Mencionar a Héctor Muñoz Daract, en San Juan, es referirse a uno de los más reconocidos arquitectos del medio local. Entre sus obras públicas, sobresale la remodelación total de la plaza departamental de Pocito y del paraje Ceferino Namuncurá, en San Martín. En Revista OH! habla sobre su vida, el urbanismo provincial y su incursión en la política.

-¿Cuándo comenzó su vocación con la arquitectura?

– Es una cuestión que viene de niño, eso de jugar a construir casitas y de repente, al crecer, ese juego infantil es muy fortalecido por los estudios que los padres nos dan. Tuve la suerte de capacitarme en San Luis (nació en esa provincia el 13 de junio de 1947), cuando tenía 6 años, en esos salones donde se enseñaba plástica con muy buenos profesores, trabajando en caballetes con carbonillas y pinturas. De repente a uno le va dando una conexión con la parte estética y artística. Si uno busca la génesis de esta vocación seguramente la va a encontrar en alguna inclinación artística, más que en lo arquitectónico, lo técnico. Después, ya siendo mayor se fue marcando como vocación en la escuela secundaria, más precisamente en la Pascual Pringles, de San Luis. Ahí aparece la arquitectura en primerísimo lugar. Yo deseaba estudiar esta carrera.

-De ahí en más ¿qué pasó?

-Yo me vine a estudiar arquitectura en San Juan. Llegué el 1 de febrero de 1967. Me acuerdo, porque al otro día comenzaba el cursillo preuniversitario. Cuando llegué a la ciudad me quedé asombrado por la avenida Rawson. Me pareció la cosa más mágica, desde el punto de vista de su arbolado de tipas, el boulevard y veredas anchas, que estaba en condiciones más bellas que ahora.

-¿Cómo fueron los primeros pasos en la arquitectura?

-Yo tenía la gran responsabilidad de no defraudar a mis padres; por eso fui ejerciendo ese compromiso de estudiar y después de recibido, hacerlo de la manera más honestamente posible. Cuando yo digo honestidad, no sólo es material, sino conceptual, es decir que, en cada uno de los proyectos que uno desarrolla hacerlo con honestidad intelectual de poner lo máximo de uno para hacer una cosa buena.

-¿Cuál es su orientación dentro de la arquitectura?

-La génesis de mi profesión en mi persona es más de tipo artística que técnica. Es por eso que tengo que estar capacitado para el pensamiento más que para la obra. Es decir, para la reflexión y propuesta. Qué significa esto, que con la misma vocación para diseñar un hotel, lo hago para diseñar un barrio, una casa o un baño, por ejemplo. Es decir, es una apuesta frente a un desafío, que es diseñar una obra.

Siempre pienso en San Juan. Es una cosa muy atrayente. Yo me imagino a la Ciudad de San Juan bellísima, impactantemente bella en el futuro. Esa construcción de los valores cualitativos de un lugar, de una ciudad, lleva a pensar que hay que trabajar en dos órbitas: una básica, específicamente de diseño y la otra órbita sumamente importante es la cultural, porque en la medida que los habitantes de ese lugar adviertan que ese sitio puede ser bello y apuesten a la construcción de esa belleza, es muy fácil acceder a ella.

-¿Cómo ve en este marco el desarrollo urbanístico de San Juan?

-Más que pensar en un San Juan creciendo en cantidad y volúmenes, hay que pensar cómo San Juan crece en su interioridad. Es decir, de esa perspectiva, San Juan es una plaza muy propicia, creo yo, para que ponderemos todas las cualidades que como ciudad debe tener. Si nosotros miramos un poco para atrás y recordamos cómo era la avenida de Circunvalación cuando era depósito de basura y la vemos ahora, no sólo mejoró espacialmente, sino culturalmente.

San Juan, después del terremoto de 1944 creció con una planificación urgente y casi impuesta. Creo que a partir de esas matrices tan rígidas, el crecimiento más abierto, más liberado de la planificación, lejos de ser un contratiempo, fue dejar hacer las cosas de nivelación de las tendencias en una ciudad. Pero como es un péndulo, hay que planificarlo teniendo en cuenta estas dos situaciones. Ahora llegó el momento de sentarse y planificar para ver cómo crecemos. Creo que con la irrupción de estos nuevos edificios como el Centro Cívico, el Complejo Ferrourbanístico, el próximo teatro, es como que ediliciamente se abrió una brecha donde hay edificios calificados en un espacio urbano no calificado. Creo que la operación oficial sería la renovación urbana. Darle valor al espacio urbano. Estoy hablando de quitarle la contaminación visual que tiene, barreras arquitectónicas, culturales, como la imposibilidad de transitar en sillas de ruedas o estacionamiento en triple fila frente a los colegios y la no prioridad del peatón, me aterra; la gente no lo advierte.

-¿Cómo imagina arquitectónicamente la provincia en los próximos 30 años?

-Aunque parezca como una bomba de tiempo, lo veo mejor que a Mendoza. Porque a lo mejor, Mendoza, con el crecimiento de una gran ciudad sufra las distorsiones de una gran ciudad, mientras que nosotros como una ciudad mediana estamos a tiempo de crecer armónicamente en los próximos 30 años, de manera tal que podamos tener la más bella ciudad de la Argentina. Lo percibo en mi idea conceptual. Que tenga que ver con las raíces de San Juan, con su identidad. Que la gente recuerde de San Juan lo que descubrió de sí misma, no replicar lo que viene de otras culturas. Por eso yo sostengo que mi producción arquitectónica tenía que ver más con Leonidas Escudero y con Esteban Agüero en su metáfora descriptiva en un caso y sobre el realismo descriptivo en el otro, de los espacios que ponen en sus poesías.

-¿Sus trabajos tienen que ver con esto?

Pocito es una muestra elocuente del espacio público es su plaza. El otro espacio que recuperamos fue el oratorio de Ceferino Namuncurá, en San Martín. Ambos fueron muy bien manejados por las autoridades de esos municipios para que la gente haga un buen uso efectivo de esos lugares. También estamos trabajando en Iglesia, en Pampas del Cura, un emprendimiento privado donde se está concretando un proyecto luego de 6 años de trabajo.

-¿Cuál es el balance que hace de su paso por la gestión pública?

-No reniego de eso. Fue una experiencia, un desafío que nació en una discusión en un canal de televisión en la década de 1990 con el intendente, Javier Caselles. Yo por entonces había ganado el ante proyecto de la Peatonal de San Juan y la intendencia no concretó lo que yo había proyectado. Entonces en esa discusión en Canal 8, Caselles me dice que +si usted quiere transformar la ciudad sea candidato a Intendente+ y yo lo hice. Me presenté a las elecciones, porque creía que podía cambiar la ciudad desde un punto de vista conceptual, pero bueno no fui elegido, pero eso no quita que uno no siga ponderando que San Juan debe ser mejor, más bella. Yo quiero pensar en un mejoramiento interior y cualitativo de San Juan. (NdR: fue Ministro de Desarrollo Humano y Secretario General de la Gobernación en la administración de Jorge Escobar).

-¿Cómo debería ser la Peatonal?

-Debería ser moderna. Un lugar que sea de permanencia y no de paso. Es un compromiso también de los frentistas. Hay que hacer modificaciones estructurales, también un acuerdo entre los comercios y el municipio. No puede ser que todo recaiga sobre la Municipalidad. Estéticamente habría que modificarla. No adhiero al techado de la Peatonal por el condicionamiento ambiental. Sería bueno mejorar y ampliar la peatonal.

En lo que se refiere a San Juan, lo pienso creciendo de Sur a Norte, de Pocito a Albardón con una autovía, tomando como núcleo pivot la Ciudad de San Juan y tomando como una tercera pata a Caucete. De esa forma, se logra un crecimiento más en red y se evita la concentración, porque lo que se provoca es un gran conflicto del uso público.

-¿Cómo se define como arquitecto?

-Soy un permanente soñador. Como buen geminiano, absolutamente sensible a los valores estéticos, sin límite. Apuesto a que muchas veces con un poco de esfuerzo y mucho de actitud podemos acceder a lugares estéticamente más calificados.