Viviana Romero y Lucía Gálvez supieron llevar al papel, no sólo la labor de sus profesiones sino además el encanto de sus palabras. Romero, es una abogada cordobesa que no tiene límites para dar rienda suelta a su imaginación y convertir lo que ve en su mente, en textos. Mientras que Galvez es una historiadora nacida en Buenos Aires, una curiosa del pasado. Juntas hicieron un libro que más allá del valor literario e investigativo, tiene el poder de haberse convertido en una verdadera guía de turismo que invita no sólo a leer, sino además a tomar las valijas y aventurarse a recorrer estos "10 lugares mágicos de la Argentina”, tal como llevar por título la publicación que salió a la luz en diciembre pasado.

La propuesta de la dupla es -momento de relax y buena luz mediante- disponerse a conocer algunos secretos de la historia de lugares como los populares Pumamarca en Jujuy, las Ruinas de San Ignacio (vecinas de las maravillosas Cataratas del Iguazú) o la paqueta Recoleta, hasta otros menos visitados como la cuna que dio origen a Santa Fe e inclusive el Solar de los Tejada en pleno corazón cordobés. Pero también saber qué es del hoy de ese lugar (promoviendo el interés por averiguar aunque más no sea utilizando los buscadores de internet), descubrir el estilo de vida de un lugar y su gente y por supuesto, animarse a soñar con los cuentos de la pluma de una de las autoras, Romero, en este caso.

Al momento de la presentación del material que va transitando la geografía argentina de Norte a Sur y de Este a Oeste, Lucía Galvez reveló que la idea del libro fue de su coequiper y que ella se sumó porque "soy muy viajera y he recorrido casi todo el país. Yo tenía la impresión de la importancia casi sacra de alguno de los lugares como los Valles Calchaquíes, Purmamarca … sitios no sólo bellos, la magia es lo que trasciende el lugar, su historia”, dijo entonces en una entrevista con la agencia Télam.

Si bien las intenciones con las que fue escrito no se ciñen estrictamente a un objetivo turístico, bien vale en estas épocas de vacaciones de verano, para tomarlo acaso como una hoja de ruta, para descubrir algunos rincones de la Argentina, desde otro lugar y con otra visión.

Los lugares mágicos

Lo que sigue es la descripción de algunos de los lugares que fueron tomados como excusa por las autoras para contar historias, en el sentido más amplio de la palabra.


*Las Ruinas de Cayastá en Santa Fe:
Eligieron este lugar ávidas por conocer cómo el historiador santafesino Agustín Zapata Gollán, guiado por la intuición y por lo que le decía la gente del lugar, empezó a hacer excavaciones en la zona -el pueblo de Cayastá- donde originalmente fue fundada Santa Fe en 1573. Sabía por las investigaciones realizadas desde los años "40 que, una vez ubicado el templo de San Francisco, no tendría más que aplicar sobre la traza de la Vieja Santa Fe el plano de la nueva, levantada en 1660. Así lo hizo,. Repitió el esquema. Y así también encontró la iglesia matriz, el Cabildo, el Colegio de los Jesuitas, los conventos de San Francisco, Santo Domingo y La Merced. También aparecieron restos humanos y mas tarde monedas, medallas, amuletos, rosarios, útiles de labranza, entre otros objetos. En 1950 semejante cantidad de piezas de valor arqueológico y antropológico convirtieron al solar en el Museo Etnográfico, el Parque Arqueológico y las Ruinas de Santa Fe la Vieja, lugares que hoy pueden ser visitados por el turista. Allí hay una réplica de las casas del Siglo XVII.

*El solar de los Tejeda, en Córdoba: Justamente en la equina de las calles 27 de abril e Independencia, a metros de la plaza de Córdoba, está el Monasterio de San José de las Carmelitas Descalzas (también conocido como Convento de Las Teresas) y su Museo de Arte Sacro. Antes de ser designado el predio con semejantes responsabilidades, fue un solar adjudicado en 1577 al capitán Tristán de Tejera, como premio por sus méritos en la conquista y la fundación de la provincia. Lo excepcional del sitio es que aún conserva las construcciones primitivas que comenzó su dueño y continuó su hijo para albergar a su numerosa familia, enraizada con los indígenas que habitaban el lugar. Por una promesa de sus moradores, el predio se transformó en convento para venerar a Santa Teresa de Jesús.

Quien lo visite -dicen las autoras- no deben perderse la oportunidad de pasear por el claustro y comprobar que al contemplar desde allí, las cúpulas de las iglesias cercanas, se viaja súbitamente a los tiempos fundacionales.

*Purmamarca, en Jujuy: La meta para llegar al lugar es dejarse deslumbrar por los colores del Cerro, producto de antiguas eras geológicas que lo pintaron en tonos naranjas, cremas, violetas, rosas y vetas amarillas. Semejante paisaje al que se le suma la vegetación más un hilo de agua, es lo que las autoras del libro denominan como "la joya de la Quebrada de Humahuaca”. Justo ahí, donde surgió antaño una aldea con su Cabildo, su iglesia y su plaza, hay un gigantesco algarrobo donde, según cuenta la tradición, descansó el gran Viltipoco, un prisionero del capitán español Francisco de Argañaráz y Murguía, el fundador de la ciudad de San Salvador. Viltipoco no fue un hombre más en Jujuy, fue el jefe de los "ocloyas” y "cochinocas", primitivos habitantes, defensores de la tierra ante los colonizadores, aunque finalmente cedió su rebeldía. De hecho hubo tres fundaciones en el Valle de Jujuy. Las dos primeras, la que llamó a la capital, Ciudad de Nieva (en 1561) y el segundo intento con San Francisco de Alava (en 1575) fueron destruidas por los indígenas. Finalmente, la fundación definitiva de San Salvador de Jujuy llegó a manos de Francisco de Argañarás, el 19 de abril de 1593, en un lugar de tierra fértil. Parte de esta historia, de luchas y conquistas, se conoce en este paraje norteño.

*Ruinas de San Ignacio y Cataratas de Iguazú, en Misiones: Las escritoras, maravilladas tal como describen por estas manifestaciones de "la naturaleza y la cultura”, eligieron ambos sitios de los que dicen que les faltan palabras para definirlos y que a cambio hay que dejarse salpicar por el agua y extasiarse por los colores, la sinfonía de sonidos y la sensación de grandeza en Cataratas y a su vez, apreciar la obra humana que se abre en el portal de San Ingacio Miní, para poder dimensionarlos. Rescatan en la región -y de hecho en eso ponen el acento para contagiar al turista- cómo perdura al día de hoy la huella educadora los jesuitas -que llegaron a fines del siglo XVI- y sus valores para paliar la acción devastadora y amenazante de los portugueses, hecho que dio lugar al crecimiento de Misiones como ciudad cabecera.

Además de estos lugares descriptos, Gálvez y Riveros hicieron foco en el remozado Club El Progreso, un edificio con el sello de la belle époque porteña; también en la Recoleta a la que describen como "un lugar distinto desde sus orígenes, que estaba separado de la pequeña ciudad por un zanjón y unido por un frágil puentecito, donde finalmente surgió el cementerio”, los Valles Calchaquíes, en Salta, que florecieron en los siglos XVII y XVIII. También pasearon en sus páginas por la historia de Trevelín, considerada según dice el libro como "una réplica del Paraíso Terrenal, un valle encantado enmarcado entre montañas nevadas y rodeado por el río Futaleufú, territorio chubutense donde llegaron los galeses" y el Valle de Uco en Mendoza, impactadas por el trabajo alrededor de la uva desde 1555. Finalmente proponen pasar por los "tesoros” de la Patagonia, los imperdibles glaciar Perito Moreno, el Lago Argentino y la cueva de las manos pintadas.