Estrecho colaborador del prestigioso escenógrafo y director de ópera Roberto Oswald que falleció en 2013; Anibal Lápiz pisó por primera vez San Juan como régisseur de Tosca, la composición musicalizada por Giacomo Puccini con libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa, que se pondrá el próximo 29 de noviembre, 1 y 2 de diciembre, a las 21, en el Teatro del Bicentenario. 

En esta coproducción del Bicentenario y el Teatro Colón de Buenos Aires, Lápiz tiene a cargo la dirección escénica de la puesta que cerrará la temporada operística de la sala, que lo deslumbró. Según declaró a DIARIO DE CUYO, en un break de uno de los ensayos con solistas, coros y orquesta, Lápiz describió al complejo como “una maravilla”. 

– ¿Qué es lo que destaca de este teatro?

– Lo conocía por fotos, únicamente. Más allá de la arquitectura y el aspecto, es muy buena la organización y se trabaja muy bien. Yo no sabía con qué me iba a encontrar. Por supuesto, hay cosas a mejorar, pero es lógico, está transitando recién su vida.

– ¿Qué habría que mejorar?

– Los horarios, la puntualidad de la gente que es muy escasa. Pero bueno, además, me imagino que no están acostumbrados a una producción tan grande que sólo se puede hacer en una sala así, con esta embocadura.

– Y está ambientada en su contexto original.

– En esta ópera hay que respetar la época porque es un momento determinante de la historia; se habla de Napoleón, los monárquicos, los volterianos… Por eso, decidimos hacerla como corresponde. Si bien hoy se usa mucho sacar de contexto las obras…

– ¿Le gusta esa nueva corriente?

– Pienso que a algunas obras les queda muy bien y a otras no. No sé si a Tosca le quedaría bien. Esta producción tiene sus años, la hicimos mucha veces y fue aggiornada sobre la idea original, por el escenógrafo Cristian Preggo, colaborador de Oswald. Así, se reestrenó en 2016, fue mi primera puesta en el Cólon. Como gustó tanto, me dieron la inauguración de la temporada 2017 con la ópera Adriana Lecouvreur.

– Es una gran responsabilidad tener una producción como Tosca en sus espaldas…

– Todo pasa por tus manos. La puesta tiene que ver con lo que estás viendo. Luego que está hecha todo parece muy sencillo, como cuando se prepara una comida para muchos invitados una vez que ya comieron. ¿Pero todo lo previo? Acá tenemos un coro de niños que yo quiero que actúe, el coro de adultos que es algo más estático porque son parte del Te Deum y están los dúos que son muy difíciles de armar; aunque no parezca, es una de las cosas más complejas; así como el segundo acto en el que quiero que se vea mucha violencia, porque el personaje del Barón Scarpia es un ser sádico que goza con eso.

– Estas son las particularidades de Tosca…

– Sí. En definitiva, hay que seguir las instrucciones de Puccini. Siempre digo que a Puccini no le faltan ni le sobran notas ni texto. Hay veces que uno ve un libreto y dice: “¡Ay, Dios!”. Pero acá para nada, todo se va hilando y es una cosa detrás de otra hasta llegar a un final contundente.

– ¿En qué hace hincapié como director? ¿En la música? ¿En lo teatral?

– Aquí estamos al servicio de la música. No estoy de acuerdo en querer ser más que el compositor y poner la obra patas para arriba. En este caso, música y letra van de la mano. En otras piezas, uno se puede plantear qué hacer, aquí no.

– Y lo dice un experto que tiene el conocimiento de haber trabajado fuera del país.

– Con Oswald tuvimos una sociedad artística, porque yo le dije que de asistente no. Y ni bien empezamos, arrancaron los contratos en el extranjero. Nuestro empujón fue Montreal, cuando nos llamaron para hacer Tristán e Isolda, fue tanto el éxito, que nos llamaron de teatros de Estados Unidos porque querían la producción y hablo de Chicago, Dallas, Washington…

– ¿Continúa trabajando en el exterior?

– Sí, claro. Cuando me llaman, voy. Yo estudié y me recibí en el Colón, que es mi segunda casa. Es más, el año que viene vuelvo abrir el año y será con Aida en el festejo de los 104 años de su inauguración, en mayo. Pero soy independiente, siempre fui un artista invitado, me gusta la libertad…

– Aunque tiene sus riesgos…

– Y sí, puede haber trabajo o no. Uno tiene una elección en la vida, no puede andar a caballo de las cosas y acá estamos. Creo que voy para 45 años de carrera…

 

– ¿Es su pasión?

– Pisar un escenario y uno que sea nuevo, me fascina. Si no fuera apasionado me tendría que dedicar a otra cosa, igual que si no puedo transmitir lo que siento a los técnicos y artistas. Claro que no hay que llegar al nivel de la neurosis.

– O sea…

– No me gusta eso de maltratar a la gente, tener malos modos. Estamos todos en un barco y tenemos que llegar a puerto, hasta el último de los cantantes puede arruinar un texto. En la ópera, todo el mundo es importante. No es como en el cine donde se puede rodar una escena 40 veces y elegir la mejor, aquí la música no para; entonces si uno de los artistas se olvida, debe seguir tarareando algo para no retrasar todo.

– ¿Podría vivir sin este trabajo?

– Y, me faltaría… Soy una persona muy inquieta, pero también me gusta mi vida privada que es bastante movida, como yo, y creo que es lo que llevo al escenario. 

 

Dato

Las funciones serán el 29 de noviembre, 1 y 2 de diciembre próximos, a las 21. Entradas: $100, $350, $450 y $550, en el teatro, de lunes a sábado, de 10 a 20 y online en tuentrada.com.

Foto: Federico Levato