Invitada por la Fundación del Banco San Juan y como parte de las acciones que promueve para transformar la educación, Laura Lewin -que es traductora y profe de inglés, consultora de organismos públicos y privados de Argentina y el exterior, capacitadora y oradora TEDx- llegó a la provincia el lunes pasado y dio una verdadera clase magistral a un Teatro Sarmiento repleto de estudiantes avanzados, directivos y docentes de todos los niveles educativos (muchas de ellas identificadas por sus guardapolvitos de colores).
Y fue una clase magistral no por el academicismo de sus palabras, sino por la profundidad, el conocimiento certero de lo que pasa dentro de cualquier aula argentina, y por la sensibilidad de la propuesta. Incluso su apuesta a un proceso educativo que responda a la realidad del alumno actual, hizo trascender teorías y volcarlas en un discurso para nada acartonado. Es que la expositora logró hacer reír (en muchísimos tramos de las 5 horas que duró su exposición también pudo reírse de sí misma), emocionar hasta las lágrimas, reflexionar, hacer pensar, debatir, esto sin contar que hizo bailar a todos los presentes, vincularse con otros que estaban sentados en la otra punta del teatro, preguntarse y buscar respuestas de lo que se quiere cuando se toma una evaluación y de cómo cuando hay un trato afectivo la relación maestro-alumno se transita por un camino más amable para que el aprendizaje cumpla sus objetivos.
Lamentablemente Laura Lewin volvió a su rutina y seguramente a esta altura estará desplegando y compartiendo saberes vaya a saber por dónde. Por suerte se la puede seguir por redes (los talleres quedaron guardados en el Youtube de las fundaciones del Grupo Petersen) o por sus libros, ya que ha publicado 10 títulos, todos relacionados con el área educativa que la compete -como "El aula afectiva", "Que enseñes no significa que aprendan", "Las sillas no son para sentarse, son para pensar", entre otros- y en la que tiene tanto por sembrar.
¿Qué pasó con la educación, antes y después de la pandemia?
Todos sabíamos que la educación argentina venía muy pero muy complicada y la pandemia lo que hizo fue visibilizarlo. Todos teníamos muchas ilusiones que la pandemia pudiera generar un antes y un después. Lamentablemente no se vio. Se han dado algunos pequeños cambios, algunas buenas intenciones por utilizar algo más de Zoom o alguna que otra aplicación, pero el cambio que todos esperábamos que se generará después de la pandemia la verdad es que, al menos yo, no lo vi. Nosotros necesitamos una educación diferente, necesitamos cambiar la matriz de la escuela, ¿por qué? Simplemente porque la educación de hoy nada tiene que ver con los chicos de hoy, se sigue enseñando de la misma manera que hace muchísimo tiempo atrás, y de esa manera estamos enseñando para un mundo que ya no existe.
¿Cuál es esa matriz que hay que cambiar?
Desde la matriz curricular : qué enseñamos y por qué enseñamos; la matriz didáctica: cómo enseñamos, ¿por qué los chicos de hoy no prestan atención como prestábamos nosotros?, teniendo en cuenta que hoy tienen distracciones, celulares y un montón de estímulos, hasta tener en cuenta la necesidad de cambiar el aula ya que la que tenemos está idéntica a la de hace más de 100 años y hace falta un espacio donde básicamente los alumnos dejen de estar sentados, pasivos, mirando solo para adelante y pueda estar el aula en función de los chicos y no los chicos en función del aula, necesitamos cambiar el trabajo con la comunidad, incluso cambiar el clima en el aula.
Pero ese cambio no depende sólo del docente, sino que viene de la mano de las políticas y políticas de quien toma decisiones
A mí me encantaría pensar en la educación como una política de Estado que trascienda a los gobiernos de turno, a los partidos políticos, los funcionarios pero eso como vemos es muy difícil que pase, entonces necesitamos confiar en los docentes, en maestros que estén empoderados, que sepan lo que está haciendo y que de esa manera puedan ir generando los cambios dentro del aula sin depender del sistema. Si no generaciones y generaciones de chicos van a seguir pasando por la escuela como si fuese una línea de producción.
Uno de los aspectos que visibilizó la pandemia fue que el vínculo afectivo entre alumno y docente es fundamental, algo que la tecnología no pudo suplir. ¿Se tomó conciencia real de esto?
Me acuerdo que cuando empezó la pandemia puse en mi Facebook una imagen que era un chiste obviamente, en la que decía algo así como "ahora los padres se van a dar cuenta que el problema no era el docente". Porque claramente enseñar no es fácil y los chicos van marcando un camino. Sin lugar a dudas se entendió que el vínculo es importantísimo y que sin vínculo no hay aprendizaje porque la computadora es maravillosa y es una gran oportunidad, pero no es la solución. En cambio, la figura del docente es hiper importante porque tiene que ver con la empatía, con el mirar a los ojos, con el poner un pulgar para arriba para darle aliento a un alumno, con poder anticiparse si al alumno le está costando un tema, con entender que el alumno es el alumno y su circunstancia y que nadie que tenga problemas en casa o que no se sienta a gusto o seguro va poder desplegar todo ese potencial creativo que tiene. Quedo claro que la relación alumno-docente es una de las cuestiones más fundantes que tiene que ver con el éxito de los estudiantes.
¿Se está trabajando en algún lugar para hacer esos cambios necesarios?
A mí me convocó un intendente de una localidad de Santiago Del Estero para transformar la educación en ese lugar. Tengo siete colegios a mi cargo y ahí trabajo con docentes, alumnos, con los padres, con los directivos, con todo el mundo porque toda la comunidad tiene que involucrarse para mejorar la educación. Por ejemplo en estos colegios estamos implementando "aulas que piensan", trabajamos mucho la metacognición, el salir de la repetición para que el alumno empiece a pensar, a crear, a aplicar realmente lo que está aprendiendo, aplicamos el concepto de evaluación formativa, que tiene que ver con evaluar a lo largo del proceso, para ayudar a lograr el objetivo y no poner una nota de si lo logró o no. El resto no sé realmente. Pero algo hay que hacer: se necesita dejar de enseñar en serie y empezar a enseñar en serio.
¿El sistema es consciente del estado de la educación?
¿Las autoridades? Se suponen que saben porque son pedagogos, lo que pasa es que hay algo que es lo que muchas veces no permite avanzar y es la inercia, el haber hecho siempre lo mismo, de la misma manera, hace que sea muy difícil cambiar.
¿Qué necesita un chico para aprender?
El alumno para aprender necesita primero confiar en sí mismo, necesita que la clase sea interesante y, entre otras cosas, que en cualquier momento de la clase poder preguntarse "¿y esto para qué me sirve?".
¿El cambio de paradigmas también debe llegar a esas familias que se centran en que a la escuela se va a aprender y no a jugar?
A la escuela se va a aprender pero para que eso ocurra lo que se nos enseña tiene que ser interesante, tengo que poder aplicarlo a mi vida tengo que encontrarle la pertinencia, el sentido. Tristemente nuestro sistema educativo enfatiza mucho más las notas que el aprender y por ende, los padres quieren que los chicos aprueben, el sistema quiere que aprueben, los chicos quieren aprobar, el docente quiere que aprueben… entonces ¿dónde está el aprender en todo ese planteo? Más que a aprobar, yo quiero que los chicos vayan a la escuela a probar. Porque ahí va a surgir la curiosidad, las ganas de saber más, la aventura del saber.
Por Paulina Rotman
Foto: Maxi Huyema

