Por la zona neurálgica en la que se encontraba y el misterio, las excavaciones para buscar vestigios llamaban la atención de sanjuaninos y turistas.

En enero de 2000, una cuadrilla de trabajadores contratados para realizar obras por la empresa Telefónica de Argentina, se topó con un hallazgo sin explicación: entre 7 y 9 ataúdes de madera con restos óseos humanos enterrados en la vereda Norte de la Iglesia Catedral, a metros del kilómetro 0 y a sólo poco más de un metro de profundidad. De inmediato se barajaron diversas hipótesis y, aunque especialistas de distintas ramas analizaron lo encontrado, nunca se tuvo certeza de por qué estaban allí.

La rutinaria tarea comenzó durante los primeros días del mes. Los trabajadores debían hacer la zanja, tirar cables y volver a tapar todo. Pero su hallazgo paralizó las obras y puso a trabajar a las autoridades, que llegaron a armar una comisión para determinar la procedencia de aquellos cuerpos.

Al principio la hipótesis más fuerte era que los restos pertenecían a sacerdotes y laicos que fueron sepultados en un mausoleo que estaba en el interior de la primera Catedral, demolida por el terremoto de 1944 que, hasta entonces se suponía habían sido trasladados al cementerio.

Sin embargo, dos descubrimientos pusieron en jaque esa teoría. Por un lado, sorprendió que, según especialistas que analizaron los huesos, todas las personas enterradas tenían entre 20 y 30 años. Por otro, dos de los fallecidos murieron de forma violenta, uno tenía el cráneo perforado por un proyectil de arma de fuego y el otro, una seña similar en los huesos de la columna.

Parte de uno de los cráneas encontrados en la vereda de la Catedral.
Restos de tela hallados junto a los cadáveres y ataúdes.

Otro dato que llamó la atención fue la distribución de los restos, que estaban distantes unos de otros y no con la disposición que tendrían en un mausoleo.

Esas características reabrieron las sospechas y se comenzó a analizar la posibilidad de que, en realidad, los restos pertenecieran al antiguo cementerio San José, que funcionó al costado de la Iglesia Mayor hasta mediados del siglo XIX. Aunque también hubo quienes planteaban que se podría tratar de restos de personas que murieron como consecuencia del terremoto.

La situación generó tantas dudas que obligó a la creación de una comisión que tenía el objetivo de develar el misterio. Estaba integrada por representantes de la Iglesia, del Gobierno de la provincia, de la Municipalidad de la Capital, de la Universidad Nacional de San Juan y de organizaciones civiles.

Entre los restos, encontraron además dos clavos grandes y herrumbrados, herrajes de ataúdes, pedazos de sogas, botones de metal y de madera, además de un pedazo de borla de un casquete religioso. Además había pedazos de tela, de raso o seda.

El operativo que se puso en marcha fue exhaustivo. Se determinó que tanto las tablas de los ataúdes como los restos óseos y de otros tipos fueran clasificados en 11 cajas, de acuerdo a un croquis realizado por el arqueólogo Antonio Beorchia Nigris.

El arqueólogo Antonio Beorchia Nigris fue quien discuso la metodología de trabajo en el lugar.

Además, como metodología de trabajo, se optó por cavar lo que en arqueología es una “cuadrícula testigo”. Es decir, un rectángulo de 1 metros por 40 centímetros de ancho que se tomó de base para seguir buscando a mayor profundidad. Además, las tareas se fueron haciendo en capas de 20 centímetros, para tratar de no destrozar los restos que aún hubiera en el lugar.

Pero cuando la investigación avanzaba, los turistas se detenían a mirar y tomar fotografías de la extraña aparición y los sanjuaninos esperaban saber de qué se trataba, el trabajo generó controversia. Por un lado, la Iglesia planteaba que ya no se iba a encontrar nada, que debían poner fin a las tareas y que, de ser necesario, se instalaría una placa recordatoria en homenaje a los fallecidos que yacían en el lugar. Por otro, los miembros de la Asociación Defensa del Patrimonio Cultural Histórico de San Juan se oponían al cierre de la zanja y pedía que se siguiera buscando vestigios.

La polémica terminó menos de una semana después. Se decidió que los operarios contratados por la empresa de telefonía colocaran los cables, tal como estaba previsto inicialmente, y finalizaran la tarea. De ese modo, todo lo que aún podía ocultar la tierra quedó cubierto por una gruesa capa de cemento y baldosas.

En ese contexto, autoridades y miembros de la comisión se reunieron para definir los pasos a seguir. Determinaron que por el momento dejarían todo como estaba y, posteriormente, armarían un proyecto para rescatar otros posibles sitios donde hubiera más restos. Aunque esta tarea en sí no se llevó a cabo, sí hubo una serie de documentos que analizaron lo encontrado (leer abajo: Cementerios...). A su vez, se resolvió que los restos hallados descansaran en una urna dentro de la cripta de la Catedral.

Los resultados

A pesar de que no se logró determinar con precisión el motivo por el que los cuerpos estaban enterrados en esa zona del corazón sanjuanino, como conclusión de la investigación se redactaron  tres informes, que situaron la procedencia de los restos hacia el siglo XVIII o principios del XIX.

A su vez, los investigadores de la UNSJ que participaron en el operativo pudieron establecer datos enriquecedores del patrimonio cultural de la época. Por ejemplo, aseguraron que era muy probable que los trozos de tela encontrados adheridos a los huesos y en los alrededores de la excavación pudieran ser parte de un sudario con el que se acostumbraba a envolver a los seres queridos cuando fallecían en esa época. Y determinaron que la madera usada en los ataúdes era de palmera, una madera muy usada hace 200 años para construir muebles de todo tipo por su resistencia.

La teoría de los cementerios debajo de la Ciudad

Hay documentos que afirman que debajo de la Ciudad de San Juan hay otro San Juan oculto, ocupado por cadáveres, que fueron sepultados hace más de dos siglos. Son cementerios que se llamaron camposantos o enterratorios y estaban en terrenos contiguos a iglesias y conventos.

La precensia de restos óseos en plena Capital sanjuanina es analizada en la investigación realizada por la profesora Leonor Paredes de Scarso, quien fue parte de la comisión que analizó los restos encontrados en la vereda de la Catedral.

Según la historiadora, los cementerios de este tipo fueron 9 y la mayoría están ubicados cerca de la Plaza 25 de Mayo. La práctica que crear cementerios contiguos a los templos data del siglo XVIII y es una costumbre heredada de España. También era común hacer entierros dentro de las capillas, con la autorización del párroco.