En plena tarea. Una vez que termina con sus obligaciones laborales, Marcia puede ayudarlos con las guías para la escuela a Agustín, Victoria y Tomás. En la foto falta Germán, que estudia en la capital sanjuanina y que desde que se cerró la circulación por turismo interno no puede volver a Valle Fértil.

MARCIA ELIZONDO, maestra tutora de un establecimiento rural

  • Entre sus hijos y los que le dio la escuela


Si hay algo que Victoria Pilar (7 años), Tomás (17), Agustín (19) y Germán (27) pusieron en práctica durante esta cuarentena fue la paciencia. Al menos así lo siente y valora su mamá Marcia Elizondo. Es que si bien ellos en estos más de 200 días le han hecho reclamos por su total dedicación horaria a su trabajo en la escuela, también han terminado relegando sus exigencias de hijos (al menos por un rato) para priorizar la de sus alumnos porque entienden que la necesitan más que ellos. Y eso, a la docente, le parece uno de los mejores aprendizajes de estos tiempos difíciles.


"Mis hijos por ahí me reclaman que estoy mucho tiempo trabajando o que los alumnos me llaman a cualquier hora, pero al final lo entienden. Saben que los estudiantes tienen necesidades, están angustiados, les faltan herramientas. Y eso, me llena de orgullo y de amor", dice esta mujer de 48 años que es docente de primaria. Las últimas dos décadas se las ha dedicado a la Escuela Julieta Lanteri, un establecimiento con jornada completa de la localidad La Majadita, distante a 12 kilómetros de la villa cabecera de Valle Fértil. Allí los grados están agrupados. 


Ella es maestra tutora en el Ciclo Básico, los últimos 3 años de la primaria (en el caso de la modalidad rural) aunque en realidad se corresponden con los 3 primeros del secundario (que no puede terminarse en esa escuela sino que obliga a trasladarse). Su rol implica tener contacto con los profesores itinerantes, planificar, organizar y fortalecer los contenidos y actividades que ellos le indican, hacer el seguimiento del trabajo de los alumnos, pero por sobre todo, dar contención, tarea que se ha potenciado en este ciclo lectivo. "Si un chico de una escuela de ciudad se siente desorientado o hastiado o disconforme con esto de la educación virtual, esto se potencia en una escuela rural donde no hay buena conectividad, donde hay uno o dos celulares en la casa pero les falta memoria o no tienen acceso a Internet. Del total de 68 alumnos de esta escuela, solo dos o tres tienen computadora. El resto no", da como ejemplo y justificativo para una nueva obligación que ha incorporado y que es moneda corriente para todos los docentes del establecimiento- imprimir con su propia computadora y su impresora las tareas en Word o PDF e inclusive el material para hacer investigaciones o ampliar un tema o las guías que ha elaborado el Ministerio de Educación. Y llevarlo casa por casa de sus alumnos, protocolo y distancia social de por medio. Esto lo hace en su propia movilidad o con ayuda de la directora del establecimiento.


"Conocemos la realidad de cada familia por eso implementamos esta estrategia. En definitiva, mis alumnos también son mis hijos', dice con cariño la mamá de Germán que trabaja como guía del Parque Ischigualasto y la Tecnicatura en Áreas Protegidas (por eso está en San Juan y no puede volver a Valle Fértil desde que se cerró la circulación para el turismo interno como medida para evitar los contagios), de Agustín que este año culminará si el sistema así lo quiere- sus estudios en la Escuela Agrotécnica Ejército Argentino, el mismo establecimiento al que va su tercer hijo, Tomás. La más chiquita y demandante de la casa es Victoria Pilar que va a segundo grado.


"Mi familia comprende el compromiso y entre todos nos hemos ido organizado a lo largo de este año. Por ejemplo colaboran con las tareas de la casa pero también me ayudan con algunas cuestiones técnicas para que pueda dar las clases. Yo había hecho cursos pero los chicos han nacido con la compu bajo el brazo, así es que para ellos es más fácil. Y si ellos necesitan que lea los trabajos que tienen que presentar o tienen alguna duda de una materia, esperan a que me desocupe para pedir ayuda. Con la más chiquita, tenemos nuestro tiempo de escuela, todas las tardes", detalla. 


Marcia reconoce que no ha sido un año fácil. Ni con sus alumnos ni con sus hijos que también están desgastados. "Hay días en los que me angustia ver a mis hijos cansados de la rutina o que en el caso de mi hija desconfía de lo que les enseño porque en definitiva no soy su maestra, soy la mamá. Por eso, me pongo en el lugar de esas familias que no tienen un docente en la casa o les faltan herramientas y me esfuerzo por hacer cada vez mejor mi trabajo y darles todo mi afecto", asegura.



 

Susana y Álvaro tienen como consigna la organización para salir adelante en esta larga espera para volver a las aulas.



SUSANA GODOY, docente de la escuela República de Chile

  • Contener y dar amor


No hay maestra de primer grado que alguna vez no haya escuchado un "ma" en lugar de "seño", al menos en tiempos de clases presenciales. Álvaro Cobos Godoy (7 años recién cumplidos), como muchos otros chicos, no ha tenido la experiencia de confundirlas, porque fueron muy poquitos los días de asistencia a la escuela. Su experiencia ahora es exactamente a la inversa y el rol de su mami es tan importante como el de la maestra para poder cumplir con el objetivo propuesto para primer grado. Susana es la mamá de Álvaro, y también es docente de la Escuela República de Chile, ubicada en Ruta 40, Chimbas, donde no sólo debe dar sus clases virtuales si no que debe dividir su tiempo en preparar temas, planificar, subir los contenidos a la plataforma, y guiar a su hijo en el difícil proceso de alfabetización. ¿Cuál es el secreto que ellos acuñan para lograrlo? Organización y disciplina, dos cosas que a prima facie parecen sencillas pero al momento de la práctica no lo son tanto.


"Este año el gran desafío ha sido organizarse porque siempre pienso si esto me hubiera encontrado con mi hijo más avanzado en la escuela primaria, pero no fue así, y está situación que nunca imaginé me sorprendió con Álvaro empezando primer grado. Sólo tuvo, como todos los chicos, dos semanas de clases presenciales y el lunes 16 de marzo no fue más a la escuela. Por un lado tuve que acompañarlo para que pudiera cumplir con el proceso de alfabetización y coordinar con mi trabajo, las guías, los alumnos y al mismo tiempo sentarme a leer, a realizar los primeros cálculos con él. A la par es una problemática por los inconvenientes con la conectividad porque no todos tienen acceso a internet", cuenta Susana, quien es técnica en Biología abocada a la docencia.


Todo esto sin contar que debe pasar más horas dedicada a las clases por internet que las que necesita para organizar las clases presenciales, acompañar a Álvaro y las tareas cotidianas de cualquier mujer para organizar su casa (que no son pocas).


"En la escuela decidimos armar grupos de Whatsapp que es lo que más nos ha funcionado. Por este medio mandamos las guías y también por mail", agrega.


El primer paso que dio Susana para cumplir con todos sus roles fue generar espacios para cada tarea. "En la mañana me levantó muy temprano, y empiezo con mi trabajo. A media mañana cuando Álvaro se levanta, hago un corte porque también debemos abocarnos a lo cotidiano. Es una situación muy especial en la que hay que acompañar mucho a los alumnos, y la par acompañar a mi hijo en sus aprendizajes.Por la siesta dedico mucho tiempo para interactuar con mis alumnos. Sin duda que es más trabajo que ir a dar clase en forma presencial. Ahora además de las guías debemos tratar que todo sea muy comprensible para el alumno porque no tiene como sacarse dudas. En la clase presencial todos preguntan lo que no entendieron. No hay día ni horario para recibir los trabajos aunque trato de acotarlo siempre".


Sin dudas la tecnología ha sido, y es, el gran obstáculo para las clases virtuales porque no siempre funciona bien internet, ni todos los alumnos tienen acceso a la red, y las docentes deben procurarse un teléfono de avanzada si quieren hacer todo por whatsapp para facilitar la tarea a sus alumnos.


"Por suerte Álvaro se adaptó muy bien a las clases virtuales. Al ser hijo único, para él es muy importante conectarse y ver a sus compañeros que ya conocía del jardín, aunque con la maestra no llegó a generar un vinculo porque la vio pocas veces en forma presencial. Más allá de los contenidos que se trabajan que son muy acotados, los chicos de primer grado tienen una gran necesidad de hablar, de contar, de estar con sus pares, tanto que muchas veces es triste ver esa necesidad. El proceso no fue sencillo porque al comienzo me decía que no era su maestra", indica.


Así ambos comparten gran parte del día en sus diferentes roles, pero siempre con la contención y el amor de mamá que está presente en cada detalle, hoy más que nunca.


 

Belén con su hijo Lisandro de tan sólo un mes, en el momento de ver las guías. 

BELÉN AMSLER, profe del Colegio Inglés

  • Con la música a todos los hogares

Belén Amsler es docente en el área música del Colegio Inglés. Ella tiene a cargo la materia desde nivel inicial hasta terminar el secundario, y esta cátedra no se dejó de lado en las clases virtuales que se llevan adelante en este ciclo lectivo 2020.


Con apenas 19 años ya llevaba una gran trayectoria en su carrera, primero se recibió, luego dirigió coros de niños y desde joven trabajaba en suplencias escolares. Hoy con 27 años acaba de ser mamá en pandemia, su bebé de tan solo 1 mes, Lisandro León llegó el 1 de septiembre al mundo.


Belén cuenta que "en marzo estaba preparada para comenzar como todos los años el ciclo lectivo, pero llegó la pandemia y en forma urgente tuvimos que planificar y dar vuelta todos los esquemas, una tarea muy difícil. Además no contaba con internet en casa, esto me hizo más difícil aún todo. Tuve que armar las guías por celular, también pedía a mis familiares que me prestaran computadoras para armar los videos y luego los pasaba a mi celular. En pocas palabras fue caótico".


Lo positivo de todo esto es que Belén estaba embarazada y hacerlo desde casa era más fácil y cómodo. "Si hubiera estado en el colegio como marcaba la normalidad de antes era para mí más difícil. Una embarazada a veces necesita ir varias veces al baño, tomar agua o no todos los días son iguales. Por eso manejar los tiempos de trabajo desde casa, me hizo que pudiera llevar un embarazo tranquilo y sin problemas. La parte más dolorosa fue no poder compartir con tus seres queridos semejante felicidad, cuando nació Lisandro. Continuando con mi trabajo y con mi situación de embarazo las clases virtuales en el área música tuve que realizar mucho esfuerzo para lograrlas. El contenido teórico fue fácil de manejar; lo práctico fue todo un desafío que llevamos adelante por medio de audios o videos. Un ejemplo: la escala musical la dibujaba en un pentagrama y luego se hacían escuchar en audios o videos. También me ayudaron las plataformas virtuales, que son clases en vivo", explica.


Ahora bien, el tema central de las clases es que también debían ser entendidas por los padres, ya que ellos colaboran con las tareas de sus hijos. "Esto trajo aparejado dos contrastes, por un lado fue difícil el aprendizaje porque a los padres les cuesta interpretar a la docencia y por otro lado trajo un beneficio importante, el hecho de estar más cerca de sus hijos e interiorizarse más en las tareas. Un esfuerzo y tiempo que dará sus frutos, la relación de padres e hijos", agrega.


A esto se suman las limitaciones con las que cuentan los docentes. "Tenemos sueldos bajos y encarar esta nueva modalidad es muy costosa, por ejemplo tuve que conectar internet en casa, y con la llegada de mi primer hijo los gastos se hicieron mayores. Sacar el sistema virtual adelante y que funcione en pandemia en medio del caos es algo que hemos aprendido y lo tomamos como muy bueno", aclara Belén.