Apenas terminó la carrera de Medicina en la Universidad de Córdoba comenzó la residencia en su especialización en Pediatría en el Hospital Rawson, pero con el plus de que a los dos meses, Adriana Albernéz, se quedó embarazada de su primer hijo, Oscar, quien ahora tiene 17 años y está próximo a estudiar Medicina. No podía ser de otro modo teniendo en cuenta que mamó el amor por la profesión, ya que la mayor parte de su vida de bebé la pasó en la Casa Cuna, que por ese entonces funcionaba en el nosocomio, lo que le permitía a Adriana tenerlo cerca para darle la teta, o bien se lo llevaba al Hospital de Niños para no perder mucho tiempo.
Adriana está casada con otro médico, José Bernal, y su segundo hijo, Ramiro, llegó al año y medio del primero, no obstante continuó a full con su tarea de mamá y médica. La nena, Abril, se hizo esperar y llegó recién hace nueve años.
"Me recibí con 24 años en el año 92, me casé en febrero del 93, ahí no más empecé con la residencia, y de inmediato me quedé embarazada. Fue toda una maratón. Además es una de las residencias más duras porque se hacen muchas guardias, yo hacía dos o tres semanales con mi panza a cuestas, y había que estudiar y rendir. Tengo que decir que mis compañeros se portaron de diez conmigo, todos eran solteros, no tenían hijos y estaban felices con mi hijo. Gracias a eso logré darle la teta y no despegarme de él pese al trabajo"", cuenta Adriana.
Así fue que tanto Oscar como Ramiro crecieron entre estetoscopios, historias clínicas, libros de pediatría y guardias. "Si tuviera que describir esta etapa de mi vida, diría que fue muy intensa en vivencias y aprendizaje. Una vez un médico instructor de la residencia nos dijo: Se es mejor pediatra cuando uno es padre o madre. Es verdad los hijos nos enseñan esa parte humana de la pediatría, esa otra cara que nos permite comprender lo que se siente, lo que se teme, lo que se busca, lo que se espera. Puedo decir que mis hijos me enseñaron a ser pediatra"".
Adriana es de Caucete y ama tanto su lugar de origen que una vez terminada la residencia retornó para radicarse y trabajar en el Hospital César Aguilar.
"Yo escucho que ahora muchas mujeres esperan tener todo antes de pensar en un hijo, la casa, el auto, un trabajo estable, pero yo pienso que la maternidad hay que sentirla no planearla, nunca vas a encontrar el momento justo, desde lo material, tiene que nacer desde tu alma y no desde tu mente".
Respecto de su profesión asegura que "la pediatría me enseñó, pero más me enseñó la maternidad. Uno estudia las cosas, pero cuando sos mamá ves todo de otro modo. A mi segundo hijo le di menos la teta, por eso entiendo cuando llegan las mamás y me dicen que no pueden seguir con la teta por el trabajo y sus tareas".
Adriana es mamá por sobre todas las cosas. Hace un par de años decidió dejar su consultorio porque notaba que sus hijos estaban mucho tiempo solos. "Los chicos necesitan estar controlados y yo notaba que se me escapaban de las manos. La madre tiene que estar, es la que pone los límites, por eso decidí quedarme solo con el cargo que tengo ahora en el Hospital César Aguilar. Lo lamenté mucho y me costó lágrimas por mis pacientes, pero necesitaba estar con mis hijos. El día de mañana cuando estén más grandes pienso retomarlo porque para eso hay tiempo".
Claro que su espíritu inquieto también la ha llevado a estudiar el profesorado de danzas árabes con Silvina Fredes
"Estoy en el tercer año y es algo que siempre quise, me salía de la vaina por hacerlo, pero entre embarazos y trabajo no podía. Eso me divierte, me pone feliz, y a los chicos les gusta, a veces dicen "esta madre que se anima"", y es así"".
Con la llegada de Abril también decidió dejar cosas, esa vez fueron las guardias del Hospital Privado, porque necesitaba disfrutarla y no tener el mismo ajetreo que con los varones. "Como mujer, estoy agradecida de la vida, no es un camino fácil, hay rosas y espinas, perfumes y sinsabores .Pero vale la pena".

