La expresión “machismo” forma parte de nuestro lenguaje cotidiano y se usa para indicar la excedida condición biológica o física del hombre con respecto a la mujer; es propio en nuestra cultura y también de otros contextos sociales. En estos conjuntos sociales las principales cualidades del hombre que denotan su “machismo” se refieren a su masculinidad, a la fuerza física, la bravura, el aguante al sufrimiento, como así también a otros rasgos afines como la utilización de un lenguaje atrevido y hasta sus proezas sexuales extramatrimoniales.
Origen en la prehistoria
Antropólogos, sociólogos y también historiadores han tratado de esclarecer cual es el origen de este seudomodelo de la hombría, brindando algunas respuestas, aunque el tema de por sí es complejo y difícil de aclarar no sólo por que arranca desde los albores de la humanidad, sino también por que tiene que ver en un sentido antropológico con la cultura, concepto este muy amplio.
Las pistas acerca desde cuando la mujer quedó en un plano subordinado al hombre se remontan a la prehistoria misma. Según algunos expertos el gran cambio de las relaciones entre el hombre con la mujer tuvo lugar cuando sucedió la llamada “Revolución Neolítica” esto es cuando nuestros antepasados se establecieron en la las planicies de la “Media Luna de la Tierras Fértiles”, en Oriente Medio alrededor del año 8000 A.C.
La antropóloga norteamericana Helen Fischer apunta que con la invención del arado y la domesticación de las plantas las comunidades se sedentarizaron y la mujer perdió su antigua condición de buscadora de alimentos; así su independencia económica desapareció, ensalzándose el rol masculino, haciéndose este más significativo.
Los hombres fueron los que roturaban el suelo y salían a pelear, en tanto que las mujeres traían hijos al mundo. De ahí que la consonancia entre los sexos se transformó, ellas quedaron doblegadas y ellos dominantes.
Otros hechos culturales
El antropólogo peruano Fernando Silva Santisteban expresa que cuando las mujeres fueron desechadas de las acciones propiamente guerreras, el rol del hombre se sobredimensionó.
Esto ayudó al hombre a elevar su papel, exponiendo su vida, arriesgándola y consecuentemente la sociedad acordó y legitimó darle superioridad: él es quien lucha y quien extermina y no a la mujer que paría y criaba su prole.
Asimismo apunta el mencionado investigador, que en nuestra cultura hubo otros factores más que acentuaron la concepción del “machismo”.
A modo de muestra, por una serie de valores establecidos o por las normas de ciertas instituciones sociales como el matrimonio, las mujeres consintieron su condición de dominadas, la dominación se convirtió en el colofón de ellas, y el matrimonio sigue siendo para la mayoría de las mujeres su proyecto de vida. Esto implícitamente es una forma de reconocer su condición de subordinadas.
Por Prof. Edmundo Jorge Delgado
Magister en Historia

