Presidentes, miembros de la realeza y una multitud de fieles le dieron su último adiós ayer al papa Francisco en una solemne ceremonia fúnebre, donde un cardenal afirmó que el legado del pontífice de cuidar a los migrantes, los oprimidos y el medio ambiente no debe morir con él. El presidente de EEUU, Donald Trump, que se había enfrentado al papa por esos temas, aplaudió el paso del ataúd en la enorme plaza de San Pedro.
Al otro lado de las filas de los dignatarios extranjeros se sentaron los cardenales que deben elegir decidir si debe continuar con su impulso por una Iglesia más abierta o ceder ante los conservadores que quieren volver a un papado más tradicional. El pontífice argentino, que había dirigido la Iglesia católica durante 12 años, falleció el lunes a los 88 años tras sufrir un derrame cerebral.
‘Rico en calidez humana y profundamente sensible a los desafíos actuales, el papa Francisco compartió verdaderamente las ansiedades, los sufrimientos y las esperanzas de este tiempo’, dijo el cardenal italiano Giovanni Battista Re, quien presidió la misa funeral.
La multitud, que abarrotaba la plaza y las calles de los alrededores, rompió en aplausos cuando Re habló del apoyo de Francisco a los inmigrantes, sus constantes llamamientos a la paz, la necesidad de negociar para poner fin a las guerras y la importancia de abordar el cambio climático.
Volvieron a aplaudir con fuerza al final de la misa, cuando los portadores levantaron el ataúd y lo inclinaron ligeramente para que más gente pudiera verlo.
Las vistas aéreas del Vaticano durante el funeral mostraban un mosaico de colores: el negro de las vestimentas de los líderes internacionales, el rojo de las vestiduras de unos 250 cardenales, el morado de algunos de los 400 obispos y el blanco de los 4.000 sacerdotes asistentes.
El Vaticano calcula que más de 250.000 personas asistieron a la ceremonia, que duró dos horas.
Después del funeral, mientras las grandes campanas de la Basílica de San Pedro doblaban en señal de luto, el ataúd fue colocado en un papamóvil descubierto y conducido a través del corazón de Roma hasta la Basílica de Santa María la Mayor.
Francisco, que evitó gran parte de la pompa y el privilegio durante su papado de 12 años, había pedido ser enterrado allí en lugar de en la cripta de San Pedro, que es el lugar de descanso tradicional para los papas. El entierro se llevó a cabo en estricta privacidad.
El papamóvil salió del Vaticano por una entrada lateral a pocos metros de la casa de huéspedes Santa Marta, donde Francisco había elegido vivir, en lugar de los ornamentados apartamentos renacentistas del palacio papal. Unas 150.000 personas, según las estimaciones de la policía, recorrieron los 5,5 Km de la ruta hacia Santa María la Mayor. Gritaron “viva el papa” y “adiós, Francisco” mientras la procesión recorría los monumentos antiguos de Roma, incluido el Coliseo.
La muerte de Francisco dio paso a un periodo de transición meticulosamente planificado por el jesuita argentino, marcado por rituales ancestrales, pompa y luto.
> Aplausos y coros
Hubo aplausos cuando el ataúd, con una gran cruz incrustada, fue sacado de la basílica de San Pedro y llevado a la plaza bañada por el sol por 14 portadores vestidos de negro. El féretro del Papa fue colocado sobre una alfombra frente al altar, con el libro de los Evangelios encima. En el funeral, los coros entonaron himnos en latín y las oraciones se recitaron en varios idiomas, como italiano, español, chino, portugués y árabe.
El simbólico abrazo con Meloni
En un gesto cargado de simbolismo, Javier Milei y la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, se fundieron en un abrazo durante el funeral del papa Francisco en el Vaticano.Ocurrió durante la misa exequial en la Plaza de San Pedro.
> El dolor de los romanos en la ciudad eterna
Los romanos vitorearon, aplaudieron y lloraron ayer mientras veían cómo el sencillo ‘papamóvil’ blanco y descapotable transportaba el féretro de Francisco desde el Vaticano hasta el lugar elegido para su entierro, en el corazón de la Ciudad Eterna.
“Muerto un Papa, se creará otro”, dice un conocido y bastante cínico proverbio romano, pero para muchos ciudadanos de la capital italiana el Papa Francisco será casi insustituible.
Bajo un sol primaveral abrasador, lugareños y turistas se sentaron en los escalones de las iglesias, abarrotaron las aceras y se asomaron a las ventanas y balcones al paso de la comitiva.
Francisco no era un pontífice cualquiera para los ciudadanos de Roma, a la que adoptó como su hogar desde que fue elegido en 2013, y que también le adoptó a él. “Era uno de los nuestros”, dijo Giovanna Maialetti, una devota católica que estaba entre los miles de personas que se alineaban en las calles mientras Francisco hacía su último viaje.
“Los romanos le adoraban. No me importaba de dónde fuera, era el Papa de nosotros los romanos, del mundo”, dijo Maialetti, de 85 años.
> Pura emoción en Argentina
Los argentinos despedían al papa Francisco con una emocionante y multitudinaria misa al aire libre en la histórica Plaza de Mayo en pleno centro de Buenos Aires, frente a la catedral donde se desempeñaba como arzobispo antes de ser electo pontífice en marzo del 2013. Varias pantallas gigantes y ornamentaciones de recuerdos resaltaban la figura de Jorge Mario Bergoglio, un hijo de inmigrantes italianos nacido en Buenos Aires en 1936 y que marcó la historia en defensa de los pobres como primer papa Latinoamericano.
Fotos del papa, flores blancas con banderas argentinas y papales se destacaron en la soleada mañana porteña, donde desde un elevado altar montado en la plaza el actual arzobispo porteño Jorge García Cuerva dio la homilía. Hubo asistentes que pasaron la lluviosa noche en los alrededores para ocupar los primeros lugares.