En una elección cargada de emoción y significado, Bárbara Olmos, una joven de 23 años del departamento 9 de Julio, fue coronada como Reina de la Primavera 2025. Su historia trascendió rápidamente las fronteras de su pueblo, no solo por la belleza y simpatía que enamoraron al jurado, sino porque Barbi, como todos la llaman, padece alopecia androgénica, una condición hereditaria que impide el crecimiento del cabello.
“Trato de ser una inspiración para jóvenes, para niños y para todos. La sociedad a veces es un poco dura, todavía hay gente que tiene una mente cerrada, con otra forma de pensar. Mi idea es inspirar a los demás a que hagan lo que quieran, sin pensar en el qué dirán”, dice con una sonrisa serena y la mirada segura.
Barbi vive con sus padres y su hermana menor, de 17 años, en la villa cabecera de 9 de Julio. El año pasado terminó sus estudios para ser agente de la Policía de San Juan, y mientras espera el nombramiento, continúa formándose como profesora de Ritmos Urbanos en un instituto de Capital. Junto a su hermana, fundaron su propia academia de danza, Big Star’s, donde dictan clases gratuitas de danza urbana a niños, jóvenes y adultos de entre 4 y 60 años, en el Salón de la Cultura municipal.
“Con mi hermana siempre tratamos de inculcar eso a los alumnos: que se animen, que se acepten. Ahora, como reina, quiero ser la inspiración de varias personas que no se animan o que tienen miedo de lo que digan los demás”, afirma con convicción.
Su decisión de participar en el concurso fue reciente y casi impulsiva. “Me anoté el jueves, y el sábado fue la elección. Lo hice porque mi mamá, mi papá y mi hermana me insistieron. Estaba indecisa, pero ellos confiaron en mí y me empujaron a hacerlo”, recuerda. Entre 11 candidatas, Bárbara fue elegida con 7 votos, en un jurado compuesto por autoridades, representantes de instituciones y vecinos.

El momento del anuncio aún lo tiene grabado. “Estoy cayendo de a poquito porque no me lo esperaba. Me anoté solo para sumar una experiencia y cuando dijeron mi nombre no lo podía creer. Pensaba que estaba soñando”, cuenta entre risas.
Una reina que rompe estereotipos
Bárbara, su madre y su hermana comparten la misma condición genética. “Ya sabemos que la gente habla del físico nuestro. Pero ya no nos importa. Lo que importa es nuestra salud, y estamos bien. Es hereditario, lo tuvo mi abuelo, mi mamá, algunas tías, mi hermana y yo”, explica.
Por eso, su coronación no fue solo un reconocimiento a su simpatía, sino también un gesto simbólico de aceptación y diversidad. “En la sociedad todavía está instalado que para ser reina o modelo hay que ser alta, delgada, de pelo largo y con medidas exactas. Pero no es así, porque cada persona tiene su belleza, tanto interna como externa. No todos somos iguales”, afirma.

A lo largo de la entrevista, sus palabras se repiten con una coherencia que resume su manera de vivir: autoaceptación, empatía y ejemplo. “Me gustaría trabajar con jóvenes que se sienten inferiores o que tienen miedo de distintas situaciones. A veces mis alumnos vienen tristes y se abren con nosotras. Escucharlos también es parte de lo que me gusta hacer”, cuenta.
Inspirar desde la autenticidad
Barbi reconoce que, por su alopecia, muchas veces se siente observada en la calle. “Siempre nos miran. A veces molesta, pero trato de no darle importancia. Hay personas que nos miran con ternura, como diciendo ‘qué lindas’, y otras que miran con curiosidad. Pero ya aprendí a convivir con eso”, dice.

Lejos de tomarlo como un obstáculo, lo convirtió en su bandera. “Cuando vi que podía anotarme para la elección de la Reina de la Primavera, lo hice porque quería demostrar que los estándares de belleza no definen a nadie. Cada uno tiene su encanto, y lo importante es sentirse bien con uno mismo”.
Hoy, mientras se acomoda la corona que la representa, sabe que su paso por el escenario del Día de la Primavera no fue uno más. Fue un mensaje. Una historia que inspira.
“Quiero que mi historia llegue a quienes todavía no se animan, para que vean que se puede, que no hay que tener miedo de ser uno mismo”, dice, con la fuerza tranquila de quien aprendió a brillar sin necesitar reflejos.
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