Por Claudio Fantini
Periodista y Politólogo
Para el régimen residual chavista, fue una semana repleta de señales de debilidad política y debilidad militar. El Nobel de la Paz fue un escenario fenomenal para María Corina Machado. Su aventura para salir de Venezuela y llegar a Noruega, la demora en aparecer en público y el misterio que generó su ausencia en las conferencias de prensa del día anterior y en el momento de la entrega de la distinción, agigantaron la atención del mundo sobre Oslo, visibilizando aún más a la protagonista estelar.
Además, ensombreció a Nicolás Maduro y su entorno de patanes que Gustavo Petro dijera públicamente que en Venezuela debe darse un gobierno de transición, lo cual cayó como una bomba en el Palacio de Miraflores porque el presidente colombiano llevaba tiempo cerca de el régimen venezolano y ahora, aunque con otras palabra, de lo que habla es de un cambio de régimen.
También utilizando otras palabras, el dictador Aleksandr Lukashenko dio a entender que Bielorrusia podría dar albergue a Maduro y su familia si dejara el poder y abandonara Venezuela. Eso también se desprende de las frecuentes reuniones de Lukashenko con el embajador venezolano en Moscú.
Cobró fuerza la versión de que, en su diálogo telefónico con Trump, habría ofrecido dejar el poder y salir de Venezuela pronto, a cambio de que se le conceda una amplísima amnistía a él y su familia. Algo que no es fácil creer. La filtración de fuentes cercanas a la Casa Blanca podría tener por objetivo generar fisuras al régimen para que haya conspiraciones contra Maduro, dado que estaría negociando beneficios sólo para él y no para el resto de la nomenclatura. Un acuerdo tendría que abarcar, por lo menos, al número dos del régimen, Diosdado Cabello, el general Vladimir Padrino López, la vicepresidenta Delcy Rodríguez y su hermano, el titular de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez.
Además, no hay muchas razones para que Donald Trump no aceptara un acuerdo de esas características. Como fuere, la danza de versiones no muestra políticamente fuerte al hombretón de bigotes que multiplica sus apariciones discurseando, cantando y bailoteando para dar imagen de tranquilidad y fortaleza.
En el mismo puñado de días hubo también señales de debilidad militar en la dictadura. Que dos aviones F-18 norteamericanos hayan incursionado en profundidad sobre territorio venezolano y volado sobre puntos estratégicos durante cuarenta minutos, sin ser interceptados por los aviones rusos Sukhoy y los F-16 (comprados a Estados Unidos en la década de 1980) para empujarlos fuera de su espacio aéreo, fue una muestra de debilidad de la fuerza aérea venezolana. Los F-18 volaron cerca de Maracaibo, la segunda ciudad más importante del país caribeño, después de Caracas, y sobrevolaron en el estado de Falcón puntos repletos de baterías antiaéreas S-300 y Buk, también aportados por el gobierno de Rusia. Pero en ningún momento se temió que abrieran fuego contra las naves intrusas.
Tampoco salieron navíos militares venezolanos a recuperar el gigantesco buque cisterna repleto de petróleo que fue interceptado e incautado por las naves norteamericanas apostadas en el mar Caribe, frente a las costas de Venezuela.
El dispositivo naval desplegado por Trump está pudiendo golpear y provocar sin que haya respuesta militar chavista. Como si nadie quisiera en el régimen hacer un movimiento que la Casa Blanca pueda usar como detonante de un ataque masivo desde el mar, o el inicio de un desembarco sobre tierra firme.
Mientras la tensión muestra sólo posibilidades de escalar, se confirmó que el presidente de Brasil tuvo una conversación telefónica con Nicolás Maduro.
Lula da Silva no reconoció el resultado de la elección del año pasado. Aunque tampoco retiró a su embajador de Caracas, tuvo gestos hostiles hacia el régimen chavista, como no apoyar la propuesta presentada por Rusia y China de incorporar a Venezuela en el grupo de los BRICS.
No trascendió lo que hablaron ambos gobernantes, en el primer contacto desde la fallida elección del año pasado. No obstante, es difícil imaginar que el líder brasileño se haya comprometido a dar apoyo militar o esté dispuesto a encabezar una resistencia política regional, si hubiere un ataque norteamericano. Por lo tanto, es más fácil pensar que Lula exhortó a su interlocutor a buscar una solución negociada. Y esa posibilidad no existe con Nicolás Maduro manteniéndose en el despacho principal del Palacio de Miraflores, con el general Vladimir Padrino López al frente del ejército venezolano y con Diosdado Cabello amenazando por televisión con su garrote de los Picapiedras.

