Hoy es un domingo especial para muchas familias: no sólo es el Día del Padre sino que además muchas, especialmente las sanjuaninas, lo celebran debatiendo la perfomance del equipo de sus amores -integrados por varias figuras locales- en su debut en el Mundial de Hockey sobre Patines que comenzó ayer en Le Roche Sur Yon (en Francia) y esperando con ansias por el segundo partido de la celeste y blanca, hoy, ante Inglaterra.

Los Oviedo y los Clavel son ejemplo de ese amor y esa pasión que se vivencia y se demuestra entre los arcos pequeños y con un stick en la mano, y que no tiene otro modo de crecer que no sea compartiéndola en el seno de la familia, en estos casos de la mano de un papá y a la vez abuelo, que hizo sus primeros logros en este deporte de campeones y a quien imitaron sus descendientes. A ellos, a los que están dentro y fuera de esta o cualquier cancha, y fundamentalmente a los que sienten fervor por su rol de puntal de los hijos: ¡feliz día!

Los Oviedo

La mejor jugada: la familia


No hay domingo con asado familiar que no tenga como complemento el hockey sobre patines. No hay fin de semana al que no le falte el debate por los campeonatos locales o internacionales. Esa es la rutina, en cualquier época del año, en la casa de los Oviedo. Y es así desde hace años.

Nadie imagina qué hubiese sido de sus vidas si a Beto, su mamá, no lo hubiese mandado a Olimpia, el mítico club de la vuelta de la casa, sobre la calle Tucumán, hace 69 años atrás. En esa cuna de verdaderos campeones también creció Beto, un amante del hockey pese a que la vida lo puso al frente de muchos otros deportes, como el boxeo, la natación y la bicicleta.

Este bombero jubilado y peluquero de oficio, se calzó los primeros patines rudimentarios y tuvo en sus manos su primer stick -ese que se hacía con un mancero que se usaba para el arado, pero que para poder jugar se rellenaba con madera terciada, se encolaba y se reforzaba con vendas, según recuerda- a los 4 años. Su puesto era el de full back o defensor. Y si bien no hizo una gran carrera en la cancha, ya que a los 12 años dejó el deporte para dedicarse de lleno a trabajar para ayudar a la familia, nunca dejó de "patinar” y disfrutar del camino que descubrió con un "palo” de hockey y un bochín, dos aliados en su vida.

Y claro, como no podía ser de otra manera, sus tres hijos, Oscar, Juan y Andrea, siguieron y con creces sus pasos con los patines. Obviamente que desde pequeños se convirtieron en "turcos”, tal como les llaman a los fanáticos de Olimpia. Lo que fue y sigue siendo motivo de satisfacción para don Oviedo. Y ¡cómo no iba a serlo! Si su única hija mujer hizo muy buena performance en el hockey femenino hasta que fue mamá, su segundo hijo fue un gran arquero de la selección nacional con la que salió campeón del mundo en el "99 en Reus además de varias veces subcampeón y ahora es entrenador en Italia. Y Oscar, con quien Beto sigue de cerca todo lo que pasa en Olimpia, ya que es, a esta altura de las circunstancias, un jugador eterno de ese club pese a que tuvo muchas ofertas para jugar en el exterior (donde solo lo hizo para reforzar equipos de Brasil, Chile, España, Suiza, Francia, Angola, Italia). Actualmente y con 40 años es el capitán de la 1¦ división y además es el entrenador de 160 niños de 2 a 11 años en la Escuelita de Hockey y otros programas ligados al deporte, entre los que están sus hijitos Santino y Josefina, de 3 años.

"Yo he sido un fanático del hockey siempre. Para mí, es sinomimo de pasión y de familia. No podría separar una cosa de la otra. Era capaz de llegar una o dos horas antes de los entrenamientos para patinar con mis hijos. Inclusive cada vez que los niños tenían partidos, con mi esposa Rosa y mi hermana, Beba, la más fanática del mundo del hockey, agarrábamos el mate y la parrilla y nos íbamos. Los seguimos a todas partes, por los clubes de San Juan y Mendoza. Y cuando se fueron al exterior, con mucho esfuerzo, también los seguimos. Nosotros entendíamos que teníamos que estar siempre”, dice este septagenario que no disimula su orgullo por cada partido que los ha visto jugar a sus hijos y ahora a sus nietos. A su vez, del otro lado, Oscar, la voz cantante de sus hermanos, reconoce que siempre sintió como ellos, una seguridad y una confianza única porque sus padres estuvieran allí, en las plateas, alentándolos.

"Ahora más que nunca entiendo a mi papá. El me inculcó el amor por el hockey y yo se los transmito a mis hijos que tienen sus propios stick desde el año y ni bien se largaron a caminar, ya estaban subidos a los patines. Son tan fanáticos como su papá, su tío y su abuelo. Este deporte si bien genera deportistas muy competitivos, también es una oportunidad para aprender a ser responsables, a esforzarse, a valorar el sacrificio y a disfrutar fundamentalmente porque uno juega con los pies, las manos y la cabeza, pero no hay que olvidarse que el corazón entra siempre a la cancha”, agrega Oscar que en su equipo familiar ya tiene un arquero propio, Santino, y una goleadora en miniatura, Josefina, los herederos de una pasión, la misma que el destino quiso, se transmita de generación en generación entre los Oviedo.

Los Clavel


Una unión que supera la sangre


Los tres son apasionados por el hockey sobre patines desde que tienen uso de razón, aunque el mentor fue Carlos Clavel que hasta hace pocos años jugó en veteranos del Concepción Patín Club (CPC). Con apenas 13 años tuvo que decidir si se quedaba jugando a este deporte o continuaba con fútbol en el Club Atlético Alianza. Ni lo dudó. Así esa pasión que corría por las venas traspasó las generaciones. Primero la heredó su hijo Sergio, quien jugó en primera hasta los 24 años, pero luego estudió profesorado de Educación Física sin alejarse del hockey enseñando y entrenando chicos y adolescentes. De hecho fue preparador físico de la Selección Argentina de Hockey masculina 2009 y 2011, sin llegar a cumplir el sueño de ser campeón del mundo. Un sueño que ahora persigue su hijo Renato de apenas 10 años, integrante del equipo Mini del CPC. "Me gustaría jugar en la Selección Argentina, y en un equipo de España", dice el jovencito que cursa Quinto grado del Colegio Parroquial de Santa Lucía, y es "muy bueno", según dicen sus pares.

Esta unión de abuelo, padre e hijo que siguen los mismos pasos se evidencia en la charla con cada uno de ellos, ya que además de la tradicional mesa del domingo o lo que puedan compartir en familia, tienen un punto en común que es el amor por los patines.

Carlos fue integrante del conocido plantel de "los Carlos" (jugaba él, Carlos Coria, Carlos Correa y Carlos Fiorentino), dejando muchos triunfos en la historia del Hockey local; además jugó hasta 1985 a nivel profesional, año en el que ganaron la Recopa porque fue una época de mucho éxodo a Europa y lo llamaron a pesar de la edad (rondaba los 39). Ha sido entrenador de decenas de exitosos hockistas como José Luis Paez; Diego Allende; Alejandro Rodríguez, por mencionar solo un puñado.

Una enfermedad lo dejó fuera del circuito en la actualidad, algo que no le ha impedido ayudar a su hijo cuando fue entrenador del Social San Juan, y seguir dando consejos a quienes se lo piden. "No se decir si fue tan bueno, pero si puedo asegurar que la vocación hay que ayudarla con estudios y cuando era entrenador me quedaba hasta altas horas viendo videos; llevaba todos los días un plan de trabajo, traté de entender la situación personal de cada jugador porque lo psicológico y emocional es muy importante, todo lo hice con mucho cariño y creo que eso es lo que dejé de herencia", indica.

Sergio tuvo sus mejores logros como preparador físico y entrenador. Su fuerza estuvo puesta en las escuelitas de los pequeños que recién empiezan como la de Richet y Zapata; Banco Hispano; Estudiantil hasta llegar a lugares de privilegio como el mencionado con la Selección Argentina y ahora con la Primera de Hockey femenino del CPC.

Sin dudas que este camino recorrido juntos con una historia que se cuenta para algunos y que para otro recién empieza como es el caso de Renato. el menor de los Clavel recuerda que a los dos años ya tenía patines profesionales, e iba al club a diario. "a los tres ya patinaba y jugaba, mi papá me alentó mucho siempre, pero más mi abuelo que me da consejos y no se pierde partido", cuenta el pequeño que a esta altura sabe que los estudios deben ir a la par sino no hay club que valga.

"por suerte anda muy bien porque el sabe que primero están los deberes, el estudio, y luego los patines. Además él entrena más de hora y media por día -todos los días-, y debe ordenarse", cuenta Sergio quien también le hizo caso a su padre para llevar ambas cosas a la par.

Abuelo, padre e hijo, tienen la suerte de compartir mucho más que los genes, de vivir cada partido como si fuera el primero, y sin dejar de soñar que algún día el ansiado campeonato mundial llegará a la familia.