Lidia Páez tenía 51 años y hacía una vida de familia como cualquiera en su casa de Rawson, donde vivía con su esposo y sus hijos. También era una mujer particular, porque el sustento para los suyos lo conseguía en su trabajo de prostituta; se hacía llamar "Nancy". Todo indica que en eso estaba cuando la sorprendió la muerte en la madrugada del 8 de setiembre de 2000: ese día en la mañana, la encontraron boca abajo en un baldío en calle General Paz, antes de Aristóbulo del Valle, en Capital. Y enseguida se supo que no había sido un caso de muerte más: la mujer tenía un tajo en el cuello y murió desangrada. Hoy, nueve años después de ese violento final, el caso sigue sin ser resuelto.

Aún es un misterio porqué Lidia no se defendió. Porqué abandonaron su Renault 12 en el Acceso Este, sin las llaves y otras cosas de Lidia, como su DNI, su celular su cartera o el revólver que siempre cargaba.

No era una mujer mansa Lidia, porque más de una vez puso denuncias en Tribunales o en los medios cuando creía ser víctima de abusos de autoridad por parte de la policía.

Un robo, un cliente psicópata y varias hipótesis se tejieron sobre el homicidio, pero nunca se avanzó más allá de las conjeturas.