Sobre el río Sarmiento, el paisaje más típico del delta se abre en el horizonte, entre formios y madreselvas, recreos y residencias en las orillas. Los botes a remo, los muelles y las estacadas construidas para evitar el desmoronamiento de las costas, son parte de esta postal exótica, de vegetación frondosa, aunque muy cerca de la ciudad. En el arroyo Los Reyes, a 20 minutos de la estación fluvial de Tigre encontramos el Museo Casa de Sarmiento.
El río Sarmiento lleva su nombre en homenaje a Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), político maestro rural, escritor, docente, periodista y militar argentino que presidió la nación entre 1868 y 1874. Sarmiento, cuyo rostro está estampado en los billetes de 50 pesos, se destacó por promover la educación pública y el progreso científico y cultural del país.
Entre los miles de legados y en su homenaje, traemos la ‘Casa del prócer en el Tigre’, Buenos Aires, donde pasó más de 30 años y también dejó muchas enseñanzas.
Sarmiento llegó al delta en 1855, cuando esta zona todavía se denominaba Carapachay y quedó tan fascinado por el lugar que decidió establecer allí su casa de descanso, donde pasaba los fines de semana y vivía largas temporadas estivales.
En 1850, conoció el Delta mientras hacía una inspección de la zona como jefe del Departamento de Escuelas y quedó tan maravillado que organizó un viaje para poblar aquella zona de islas, ríos y arroyos. Entre los primeros habitantes se encuentran amigos del prócer, como Bartolomé Mitre y Carlos Pellegrini. El paraje le hacía acordar al Río Nilo y los canales de Venecia, lugares que conoció a través de sus innumerables viajes.
Pasaron diez años hasta que finalmente construyó su casa de fin de semana, hecha a base de madera sobre pilotes, con tres salas, dos plantas en la planta alta y la de abajo libre. En esa sala principal se pueden ver el mobiliario perteneciente a Sarmiento: su cama, una colección de fotos y un pintoresco cuadro del barco de vapor Talita, en el que el prócer llevaba a autoridades y amigos a conocer el Delta. Esta construcción fue declarada monumento histórico provincial, rodeada por un gran parque, donde es posible ver un busto de Sarmiento realizado por el escultor Víctor de Pol (único ante el cual posó el prócer) y otro de doña Paula Albarracín de Sarmiento
Al momento de la inauguración tuvo la idea de disparar tiros al aire con su arma de fuego, como hacían los conquistadores estadounidenses a medida que expulsaban a los indios de su territorio. Tal era su entusiasmo que llamo ‘Prócida’ a la construcción, por la pequeña isla que se encuentra frente a la ciudad italiana de Nápoles, en el sur de Italia. Y construyó dentro de su isla un hermoso puente al que bautizó igual al de la ciudad de Venecia, ‘Rialto’.
Además de descansar y escribir, Sarmiento ofició en Tigre como consejero tanto en la construcción de viviendas, fue una novedad la casita de madera introducida en la isla de arquitectura americana. ‘Un progreso que deseáramos ver introducido a lo largo de todo nuestro país, opinó’.
En el Delta, el sauce es el material ideal para la construcción. También se preocupó por los problemas habituales que surgían en ese lugar. En 1855 plantó la primera vara de mimbre, con la que dio inicio a una actividad fundamental en la actividad isleña. Además trajo desde Estados Unidos semillas de pecanes, una nuez que después cobraría gran importancia en el Delta.
Tras la muerte de Domingo Faustino Sarmiento, el doctor Carlos Delcasse adquirió la casa para luego donarla a una entidad de bien público, que a su vez la donó al Consejo Nacional de Educación. En 1966, el presidente radical Arturo Illia declaró la casa como Monumento Histórico Nacional a través de un decreto y en 1989 se la nombró Monumento Histórico Provincial. Siete años después se entregó la custodia a la Municipalidad de Tigre, que decidió recubrir la construcción con cristal para su protección.
En la actualidad, el lugar funciona como biblioteca y museo. Allí puede verse el mobiliario original y los libros del prócer nacional desde afuera, además de tener la oportunidad de recorrer los jardines que tanto inspiraron al sanjuanino. Todo preservado por la memoria y la vigencia de sus ideales.
