Darío Barassi está en un buen momento laboral, con papeles en tiras televisivas del prime time, como el  novio de Jimena Barón en "Quiero vivir a tu lado", un rol estable en el programa "Net" de Fox, y su aparición cinematográfica en la versión latina del filme animado "Emojis", que se estrena el jueves y donde le pone la voz al emoticón "Popó".

A pesar de esta situación y de no criticar ni juzgar las famas ocasionales de las redes sociales, Barassi sostiene que prefiere "a formación a las tendencias", que no se puede quedar en que es un gordo simpático, y asegura que como actor tiene que estar preparado ‘para una película en el exterior o para volver al off.

En "Emojis", la nueva cinta animada de Sony Pictures, el actor le pone la voz a "Popó", el emoticón de la caca que aparece en el celular y que acompaña a otros como "Hi-Five" (Choque los cinco) o "Gene" (emoji escéptico), protagonista del filme.La película narra la historia de "Gene", quien no puede mantener un solo gesto y pone en jaque la vida de la aplicación de emoticones dentro del celular de un adolescente, quien necesita del buen funcionamiento de su teléfono para interactuar con sus amigos.Dirigida por Tony Leondis, "Emojis" toca temas recurrentes de las películas animadas, como la fidelidad, la amistad y el amor, pero, también temas más modernos como la nueva era de la comunicación desatada por Whatsapp, Telegram y Facebook Messenger, entre otras aplicaciones.

"Yo vivo atado al celular y hay algo que me identifica con la película. El celular y las redes las uso por diversión y por trabajo. Soy adicto a los audios y emoticones, pero no soy de escribir mucho en el celular porque tengo los dedos grandes (risas)", comentó Barassi, que nació en San Juan y dejó su provincia para venir a Buenos Aires a estudiar abogacía, aunque siempre supo que lo suyo era el entretenimiento.

- ¿Creés que se está terminando la comunicación directa entre las personas con la aparición de las nuevas tecnologías?

- Hay maneras y maneras de tomarse estas temáticas. No creo que se esté terminando, sino que tiende a modificarse. Es una manera simpática y novedosa, la cual, a veces, por miedo a lo distinto y lo moderno se tiende a criticar de más. Con mandar un corazoncito o una sonrisa está la intención de decir que querés a alguien.

- ¿Y no se pierde un poco la escritura?

- La realidad te expone a esta situación y me tengo que subir a la ola para poder comunicarme con, por ejemplo, mi sobrino. Yo soy mucho de las agendas y de escribir en papel, pero eso convive con el celular. Hay que ver las cosas con más humor y liviandad.

-¿No creés que las redes sociales hacen que la inmediatez tome relevancia, generando "influencers" sin contenido?

-Al que tiene 2 millones de seguidores le tengo que reconocer que algo tiene para mantener la atención. Yo puedo hacer un video en Instagram con contenido y que pase desapercibido y después subo otro bostezando a la mañana y es furor. No lo puedo juzgar, lo respeto y lo entiendo. Trato de equilibrar eso. Veo cosas de gente que llena teatros y es muy popular, pero que su contenido no me gusta. No lo veo mal y está muy bien que hagan empresa de eso. Lo importante es sostenerlo en el tiempo, y ahí es fundamental la formación.

- ¿Cómo sería eso?

- Yo no creo en la tendencia. Si estás bien plantado, sabés que te tenés que formar. Yo tengo que seguir estudiando y haciendo seminarios, no me puedo quedar en que soy un gordo simpático (risas). Eso pasa por tener que volver al off, pero también en tratar de pegar una película afuera. Si querés vivir el momento, relajate. Pero si querés hacer una carrera, no te podés quedar.

- Pero la popularidad también juega un rol importante.

- Sí, obvio. Yo disfruto del arte dramático en sí, más allá de la popularidad. Hice mucho teatro off que venían a ver familiares y amigos y la experiencia es riquísima. Me formó no sólo como actor, sino como persona. También es cierto que la popularidad hace que pueda tener más trabajo. Hoy, por suerte, frente a la falta de ofertas también uno puede generar su propio contenido.

- ¿Eso se relaciona con la incertidumbre del medio?

- Sí, se siente la inestabilidad en esta profesión. Tengo muchos colegas talentosos sin laburo y veo a otros y me pregunto: ‘¿qué hace este ahí?‘. Yo siempre que puedo, les doy la mano porque soy una agradecido de las oportunidades que tuve. Pero también creo que hoy el que no tiene lugar en el medio, pero es talentoso, tiene las opciones para mostrarse. La autogestión tiene un alcance que antes no tenía. No hay que plancharse.

- También sos abogado. ¿Costó largar la abogacía para dedicarse al arte?

- Mi madre está feliz con ese diploma que tengo colgado en la pared (risas). Soy abogado en lo empresarial y económico, con un promedio 9 y pico en la UBA. Era un nerd absoluto. Pero el paso a la actuación no lo transité como un peso. La carrera fue una exigencia de mi familia para bancarme estar en Buenos Aires, aunque siempre hice teatro y sabía que por ahí iban mis inquietudes. De todas formas, valoro el título y sé que es una tranquilidad por si esto no funciona (risas).

Fuente: Télam