Subir al mirador al que decenas de turistas llegan a diario para observar el paso de algunos de los barcos que cruzan por el Canal de Panamá, es un verdadero espectáculo. Es ver en acción una de las obras de ingeniería más grandes de la historia,

y vaya esto como dato anecdótico para graficar esta apreciación: con el material excavado durante su construcción se podrían erigir hasta 63 pirámides iguales a las de Egipto. Es nada más y nada menos que un atajo marítimo de 80 kilómetros con el cual se ahorra distancia, tiempo y costos en el transporte de todo tipo de bienes que van desde el océano Pacifico al Atlántico o viceversa.

Esta vía interoceánica opera mediante un sistema de tres complejos de esclusas, de dos vías cada uno, que sirven como ascensores de agua que elevan los buques al nivel del lago Gatún, a 26 metros sobre el nivel del mar, para permitir el cruce por la Cordillera Central, y luego bajarlos al nivel del mar al otro lado del istmo. Así de simple, así de complejo.

El agua que se usa para subir y bajar las naves en cada juego de esclusas se obtiene del lago Gatún por gravedad y es vertida en las esclusas a través de un sistema de alcantarillas principales, que se extiende por debajo de las cámaras de las esclusas desde los muros laterales y el muro central. Esta obra descomunal fue terminada el 15 de agosto de 1914 por lo cual este año fue declarado como el año de su centenario.

El proyecto se remonta a 1880 cuando los franceses decidieron comenzar con esta obra, seguida luego por los Estados Unidos hasta que Panamá consolidó su independencia en 1903 y pactó con el país del Norte que terminaría la obra en 1914, no obstante se encargó de su administración hasta el 31 de diciembre de 1999. Recién a partir de ese momento, Panamá asumió la plena operación, administración, mantenimiento, modernización y ampliación del Canal.

Actualmente recauda entre 5 y 7 millones de dólares diarios por los buques que usan el servicio que son más de 14 mil al año, número que será superado ampliamente cuando culminen los trabajos de ampliación iniciados en 2007 con el objetivo de duplicar la capacidad de la vía interoceánica.

Una experiencia que merece ser vivida, más aún en un país que si bien es una pequeña extensión de tierra fascina a quienes llegan a conocerlo. La capital panameña es una urbe cosmopolita y moderna, llena de contrastes. Allí conviven rascacielos con viejas construcciones muy antiguas. Uno puede ir de playas a selvas o montañas en muy poco tiempo.

La ciudad tiene de todo. Grandes shoppings con las más famosas marcas del mundo hasta las más desconocidas. Hoteles de todas las categorías, incluido el Hard Rock que es una ciudad en sí mismo. Puede hospedar hasta 3 mil personas en 62 pisos en los que, además, se distribuyen restaurantes, bares, lugares donde escuchar rock, y hasta elementos y objetos usados por rockeros mundialmente conocidos.

Hasta allí llegaron 12 periodistas argentinos, invitados por Copa Airlines, precisamente con sede en Panamá para vivir esta experiencia única en un lugar estratégico como vía comercial y turística. Un país que en los últimos 10 años ha crecido en un promedio del 7,5 por ciento, con un gran desarrollo en su infraestructura. Tanto que se puede pasar por edificios en los que no habita nadie, o con decenas de oficinas y departamentos con dueños en otros países.

Uno de los grandes atractivos es "El casco antiguo", sitio donde fue refundada la ciudad de Panamá, luego de que su asentamiento original fuera invadido, saqueado y destruido por el ataque al mando del pirata Morgan en 1671. Hoy en día, sus ruinas conocidas como Panamá Vieja pueden ser visitadas por los turistas.