "Ahora puedo advertir que hay una ligazón entre lo hago y lo que produzco. Creo que esa necesidad que tengo de bosquejar cada idea a la hora de plantear una encuadernación de un libro o un cuaderno, tiene que ver también en como construyo mi vida todos los días. Siempre que tengo un proyecto enfrente, pongo como objetivo claro lo funcional y me propongo anotar todo para tener en claro para qué está pensado, que contenido tendrá, cuál será propósito, y por supuesto cómo será estéticamente hablando. Mis cuadernos, libretas y encuadernaciones en general están pensadas para ser testimonios, de lo que cada uno pueda, quiera o necesite dejar registrado para luego plasmar. Un dibujo, un bosquejo, una frase, una palabra", asegura.


Espíritu Índigo, su proyecto


Unos cursos para principiantes en el arte de la encuadernación y la costura de libros fueron el primer contacto. Sin embargo, no fueron suficiente. El interés que le generaba el oficio repercutía en sus inquietudes, sus preguntas, su necesidad de encontrar explicaciones a muchos de los procesos y de aprender técnicas nuevas. Es por eso que en todo este tiempo buscó ayuda, asesoramiento y clases con maestros sanjuaninos -como Juan García- y foráneos -como la mendocina María Eugenia Juárez-. Hasta que de la mano de Eduardo Tarrico, de Buenos Aires, entró al mundo de la encuadernación artística, una veta que le permitía expresarse, crear con más libertad y hasta animarse a dejar su sello en cada objeto que se concreta. También en esa misma línea, se encontró estudiando con Sol Rébora y Andrea Rodríguez, ambas referentes en Latinoámerica de un oficio que sigue más vigente que nunca. Además se capacitó en redes sociales y recurrió al mentoreo de Yanina Sisterna para convertir su gusto, en un negocio con nombre propio y con un sello muy personal.


De hecho, leyendo sobre el trastorno del espectro autista aparecieron dos palabras que se convertirían en clave para este emprendimiento: Espíritu -quizás como sinónimo de fortaleza- e Índigo, el color azul que los identifica. "Estos niños tienen un aura que los hace mucho más sensibles, creativos, despojados, con una mirada sanadora y desprejuiciada del mundo y como concepto me identificó al punto que quise que así se llamara mi nuevo proyecto, en el que Camilo, estaba incluido. Estaba segura que tanto el emprendimiento como mi familia podríamos crecer de la mano", cuenta Natacha. 


La oferta de Espíritu Índigo es amplia y no tiene límite alguno ya que Natacha siempre está abierta y dispuesta a nuevos retos. Tiene una línea de cuadernos y libretas, pero también ha incursionado haciendo álbumes de fotos, bitácoras de escritura, cajas, cartas de menú, libros de firma. Sus productos si bien tienen una materia prima fundamental como es el papel, también le generan una invitación a probar con otros elementos como es el cuero, la pintura, inclusive el bordado en sus tapas, artesanía que realiza en alianza con Celeste Riveros, otra emprendedora que ha forjado su camino pero con hilos y agujas. Actualmente está trabajando en todos estos objetos como regalos para el "Día del Amigo".


Pero eso no es todo. Ha descubierto -cursos de por medio- que su gran interés en el oficio pasa por la restauración de algunos libros y la conservación. "Estos dos aspectos han abierto otro mundo en el oficio. Pensar en la perpetuidad, en que ni las técnicas ni los materiales resulten invasivos para la obra es algo estimulante. Inclusive al punto de ser muy cuidadosa a la hora de elegir con qué materiales, por ejemplo. De hecho, uso el engrudo como adhesivo o pegamento como se usaba antes, pero además me sirve para pintar mis propios papeles al engrudo. En este tiempo de aprendizaje he ido experimentando y descubriendo también diferentes técnicas que tienen que ver con el estabilizar, texturizar, dar color, diferentes materiales, telas, papeles, lienzos, cuero. Eso amplia mi horizonte creativo", explica.


Natacha ahora que ya ve caminar su emprendimiento, tiene otra inquietud: la de enseñarle a otras mujeres este oficio para que puedan incorporarlo como salida laboral. "Tengo un proyecto para enseñar a encuadernar como herramienta para que mujeres que en situación de riesgo, sin trabajo formal, mujeres con hijos cuyos tiempos son acotados o mamás que sí o sí tienen que llevar a sus hijos a terapias, encuentren en la producción de libretas y cuadernos una posibilidad de generar ingresos para su casa. Y lo pienso como algo que todos podemos hacer, recurriendo a cosas que tenemos a mano. Para encuadernar no hace falta tener equis papeles o equis herramientas. Yo empecé usando una cucharada como plegadero y unos trozos de mármol como prensa. Eso fue suficiente. Creo que otras mujeres pueden valerse de esta experiencia", cuenta esta soñadora que añora que muchas otras puedan imitarla.


El dato:

Esta artesana del papel trabaja sí o sí a pedido y con algunos días de anticipación. Es que su trabajo no sólo implica dedicación y esmero, sino que además ella es muy puntillosa, minuciosa y detallista. Para contactarla basta buscarla en las redes sociales -Facebook e Instagram- como Espíritu Índigo.


Fotos: colaboración Natacha Coria y Fabio Luna