Se llama Verónica Dávila. Tiene 35 años y para ella, hace unos meses comenzó una nueva vida. La joven mamá llegó hace unos días a San Juan después de estar durante 10 meses, radicada en Buenos Aires, sin sus afectos, solo aferrada a la fe y la esperanza de poder conseguir un trasplante de hígado. Por eso su emoción en su relato. Porque realmente comenzó una nueva vida. “Es mucho más que una nueva vida, es aprender a valorar cada detalle del día a día”, expresa todavía emocionada.

La historia de Vero retrata la difícil situación de miles de personas que esperan por un trasplante y que incluso muchas veces, esa chance no llega y se agota la lucha. En este caso la sanjuanina nació con una patología hepática que pudo ser controlada gracias a una cirugía que recibió a los 40 días de su nacimiento. Su vida transcurría normal hasta que después de los 30 años y por un pico de estrés, se desencadenó nuevamente la patología. En los últimos años se trató en Buenos Aires, con controles anuales que afortunadamente le permitían sobrellevarla.

Todo venía bien hasta que en enero de este año le dio una infección que derivó en varios días de internación. Fue la médica tratante de San Juan quien le recomendó que debían ir nuevamente a Capital Federal ya que las infecciones iban a suceder de manera continua. Y fue así. El 15 de febrero Verónica llegó a Capital Federal para tratarse durante una semana pero la estadía se extendió porque al segundo día a la sanjuanina le dio una nueva infección y estuvo un mes internada.

Como si algo le faltara, ese mismo día su esposo Nicolás, se accidentó sufriendo una fractura en su pierna y todo se le hizo cuesta arriba para la familia teniendo en cuenta que Verónica se encontraba sola en Buenos Aires y su marido en San Juan accidentado pero debiendo cuidar a los pequeños Lara (11) y Camilo (7). “Fue todo caótico, meses durísimos porque no podían viajar para estar conmigo y él estuvo bastante tiempo esperando que lo operen, se nos vino todo junto”, expresa Vero.

La patología hepática de la chica se había agravado pero a la vez eso la hizo subir en el ranking de prioridades en la lista de Incucai para recibir el trasplante. Le dieron el alta en marzo pero lógicamente tenía que permanecer en Buenos Aires esperando que por fin ese trasplante llegue. La obra social le alquiló un departamento a dos cuadras del Hospital Italiano y fue allí donde la joven mamá espero que llegara ese gran día. Dice que fueron meses muy duros, lejos de sus afectos, si bien sus familiares viajaron varias veces, ella recién logró que la dejaran viajar a San Juan el 13 de junio. Vino a recargar energías con la fortuna que el día que regresó a Buenos Aires, el 27 a las 9 de la mañana, recibió el esperado llamado a las 11.30 horas. “Tenía control a las 12 del mediodía y media hora antes me dijeron que estaba en operativo. Fueron cosas del destino, de la vida”, comenta.

Después de los rigurosos estudios para determinar la compatibilidad y a la espera que llegara el trasplante, la cirugía comenzó a las 12 de la noche y se extendió hasta cerca de las 7 de la mañana. “Por suerte fue una cirugía exitosa”, comenta. Después de eso Vero pasó casi una semana en Terapia Intensiva, otros días más internada y después asistiendo a controles semanales hasta que por fin el alta médica que le permitía regresar a San Juan llegó hace unos días. Si bien desde hace unos meses ya la acompañaban en Buenos Aires su esposo y sus hijos, en San Juan la esperó el resto de su familia y sus amigas.

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Con carteles, los afectos de Vero le dieron la mejor bienvenida y ella lógico, no pudo contener la emoción. “Siempre supe valorar las cosas pero después de esto aprendes a valorar cada detalle mínimo del día a día, le encontras otro valor a la vida. Yo siento que empecé una nueva vida y la voy a disfrutar lo más que pueda”, comenta la chica.