Por Carla Coppari

Conocí a Jorge cuando estuvo en San Juan para los desfiles de moda que se realizaron en 2003 y 2004. En ambas oportunidades me eligió para pasar sus vestidos, junto a otras seis modelos locales.
Era una persona encantadora. En el primer desfile hubo un poco de desorganización en el armado del camarín donde nos vestíamos, recuerdo que cuando llegué estaba toda su ropa, carísima, en el piso sobre una sábana porque no habían preparado un perchero. El perchero nunca apareció, y armaron uno más que precario con un palo apoyado en el ángulo de las paredes del también precario gran biombo que funcionaba como camarín. No había espejo y la iluminación en esa área era pobrísima.
Pensamos que iba a maldecir a todos los que estabamos allí, sin embargo tomó la ropa y la colocó en el ‘perchero’ con un aplomo admirable. Alguien apareció con un espejo casi de mano y lo colgó con cinta en la pared.
Jamás dijo nada, ni se quejó, ni se irritó.
La ausencia de divismo y la tranquilidad con la que se movía fue lo que más comentamos quienes tuvimos oportunidad de compartir aquella tarde.
Después nos pusimos a charlar del calor de San Juan, que creo que era lo que más agobiado lo tenía.
Yo ya trabajaba haciendo moda para REVISTA OH! entonces le hice una breve entrevista. Me preguntó sobre mi trabajo de cronista y modelo y me ofreció su apoyo si quería irme a Buenos Aires, e incluso me dio su número de celular para que lo ubicara si decidía irme.
Luego lo llamé un par de veces para notas y siempre me atendió con muchísima calidez.
Creo que su sencillez fue lo que más conmovió a los que tuvimos la suerte de conocerlo en su paso por la provincia.