Los expertos en espeleología comparan la cueva de Tham Luang Nang Non, la cuarta más larga de Tailandia, con una esponja. "Tiene filtraciones que hacen que el agua de lluvia inunde las cámaras y pasadizos, y no se desagote rápido porque la entrada está a cuatro kilómetros".

Con esa imagen se explica la estremecedora lucha contra el tiempo y el agua para el rescate de los 12 chicos y el entrenador de fútbol atrapados en las profundidades de Chiang Rai. Pero hay un atisbo de optimismo entre los rescatistas. Las bombas lograron bajar el nivel del agua -aunque no hasta lo ideal- y se abrió una ventana de “tres o cuatro días” antes de que nuevas tormentas aneguen la salida.

El plan podría ponerse en marcha este mismo domingo. Es que la amenaza son las lluvias monzónicas, que mostrarán su ferocidad en los primeros días de la semana que viene. Si aumentan el nivel del agua en los canales internos, no sólo complicaría la salida buceando por las corrientes, también podría inundarse el lugar en el que permanecen desde hace 15 días y quedar confinados a un espacio mínimo. Si no los tapa por completo. 

El otro punto que preocupa a las autoridades es la calidad del aire en la cueva: la cantidad de oxígeno bajó en las últimas horas hasta un 15%, cuando se estima que con 21% todos pueden respirar normalmente. 

Quien hasta el viernes era el gobernador de Chiang Rai -su remoción en medio de esta situación crítica no fue bien vista por los tailandeses- y coordinador de las tareas de rescate, Narongsak Osottanakorn, aseguró que “a partir de ahora y durante los próximos tres o cuatro días será el momento mejor para la operación de rescate”. Y agregó: “La situación de ahora mismo, en lo que respecta a la salud de los niños y los niveles de agua y aire es la mejor hasta el momento”. Pese a su salida, seguirá de cerca y rescate y, este sábado, reafirmó sus dichos. 

Además, ya se sumaron a los equipos de rescate los ingenieros de las empresas del magnate Elon Musk, para explorar la posibilidad de construir un túnel para el salvataje de los atrapados. “El agua puede llegar a ellos, lo que, en el mejor de los casos, puede reducir el espacio seco donde están a menos de 10 metros cuadrados”, dijo Osatanakorn.

Como aseguró la cadena  ABC News, a partir de un documento interno del gobierno de Estados Unidos, la Marina de Tailandia, con el apoyo de buceadores internacionales, informaron a los mandos militares del país, funcionarios del Ministerio del Interior y al ex gobernador tailandés su propuesta de operación para evacuar a los trece. Antes, lo supo el primer ministro, Prayuth Chan-Ocha.

El plan prevé que cada chico -de entre 11 y 16 años- vaya acompañado de buceadores experimentados a lo largo de los cuatro kilómetros que los separan de la entrada a la caverna. La idea es acelerar la evacuación y aprovechar que aún están presentes los niveles adecuados de oxígeno dentro de las cámaras de aire y presentan un buen estado. Al respecto, Luis Hernán Carabelli, espeleólogo argentino y miembro de los Cascos Blancos, aseguró a Clarín que en toda su experiencia jamás tuvo que bucear en condiciones tan extremas como estas. "Nunca tuve que sacarme el chaleco y llevar el tanque por delante por un pasadizo tan estrecho. Pero los chicos pueden aprender mucho más rápido que nosotros. Aunque si entran en pánico bajo el agua, sería fatal", advierte. 

Los buceadores de la Marina enseñaron a los chicos las nociones más básicas del buceo. Pero la mayoría ni siquiera sabía nadar cuando entraron en la cueva. Y vale recordar que estuvieron 9 días en la oscuridad total y sin comer, antes de ser encontrados, el 2 de julio, por dos buzos británicos. 

El 23 de junio, después de un entrenamiento de fútbol, para celebrar el cumpleaños de uno de ellos, por una aventura o para ponerse a resguardo de la lluvia, aunque se desaconseja entrar en época de monzones, los 13 dejaron sus bicicletas y se adentraron en la cueva y quedaron atrapados por la inundación.

El tramo más temido tiene forma de "U" que en su punto más estrecho apenas mide 70 centímetros de ancho por 38 de alto. El riesgo del trayecto quedó en evidencia este viernes, con la muerte de uno de los buzos voluntarios. El hombre, de 38 años, se quedó sin oxígeno en el camino de vuelta. A un buzo experimentado le lleva once horas el trayecto de ida y vuelta. Él estaba llevando tanque de oxígeno para los chicos. Una maniobra muchísimo más sencilla que la de tener que llevar a un adolescente que no sabe nadar hasta la salida de la cueva.

Fuente: Clarín