Durante todo el año pero aún más en Semana Santa, cuando se acostumbra visitar los templos, los fieles contemplan con más detenimiento el interior de iglesias, capillas y parroquias. Y más de una vez quedan sorprendidos por murales, esculturas o pinturas, sin saber quiénes están detrás de esas obras. 

Recuerdan los memoriosos que históricamente estas imágenes venían de Europa, especialmente de España e Italia. Luego vinieron los propios artistas y con el tiempo, empezaron a producirse en santerías del país -algunas muy famosas en Córdoba o Buenos Aires- que ya se habían hecho de molderías para producir réplicas. Sin embargo, no son pocas las realizadas por artistas visuales sanjuaninos. Algunas de antigua data (pocas), otras actuales; de envergadura o más modestas, el talento de los creadores locales quedó plasmado entre esas paredes o muy cerca de ellas. En general fueron trabajos por encargo, algo común en el arte religioso, aunque hubo quienes pusieron manos a la obra impulsados por su profunda fe. En ese corpus -que los terremotos afectaron severamente- pueden hallarse recreaciones de populares estampas y también motivos que, a partir de una consigna dada, ostentan una atractiva impronta personal. 

Pero los artistas sanjuaninos no sólo crearon obra, sino que también restauraron la ya existente, un desafío nada menor. Es que como subrayan, no se trata de tapar un agujero con yeso o pintura, sino de pararse con respeto frente a la pieza, investigar y obrar buscando acercarse lo más posible a cómo la concibió su autor. Lamentablemente, a diferencia de lo que sucede en otros lugares del mundo, hay muy poco registro o archivo de las obras de arte locales que habitan los templos sanjuaninos. El testimonio oral de artistas, familias que atesoraron algún documento, sacerdotes que se involucraron y feligreses es fundamental a la hora de rescatar y preservar la historia de estas producciones, que son un patrimonio artístico-cultural valiosísimo y que bien puede sumar al turismo religioso de San Juan. 

Como primera aproximación a este rico y dinámico universo que no había sido abordado en su conjunto, y que sin dudas se extiende a los lugares más recónditos de la provincia, esta entrega pretende visibilizar y difundir la obra y sus autores. 

Nuestra Señora del Carmen. Angaco

 

"El Padre Lona no tenía iglesia y le dije ‘Se la vamos a hacer nosotros’. Sin cobrar un centavo armamos una iglesia donde no había nada. Era una construcción vieja que tenía costillas ojivales, la elegimos por eso. Nunca trascendió, nadie se da cuenta el valor que tiene. Es una obra humilde pero de mucho valor", cuenta Leonor Rigau de Carrieri, entonces al frente de Tornambé (UNSJ), que tomó este trabajo junto a las entonces jóvenes profesionales Eneida Roso, Ana María Zibarelli, Cristina Camenforte y Estela Milán. Fue en los ’80 y llevó varios meses. 

Trepada al andamio (foto), Leonor hizo el mural de la patrona de la parroquia, que abajo tiene viñedos. "No hay una intención plástica personal, está referida a una estampa convencional, para que fuera reconocible y no resultara extraña al pueblo", contó a DIARIO DE CUYO la artista, que -dato en mano- se fue a Mendoza, donde había un depósito de venecitas que no se habían aprovechado y se las donaron. "Está toda ‘bordada’ en venecitas. Hacía el dibujo sobre papel, pegaba las baldocitas y estampaba sobre el cemento fresco, trepada en un andamio improvisado a 9 metros de altura. Muchas se saltaban y había que volver a pegar", rememora. 

Debajo de la Virgen, un Cristo crucificado muy especial, que rescataron de un arcón en la Cripta de la Catedral. Estaba lleno de brea, lo lavaron y "nos encontramos con un encarnado original, trabajo que se hacía en España en el 1900. Debe ser de las obras más antiguas que hay en San Juan y de mayor valor. Le hicimos la cruz de nuevo. Es un Cristo español del 1900, de muy buena talla, no sé cuántos habrán entrado aquí", agregó Leonor.

Otra de las joyas de esa parroquia, en la que también hicieron las rejas del coro, son las puertas de ingreso, de las que se ocupó Roso. "Fueron realizadas en chapas de bronce, con un procedimiento artesanal, grabado primero el diseño con ácido y luego repujado. Tuve la importante colaboración de Adela Cortínez de Suárez Jofré, grabadora, que me asesoró en grabar las chapas. Y en cuanto al tema, son escenas de la vida de la Virgen, basadas en la iconografía tradicional española de los siglos XIV, XV y XVI", precisó.

 

 

Basílica de Nuestra Señora de los Desamparados

 

"La actual Basílica comenzó siendo una iglesia parroquial que reemplazó a la construida por los jesuitas, que había sido destruida por un incendio en 1917", relata la profesora Silvina Martínez. El nuevo templo fue consagrado en 1919 e incluía un altar diseñado por Nello Raffo, realizado en mármol de carrara y cuya talla hizo su padre, que era cantero. No fue colocado en esa fecha, se supone que eso se hizo sobre los años ’30, ya que por entonces Raffo estaba perfeccionándose en Europa. Lamentablemente, la obra de Raffo no tuvo larga vida: en 1944, el feroz terremoto dejó abajo a medio San Juan, incluido el templo. A posteriori, concurso mediante, fue el importante arquitecto italiano Ernesto Puppo quien ganó con su proyecto la construcción del actual edificio de la Basílica, que fue inaugurado en 1958 (aunque no se usó plenamente hasta 1962). Es en esta construcción donde se lucen el gran frontispicio que data de 1956 (se puede contemplar desde afuera, es la fachada de la basílica, está en altura y tiene 11 metros de largo); y el moderno altar, ambas obras de Miguel Ángel Sugo, de quien el Museo Provincial de Bellas Artes Franklin Rawson prepara -junto a Silvina Martínez- una gran retrospectiva. 

Nacido en Uruguay en 1912 y fallecido en 2003, Sugo se radicó en San Juan a fines de los ’40, tras ganar el concurso nacional para realizar el monumento a Juan Jufré. Dedicado y prolífico escultor, dejó una importante cantidad de obras en la provincia, entre las que se cuenta -en la línea del arte religioso- la estatua del salesiano Padre Garbini ubicada en la Diagonal Don Bosco, frente a la Parroquia de María Auxiliadora, en Capital. 

María del Rosario de San Nicolás. B¦ Las Heras

En el interior de la parroquia, hay una obra que Emilio Moya realizó con colaboración de Alberto Sánchez Maratta. "Sí, podría decirse que son vitrales que llevan imágenes en vidrio esmerilado, escenas o pasajes de la vida de Cristo", comentó Moya a DIARIO DE CUYO. "Están grabadas en cristales espejados. Donde se graba la escena en sí es como si fuera la hostia, y en un diseño como si fuera un copón. Cada escena está en una hoja de una ventana, a los costados del altar central. Hicimos por ejemplo la multiplicación de panes, el lavado de pies, la crucifixión y la resurrección, entre otras. No es vía crucis", apuntó el artista y arquitecto, que ha realizado también sagrarios y pilas bautismales para otras iglesias.

Capilla de la UCC. Rivadavia

Alberto Sánchez Maratta junto a José "Pepe" Vilanova (uno de los máximos exponentes locales de la cerámica y la escultura, fallecido en 2016) hicieron un vía crucis para la capilla de la UCC, a fines de los 90. "Fue encargo de la Católica. Pepe se hizo cargo de la parte técnica, el diseño general, los marcos, esmaltado y cocción de unos medallones que enmarcan relieves que yo hice". Trabajados en cerámica, Sánchez se ocupó de la parte figurativa.

"Tomé idea de relieves y pinturas del románico catalán. Son alto relieves. Cada pieza tiene unos 60 cm en total", contó. El artista relató que llevó varios meses poder colocarlos en los muros de la capilla, ya que ensamblar todas las piezas fue un trabajo muy delicado que hizo Vilanova, en cuyo taller trabajaron.

Capilla del Opus Dei. Capital

 

El altar de la capilla del Opus Dei en la sede de los varones, registra el aporte de Estela Milán, la artista sanjuanina que fue recomendada y convocada para hacer ese trabajo, tan colmado de detalles que requiere ser muy minucioso. La obra -tallado y color- comenzó entre 2016 y 2017, rememora Milán. "Estaba armada en parte, con algunos relieves en madera, que estaba muy virgen, por eso también demandó su tiempo. Había algunas tallas empezadas, que tuve que finalizar y hacer otras. Terminé por ejemplo las caritas de los ángeles e hice pintura al óleo a la madera, con restauración del color y el dorado a la hoja del sagrario", contó la artista, quien explicó que "hay un artesano escultor que las hace, todas iguales, para las diferentes sedes del Opus que hay en otras provincias. Él las empieza y luego en cada provincia adonde va la obra, se busca a alguien que termine ese trabajo".

Casi dos años le llevó concluir esa obra, un altar de aproximadamente 10 m de largo por 3,50 o 4 m. de alto. "Ocupa toda la pared del altar de la capilla", anotó Milán.

 

Santuario de Fátima. Rawson

La instalación que embellece el altar del Santuario de Fátima es de Mirta Romero, confeccionada en madera, hierro batido y soldado y vitrofusión.

"Las maderas que usé son maderas de techos de bodegas y de casas, que me donaron. La ‘cruz del milagro del sol’ fue una donación de madera muy buena, aunque también había otras llenas de clavos y tornillos que me iba encontrando a medida que iba tallando", relata la escultora, que fue convocada por el arquitecto Daniel Esquivel a una reunión con la comisión, ya que consideraban que era la indicada para hacer esa obra; y le dieron total libertad.

"Estaba sola trabajando, con palomas y lauchas y por ahí el cura que venía a verme trabajar. Llevaba todo en mi taller ambulante, que era el auto, y me quedaba hasta la noche con luz portátil. Lo único que sí hice en casa fue el Cristo, de 2,70 m, y luego lo llevamos", amplió.

En octubre de 2020 esa obra, a la que bautizó "El milagro del sol", cumplió 10 años ante los ojos de los feligreses. Tal como se publicó en DIARIO DE CUYO para ese aniversario, "la campiña con sus animales, el pueblo, el anuncio del ángel a los pastorcitos (con sus rosarios en las manos), la aparición de la Virgen, la cruz despojada y el Jesús resucitado de brazos abiertos para recibir a su rebaño, la multiplicación de los panes y de los peces (algunos tallados en la madera y otros conjugando un móvil que, con luz, parecen nadar dentro del río), el cáliz con el cuerpo de Cristo, el paraíso… todo está presente, con esmerado detalle, en esta composición que se conjuga también (y tan bien) con la naturaleza, porque sus zonas vidriadas juegan con las luces del día y la noche".

 

Capilla Virgen de Pompeya. Angaco

Arturo Sierra se ocupó de embellecer esta capilla, con un gran mural en forma de U y un Cristo que se recorta contra el cielo, entre 1998 y el 2000, a pedido de Teresa Picón, quien lo contactó. Hizo diseños, presupuestó y fue aprobado. 

Afuera, un Jesús resucitado de estilo medieval, realizado en cemento con estructura de hierro, parece dar la bienvenida al interior, donde se luce el mural. "La idea fue mía. Sí me pidieron que hiciera alusión a agricultores, ya que Nuestra señora de Pompeya es patrona de los agricultores, por eso hay escenas de viñas, de vendimia. Pero hacia arriba el cielo se transforma como en una noche, hay estrellas y galaxias, que es muy de la temática mía. Está pintado en látex como fondo y ajustes de detalles en óleo.

El altar estaba pintado verde, así que le di pintura nueva, más celestial. También restauré los dos ángeles del frente, en celestes y dorados, muy delicados. Yo me iba a la parroquia con todas mis cosas para trabajar, pero a los ángeles me los traje, los tuve dos años en mi casa", describió Sierra, quien ha realizado varias restauraciones de imágenes religiosas y también es el creador -junto a Mario Pérez y Eduardo Esquivel- de la Virgen del Líbano que está en Rivadavia, cerca de la ex "hostería de Zonda". Entre otras cosas, en el ’96 fue el único de Cuyo en obtener una distinción en la Bienal de Arte Sacro y su obra se expuso en el Palais de Glace.

 

Nuestra Señora de Guadalupe. Capital

"En la parroquia de Guadalupe pintamos con mi esposa Elizabeth Leguizamón la Virgen de Guadalupe. Es un gran mural que tiene un tamaño de 5 metros de alto aproximadamente y está ubicado en el muro oeste del frente de la parroquia. Está pintada con esmaltes al agua sobre chapa", contó a este medio Claudio Domínguez, quien se basó en la iconografía tradicional para su diseño. La dupla también es la responsable de otra obra que está en Guadalupe, en el interior: una pintura sobre Juan Diego (el indio chichimeca que presenció la aparición de la Virgen de Guadalupe) realizada en acrílico sobre la pared, en estampas. "Está en la sala anterior al templo. El mural acompaña una escultura de una Virgen, que no es obra mía", agregó. Esa obra se realizó en 2020, fue un trabajo por encargo, se ha convertido en un ícono de la parroquia y es una de sus obras más importantes, según Domínguez, quien relató que desde adolescente ha pintado obras varias para la parroquia de Cristo Rey de Caucete, "principalmente varios de los murales-telones que se usan en la novena de Cristo Rey de noviembre".

 

Nuestra Señora del Rosario de Andacollo. La Bebida

Al ingresar a la parroquia, es imposible no levantar la vista y quedar atrapado en esa imagen celestial. Se trata de la obra "Motivo Eucarístico", de 9×8 metros, pintada por el artista español radicado en San Juan Miguel Marín Ibañez, nacido en Valencia el 29 de marzo de 1888. La obra, que es un conjunto de paños, se hizo para la nueva Catedral de San Juan, pero nunca se instaló. 

"Se la encargaron para el techo de la cripta de la Catedral, mi tío sólo cobró los materiales, pero monseñor Sansierra dijo que no pegaba con el estilo que tenía, así que durante años estuvo guardada en cajas de madera, hasta que decidieron ponerla en La Bebida", explicó a DIARIO DE CUYO Aída Alonso Marín, sobrina nieta del pintor, quien agregó que la invitaron cuando lo inauguraron en La Bebida, cree que hace unos 30 años, aunque no lo recuerda exactamente. 

Su primo Gerardo Marín, nieto del artista, recuerda también que fue exhibido para una Fiesta del Sol en la Casa España, espacio que atesora otras obras suyas. Lo armaron en el piso y la gente subía y lo miraba desde los balcones, para apreciarlo en todo su esplendor. De hecho hay folletería que refrenda ese recuerdo y data el año de esa exposición: 1972. 

Ambos coinciden en que, para pintar los querubines, Marín Ibañez se inspiró en cinco de sus nietos, proyectando sus caritas en su pintura. 

"Es muy bueno que se dé difusión a esto porque como no hay archivos de nada, cualquiera le pone cualquier historia. Hace un tiempo fuimos y nos dijeron que lo había hecho hace unos años un pintor chileno y el párroco tenía como válido ese dato, imagínese ¡Y era mi abuelo!", expresó Gerardo. 

"Yo estoy en deuda porque he dicho que voy a hacer un cuadrito con la biografía y descripción, porque cada uno dice cualquier cosa", acotó Aída, inquieta también porque le comentaron que intervinieron el lienzo para colocar unas luminarias.

 

Nuestra Señora de Andacollo. Rawson

Los grandes murales que flanquean la cruz en la Parroquia de Villa Krause pertenecen a Mario Pérez, fallecido en 2018. Lo curioso, recuerdan sus hermanos María Elena y Gustavo -quien trabajó a su lado por más de 15 años- es que los realizó cuando apenas tenía 17 años, y estaba lejos de ser el reconocido artista internacional en el que se convirtió. "Me acuerdo que se subía al andamio a pintar, muy alto. Es de los aborígenes a los que se les presenta la Virgen. Era un poco más grande, pero cuando se remodeló la iglesia cubrieron algunas partes", señaló Gustavo, quien lamentó que obras de su hermano se hayan perdido, como las que hizo en un colegio de Concepción, en la Facultad de Arquitectura y en la parte antigua de Fátima. 

También aseguró que Mario -autor del Cristo de Tocota e integrante del equipo que hizo la Virgen del Líbano- no hizo obra en la Capilla del Espíritu Santo (Villa América), aunque hay quienes aseguran haberla visto. "Sí pintamos ahí, pero por afuera, a brocha gorda, con mi papá", sonrió.

 

Parroquia Nuestra Señora de Tulum. Villa Carolina

A pedido del padre José Juan García, a quien reconoce admirador de su producción artística, Mirta Romero confeccionó esa obra en vitrofusión, que está ubicada en el frente de la parroquia, en lo alto. "Es una elipse que tiene unos 2,50 m por 1,20 m aproximadamente, y que se ve tanto de adentro y de afuera, haciendo un juego con la luz del día y la noche muy bonito. Está la Virgen de Tulum y abajo hay como una destrucción, como del terremoto, un edificio colapsado y unos niños.

Dicen que ella es la Patrona de los Terremotos, y por eso tomé ese concepto", relató Mirta, quien no recuerda exactamente cuándo hizo esta pieza de vitrofusión, aunque sí está segura de que fue luego de la instalación que realizó en Fátima. "Comparada con la del Santuario de Fátima es una obra muy simple, humilde, pero muy sentida", expresó Romero.

 

Nuestra Señora de los desamparados. Albardón

Obra de Rufino Palomas, tiene aproximadamente cuatro años. Son dos capillas, al costado del altar haciendo cruz. Una es la capilla del Bautisterio y otra la del Santísimo Sacramento. Tienen unos 6 m de alto por 2 de ancho aproximadamente. Y al centro, arriba en lo alto, está el Cordero de Dios. 

"En la del Bautisterio está la figura de Dios, como entregando el Espíritu Santo, rodeado de querubines, entre nubes y rayos dorados. En la del Santísimo, hay ángeles con un texto en latín que me dio el sacerdote. Uno de los querubines tiene un racimo de uvas moscatel, por Albardón; otro tiene una azucena, que es la flor de la Virgen, otro tiene un ramo de espigas y otro un ramo de olivos; cada uno tiene algo como una ofrenda al Santísimo", relató a DIARIO DE CUYO Palomas. Están confeccionadas en acrílico y con un fijativo especial para conservarlas. "Las pinté yo solo. Cuando las hice me daba vuelta y tenía a todos mirando cómo pintaba. Yo digo que uno es un instrumento, ahí está la mano del Espíritu Santo", dice el artista de profunda fe, para quien esta fue su primera experiencia en murales. 

"El Cordero también está bien alto. Yo tenía terror cuando estaba allá arriba, así que me pusieron arneses y pedí un andamio bien grande para poder moverme. Tendría 75 años entonces, ya no estaba para treparme a una escalera", narra Rufino, para quien ese trabajo es uno de sus grandes orgullos. "He pintado varios motivos religiosos, en San Luis también… Parece que Dios me mandó a decorar iglesias (risas). Yo soy muy creyente", se definió Rufino, que había sido convocado por el padre Andrés Navarro.

 

Parroquia del Espíritu Santo. Villa América

 

 Otra de las obras de inspiración religiosa de Rufino Palomas. "Es un mural pintado y la paloma del Espíritu Santo, en relieve, en el altar. Pedí lo mismo que para Albardón, un andamio grande donde pudiera moverme hacia atrás para poder mirar. La comunidad de Villa América y Barrio Kennedy quedó encantada, y yo hice buenos amigos", narró el albardonero. Intrigado, habló de un hecho que se comenta en la zona, y es que a una hora determinada, la luz que entra por el vitral del Espíritu Santo que está al frente -"lo hizo una niña Alcalde", apunta- se posa sobre la figura en relieve del Espíritu Santo que él hizo en el interior, en el altar. "¡Es algo impensado. Dicen que cuando empieza la misa de 8, se unen la luz del vitreaux con el modelado que yo hice. Tengo que ir a verlo", promete.

 

Santa Teresita del Niño Jesús. Rawson

"Las obras de Santa Teresita las hicimos hace dos años aproximadamente con mi esposa Elizabeth Leguizamón. A lo alto del altar de la iglesia se encuentran cuatro figuras en madera, pintadas con acrílicos y barnizadas con barniz al agua y recortadas. Una es de Santa Teresita, la otra de la Virgen de la sonrisa (ambas en la parte central, de 2 m de altura cada una). Y en los costados están las del papá y la mamá de Santa Teresita (de 1,5 m de alto cada uno)", explicó Claudio Domínguez, quien sumó a la Virgen de la Sonrisa ya que "Santa Teresita tuvo una experiencia con una imagen de la Virgen cuando era niña, donde pudo ver que ella le sonreía y la sanó de una enfermedad. Luego, esto se difundió por todo el mundo", profundizó.

Afuera, en la parte alta de la entrada al templo, la dupla también plasmó un mural redondo (2,5 m de diámetro), donde figuran la santa y sus padres en el centro de la escena, y hay un arreglo floral que bordea la parte inferior, todo muy colorido. "Fue un encargo del padre Pedro, la idea la armamos entre él, la comunidad que asiste y es parte de grupos de esa parroquia y nosotros", especificó el joven artista. 

 

Cripta de la Catedral. Centro

En la Cripta de la Catedral San Juan Bautista, se exhiben varias pinturas de autores foráneos, incluso las que conforman las estaciones del vía crucis. Pero apenas se ingresa, colgadas en dos grandes muros centrales, hay de artistas sanjuaninos. Una es Proyecto para un diluvio, autoría de Arturo Sierra, un óleo sobre tela de 183 x 184 cm (foto derecha). La otra (foto izquierda) es Esperando un sueño, un óleo sobre tela del célebre artista local ya fallecido Mario Pérez, que mide 133 x 150 cm. Ambas obras de arte pertenecen a un coleccionista privado de la provincia, pero se exhiben hace tiempo allí en calidad de préstamo. "Y quizás sea por tiempo indeterminado", acotó Sierra, complacido de tener una creación suya exhibida en el principal templo de la provincia.

 

Parroquia San Francisco de Asís

Los vistosos portones de ingreso al templo de San Francisco de Asís fueron, en su totalidad, confeccionados por Cristina Camenforte, lo mismo que el tallado del ambón en el interior de la parroquia. Fue parte de una obra más amplia, que incluyó por ejemplo el Sagrario, y que se financiaron con recursos de las asociaciones religiosas de la parroquia, la unión de Padres del Colegio, la Liga de Madres y también ayuda de la Asociación Católica Alemana Adveniat, según consta en algunos documentos. Además, doce matrimonios preparaban "miles de empanadas los domingos" para recaudar fondos y concluir con el ambicioso proyecto. 

Para las puertas, Cristina hizo dos tallas en mara, "una madera muy dúctil, muy bonita y linda para trabajarla", explicó, con temática religiosa afín a San Francisco. Las tallas tienen alrededor de un metro cuadrado cada una y están sólo por el lado exterior de las dos hojas. Concluidas, las obras en San Francisco fueron inauguradas y consagradas el día 8 de octubre de 1989 y presidió festejos Monseñor Ítalo Severino Distéfano. 

 

Parroquia Nuestra Señora de Luján

Ana María Zibarelli y Cristina Camenforte (foto de la derecha) se ocuparon de la talla de los portones de la Parroquia de Luján. "Están realizadas en madera de cedro con figuras icónicas del cristianismo, como son el cordero y la flor de liz, ordenadas en una composición en damero", explicó a DIARIO DE CUYO Zibarelli, quien también intervino la pila bautismal de San Francisco con glasiris, junto a Eduardo Cercós; y restauró con Beatriz Dorgan grandes figuras del Señor y Señora del Milagro, hechas en madera, en una iglesia de Concepción. 

"No estoy muy segura pero creo que las tallas de Luján las hicimos en los ’80. Todas estas obras salieron como proyectos del Tornambé, Centro de Creación de Artes Visuales y Museo. La tarea de extensión a la comunidad fue un objetivo muy relevante siempre", destacó la artista, que agregó que "siempre fue por pedido de autoridades eclesiásticas" y con libertad para la creación. 

 

 

RESTAURACIONES

 

El trabajo de restauración es frecuente en la provincia. Si bien en un comienzo las obras eran enviadas afuera o llegaban especialistas, poco a poco -y gracias a capacitaciones del MPBA Franklin Rawson y del CFI)- artistas locales comenzaron a especializarse. Se trata, contrario a lo que varios pueden pensar, de una tarea delicada. "Hay que tener muchísimo respeto antes de colocar el pincel, hay que hacer toda una investigación, ver color, técnica, textura… no es pintar a ojo, no es lo que cualquiera quiere o le parece, hay un porqué", dijo con énfasis Estela Milán. 

Actualmente, muchos artistas sanjuaninos se ocupan de restaurar obras, privadas y públicas. A continuación sólo algunas de ellas. 

Estela Milán fue la responsable de restaurar el Cristo de entrada a la cripta y la Virgen Pobre, ambos de la Basílica de los Desamparados. Primero fue la Virgen, que trajeron en 1890 los valencianos a San Juan. En medio de ese trabajo (foto arriba) se enteró que uno de los que contribuyó a su llegada fue su propio abuelo, "así que con mayor alegría hice ese trabajo", dijo. "Faltaban alas a los ángeles, el manto estaba casi sin color y los dibujos desgastados". En cuanto al Cristo, de 2,20 m, "me lo llevé al taller, le faltaba una mano y parte del pie. Lo armé, saqué la pintura con emulsión asfáltica, lo pinté entero y restauré la cruz", contó. 

La imponente Virgen de la Merced que se encuentra en la parroquia de Caseros y Rivadavia fue restaurada por Analía Russo, hace ya varios años. 

Varios memoriosos recordarán el mural que estaba en el altar de la Parroquia María Auxiliadora (Colegio Don Bosco). Durante décadas esas escenas bíblicas acompañaron a los fieles. Fue restaurado por Estela María Belvideri (fallecida en 2004), entre 1987 y 1988 (foto), pero tiempo después lo borraron. Actualmente (derecha) no hay rastros de ese mural. 

 

Analía Russo también restauró el arcángel Rafael, que todavía se exhibe en la Capilla San Nicolás de Tolentino (Albardón), que es patrimonio arquitectónico-cultural, comentó, ya que es una capilla muy antigua. Fue convocada por una arquitecta hace unos 5 o 6 años. "Estaba muy dañado, así que prácticamente fue a nuevo. Nos guiamos por fotos".