Los espacios verdes pueden incluir bosques, parques con carriles para peatones o ciclistas, barrios arbolados o jardines comunitarios. Dar respiro a las zonas urbanas congestionadas. Dan la oportunidad a las personas para caminar, estirarse, respirar aire puro y relacionarse con la naturaleza.

Hay pruebas científicas que demuestran que los espacios verdes pueden mejorar la salud ahora y a largo plazo. Un nuevo estudio realizado por investigadores del Reino Unido y los Estados Unidos demostró que los espacios verdes tienen un efecto positivo en un marcador genético clave asociado a la exposición al estrés.

Significa que exponerse a los espacios verdes frecuentemente puede ralentizar el ritmo de envejecimiento de las células del cuerpo. “Los espacios verdes podrían reducir la edad biológica de una persona entre 2,2 y 2,6 años”, escribieron los investigadores.

La investigación fue publicada en la revista especializada Science of the Total Environment, y reveló que las personas que vivían en barrios con más espacios verdes tenían telómeros más largos, asociados a una vida más larga y un envejecimiento más lento. Cada telómero es una región de secuencias repetitivas de ADN en el extremo de un cromosoma.

Sin embargo, los científicos hicieron una aclaración: el efecto positivo de los espacios verdes no basta para compensar otros problemas ambientales, como la contaminación atmosférica.

Qué dice la OMS sobre los espacios verdes

La Organización Mundial de la Salud recomienda que debe garantizarse el acceso universal a los espacios verdes. Debería haber un espacio verde que mida al menos 0,5 hectáreas a una distancia en línea recta de no más de 300 metros de cada domicilio.

Sin embargo, gran parte de la población vive en ciudades que no cumplen con esa recomendación. Nuestros resultados mostraron que el 62% de la población europea vive en áreas con menos espacios verdes de lo recomendado.

Un trabajo anterior, que fue realizado por el Instituto de Salud Global de Barcelona y publicado The Lancet Planetary Health, analizó más de 1.000 ciudades en 31 países europeos. Se descubrió se podrían prevenir hasta 43.000 muertes prematuras cada año si cumplieran las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) con respecto a la cercanía residencial a los espacios verdes.

Qué beneficios tienen los espacios verdes

Se sabía que los espacios verdes reducen el estrés y la ansiedad, disminuyen la depresión, alivian los trastornos del estado de ánimo, reducir los índices de abuso de sustancias, mejoran la concentración y la atención y aumentan la sensación de calma.

En el nuevo estudio publicado en The Science of the Total Environment se revelaron pruebas de los efectos positivos en las células.

“Hay muchas investigaciones que hablan de las diversas formas en que los espacios verdes son beneficiosos, y muchas investigaciones que mencionan los efectos adversos para la salud asociados con la contaminación, la segregación racista en la vivienda y otros desafíos sociales y ambientales”, dijo Aaron Hipp, coautor del estudio y profesor de gestión de parques, recreación y turismo en la Universidad del Estado de Carolina del Norte, Estados Unidos.

“Este estudio fue un intento de cuantificar los efectos beneficiosos del espacio verde a nivel celular, y hasta qué punto el espacio verde puede ayudar a compensar los daños ambientales”, agregó.

Cómo se hizo el estudio

Para el estudio, los investigadores se basaron en datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (en inglés se conoce por la sigla NHANES) de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) correspondientes a los años 1999-2002. La encuesta NHANES es un estudio longitudinal representativo a escala nacional que evalúa la salud de la población estadounidense mediante entrevistas y exámenes físicos.

Se analizaron los datos de 7.827 personas, lo que les permitió evaluar sus datos demográficos, la longitud de sus telómeros y su lugar de residencia. El equipo de investigación evaluó la cantidad de zonas verdes en el vecindario de cada persona y su relación con la longitud de sus telómeros.

Los investigadores también tuvieron en cuenta posibles variables de confusión, como el estilo de vida, los antecedentes de salud y el consumo de sustancias. Además, los investigadores identificaron una serie de variables ambientales que podrían afectar a la longitud de los telómeros, como la calidad del aire y los mapas de barrios históricamente segregados.

“Descubrimos que cuantos más espacios verdes había en los barrios, más largos eran los telómeros – explicó Hipp-. Eso era cierto independientemente de la etnia, el estatus económico, si eran bebedores o fumadores”.

Otro de los coautores, Scott Ogletree, consideró que los resultados eran una “buena noticia”. Pero enseguida advirtió: “Cuando tuvimos en cuenta otras características de cada barrio -contaminación atmosférica, segregación o ‘privación’-, el efecto positivo del espacio verde desapareció esencialmente”.

La privación, en este contexto, era una variable global que incluía los datos a nivel de barrio sobre ingresos, educación, situación laboral y condiciones de vivienda. En otras palabras, aunque los espacios verdes parecen ayudar a proteger la longitud de los telómeros, el perjuicio de otros factores parece contrarrestar esa protección.

“Los espacios verdes son tremendamente valiosos para una comunidad, pero no bastan por sí solos para superar el racismo sistémico y los efectos de la segregación económica y los problemas de justicia medioambiental”, enfatizó Hipp. “Este estudio pone de manifiesto la idea de que crear espacios verdes en una comunidad es importante, pero es tan crucial -o más- que abordemos los daños ambientales, en particular los vinculados al racismo sistémico”.

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