Compañeros de lucha 

Hasta no hace muchos días, Tomás, Francisco y Felipe eran tres chicos más del grupo de 36 estudiantes de la Escuela Industrial que soñaba con su viaje de estudios para ver de cerca el funcionamiento de la Nasa. Decir tres más del grupo es literal, ya que ellos (grandes amigos, además) más el resto de los viajeros, en su mayoría alumnos del último año de la orientación Electrónica pero también de Electromecánica, Motores y Minas -a los que se suman algunos de 6º y 5º años más profesores, directivos, egresados y papás que fueron alumnos del establecimiento en cuestión- idearon estrategias para conseguir el dinero necesario para llegar a Estados Unidos.


Sin embargo, los tres, cobraron otro protagonismo en esta campaña de recolección de fondos, después de la confirmación de un diagnóstico médico de Felipe Manrique por sus dolores de espalda. El chico debía someterse a un tratamiento en Buenos Aires, por un período de 6 meses aproximadamente.


Su familia pidió rezos para seguir adelante. Por supuesto que las plegarias llegaron y siguen siendo la gran fuente de fortaleza. Pero no fue la única manera en que la solidaridad se hizo presente.


Los dos amigos de Felipe, con el guiño y la ayuda del resto de sus compañeros y los directivos de la escuela decidieron cambiar el rumbo de sus acciones: en lugar de juntar plata para el viaje, vendiendo porciones de paella o pollo al disco, destinarían todo el fruto de su trabajo -en el que están involucrados los alumnos y sus papás (que hicieron cursos de manipulación de alimentos para estar en regla con los requerimientos de la venta de comidas) pero además los profesores- y sus ganancias para ayudarlo con un fondo de dinero.


"Nosotros nos conocimos recién en 4º año, cuando elegimos Electrónica. Y nos hicimos grandes amigos que compartimos grupos de estudios, de trabajos prácticos, de laboratorio. Y una cosa trajo la otra, así nos hicimos compinches en salidas e inclusive concurriendo al grupo vinculado a la religión donde nos encontramos en misiones y retiros espirituales. Felipe es tan buena persona que todo lo que hagamos por él es poco'', cuenta Tomás, uno de sus grandes amigos, motor de las acciones solidarias a las que se sumaron los compañeros de la primaria de Felipe del Colegio Don Bosco y muchos de quienes fueron sus docentes (y hoy colegas y compañeros de su mamá que es del cuerpo directivo de esa escuela) y del grupo espiritual Emaus, entre otros, que aportaron muchas ideas e iniciativas (desde locros, hasta clases de fitness, hasta una alcancía en la entrada que comparten los establecimientos preuniversitarios frente a la Plaza Aberastain.


"En pocas semanas se juntó mucho dinero por iniciativa de los amigos. En la escuela nos sumamos a toda esta campaña porque entendemos que es otro modo de enfrentar las enseñanzas y escollos que nos presenta la vida a su paso. Así como Felipe sabe que cuenta incondicionalmente con sus amigos. también cuenta con nosotros'', dice Jorge Gutiérrez, el director de la Industrial, quien a su vez organizó una nueva colecta para que dos de los grandes amigos del chico puedan acompañarlo en Buenos Aires los próximos 15 días.


"Amigos es estar en las buenas y en las malas. Queremos que sepa que no está solo. Que estamos con él'', agrega Tomás, su compañero de banco, de vocación (ambos proyectan estudiar juntos Bioingeniería) y proyectos.


Cómplices en ayudar a los más necesitados

Tres cuadras de distancia entre sus viviendas en Villa Aberastain, en Pocito y algunos años de edad, eran las únicas diferencias entre Laly Masjun y Silvana Mas. El resto, puras coincidencias atesoradas en muchos recuerdos de la infancia y la adolescencia compartida: siestas llenas de campeonatos de cartas, chayas veraniegas, guitarreadas y fogatas, muchos secretos, algunos asados, una que otra fiesta.


El paso del tiempo, las necesidades y las decisiones de cada una quisieron que tomaran distintos rumbos. Y perdieran el contacto. Silvana hizo una nueva vida en Mendoza. Laly en La Pampa. Hasta que así como se fueron de la provincia, algún día volvieron con sus historias a cuesta y con su amistad latente.


"Fuimos amigas de chicas y la solidaridad nos volvió a encontrar. Y fue algo muy lindo porque nos dimos cuenta que basta el cariño, ese que ya nos teníamos nosotras, para entusiasmarse en ayudar a los que más lo necesitan'', define Laly, una de las miembros de la familia que fundó Más Tapitas en San Juan, la entidad que como su nombre lo dice junta tapitas de plástico para donárselas a la Fundación del Hospital Garraham, la cuál con el dinero del reciclado de este material, financia el tratamiento de muchos pacientitos y la estadía de los chicos y sus familiares que llegan hasta este hospital central desde distintas provincias argentinas.


Justamente esta activa acción solidaria que ya lleva 10 años fue la primer ocupación que Laly le contó a su amiga, como respuesta a la pregunta de qué era de su vida y en a qué se dedicaba. De inmediato y sin dudarlo, ambas coincidieron en que podían hacer juntas otras tareas solidarias que pudieran complementarse con las que ya venían realizando, ya que con Mas Tapitas, además han llevado alegría y donaciones al Hogar de Ancianos y a diferentes comedores infantiles de la provincia. Al poco tiempo, la nueva actividad ya era una realidad que las unía en, como ellas dicen, "lo que más les gusta hacer: ayudar''.

Una vez al mes y si no llegan con todo lo programado, cada dos meses, van con sus cargamentos repletos de ropa de abrigo para todas las edades (porque ellas consideran que no sólo necesitan los más chiquitos sino que todos tienen que vestirse) y calzado. Si juntan juguetes para todos los niños de un lugar llevan. Si no, no. Siempre agregan un chocolate y algunas cositas dulces, como las sopaipillas que les ayuda a preparar Mabel, la mamá de Laly.


No están solas. Sumaron en esta tarea a nuevas amigas, a hijos y sobrinas que hacen las veces de payasitos y se ocupan del entretenimiento, parientes lejanos, conocidos y vecinas como las incondicionales Nora Molina, Laly Riveros y Sandra Campillay que son las primeras en juntarles donaciones.

Por estos días están organizándose porque se han propuesto con su grupo -que en algún momento llamaron "Manitos Solidarias'' pero que dejaron de usar hasta que completen la tramitación necesaria para obtener la personería jurídica y así avanzar legalmente en sus objetivos- llegar al Comedor Carmelito, en calle 11 pasando Costa Canal, en Pocito, dónde almuerzan y meriendan 60 años. Su misión es compartir el día. Y después de esa salida, ya hay otra programada para la zona de Alfonso XIII y calle 13.


"Hay mucho por hacer y cuando es motivado por la amistad, por la familia y por quienes esperan un gesto generoso, tiene más valor aún'', dicen convencidas de esa tarea que tanto disfrutan.