Cuando uno escucha decir a María Beatriz Coria que "el mundo es un manjar sabroso para los sentidos, sin embargo, nuestra experiencia sensible en este siglo está en crisis", toma conciencia de ese alejamiento de lo sensorial. Lo mismo pasa cuando se degusta un vino, lógicamente, y la mayoría de las personas reconocer su "falta de entrenamiento" olfativo y gustativo. Esto se puede llevar al plano gastronómico más estricto, al plano íntimo o donde el ser humano esté involucrado.

Beatriz tomó el vino como referencia por su calidad de "ser cultural", tan relacionado a los sanjuaninos y a veces tan lejano.

"La velocidad de los días, al igual que nuestros pensamientos nos van alejando cada vez más de nuestro cuerpo y de la percepción, del sentido de realidad, intimidad y necesidades. Las personas se presentan muchas veces como seres desencarnados despojados de vitalidad y gracia, otros, como máquinas eficientes que paran sólo cuando se funden. La vida se vuelve monocorde, sin tonos, texturas, colores, olores y sabores. Nuestra naturaleza sensible se diluye en las ideas, y prácticamente se despoja de todo lo que parece sensual", explica Beatriz, licenciada en terapias físicas, pero además especializada en biodanza, bioenergética, facilitadora en desarrollo humano, entre otros (ver curriculum en recuadro).

Esta ceremonia incluye movimientos del cuerpo para una apertura sensorial, apreciación del vino como una bebida cultural tan vinculada a la historia del hombre y, finalmente, un aspecto artístico -a través de una pintura-, en la que los asistentes volcarán sus sensaciones y percepciones y quedará como testimonio de esta actividad. En todos los casos guiados por profesionales especializados.

Los cursos de degustación de vinos, en su sentido más estricto, suelen centrarse en los procesos de elaboración y en la captación de cualidades, propiedades, y muchas veces, sólo se toman para incorporar conocimientos que no siempre están ligados con las sensaciones. Esta ceremonia pretende dar un paso más allá no sólo en su vinculación con los sentidos si no también con el arte.

"Tampoco podemos negar que el vino, en varias ocasiones, deja de ser un elixir al cual disfrutar y al cual honrar para convertirse en un ídolo o tabla de salvación de aquellos que buscan despertar sus cuerpos adormecidos o callar las voces en pena de sus almas, consumiéndolo en exceso. Frente a esta realidad, creemos importante dar un paso más, un paso que facilite un nuevo vínculo de disfrute con esta bebida", dice Beatriz.

El objetivo general de esta ceremonia que fue patentada a nivel nacional y que también será ofrecida por la agencia de viajes Money Tur como parte de un paquete turístico, "es crear un ámbito intrapersonal de saludable receptividad frente al encanto del vino, además, recuperar su carácter histórico, festivo, sacramental y de confraternidad verdadera".

Hay que recordar que se habla de una bebida divina, presente en las religiones, por lo que contiene naturalmente una condición ceremonial.

"Este paso, es la creación de una condición especial, una condición ceremonial, condición que forma parte de los condimentos del sentir, es el "disponer" nuestro cuerpo y espíritu para poder recibir esta noble sustancia como un bien", explica.

La terapeuta hace referencia, además, a una "actitud sensual", en clara referencia a todo aquello que "nos hace concientes del sentir y nos invita a estar presentes con todo nuestro ser cuando tocamos, oímos, miramos intencionalmente a alguien o algo, cuando saboreamos alimentos y descubrimos fragancias en el mundo que nos rodea".

En los tiempos que corren se come tan rápido que muchas veces no se siente el gusto de los alimentos, o lo que es peor, todos saben igual como la denominada "comida chatarra".

"La palabra sentir significa literalmente "tener percepción sensorial" y lleva consigo varios condimentos como la disposición, tiempo, receptividad, capacidad de aceptación e impregnación.Conocer no es sólo una función cerebral, es propiedad de la totalidad de nuestro cuerpo, incluyendo hormonas y encimas que también se ocupan de otorgar sentido a esas complejas maravillas que catalogamos como gusto, olfato, texturas, entre otras", aclara la especialista.

Este proceso de sensibilización va acompañado, además de la presencia del vino, de un gran condimento con el arte a través de la expresión plástica, ya que los participantes terminan la ceremonia con una "obra" realizada por cada uno de ellos. "Es que allí donde el sentir no puede ser expresado en palabras, el arte brinda sus más exquisitos frutos, cuando se trata de adentrarnos en los territorios profundos de nuestra conciencia", dice Beatriz.

La ceremonia en sí cuenta con 4 momentos especiales que se van integrando, dirigidos en cada ocasión por profesionales reconocidos.

En otras palabras, se trata de tomar un tiempo para reanimar los sentidos, que sólo están dormidos, a través del vino, una bebida con alma.