Conocer a alguien, enamorarse, prometer fidelidad, casarse y establecer una familia. Muchas personas hemos crecido bajo esa norma impuesta de manera consciente o inconsciente por nuestros padres, quienes fueron criados de esa manera por sus padres y así generaciones atrás. Pero el amor de pareja ha adoptado otras formas, otras libertades, otras maneras de expresarse, en fin, otras realidades.

Según explica la psicóloga y sexóloga Alexandra Amorós, el amor es un tema que ha sido abordado a lo largo de la existencia de la humanidad de manera incansable por el arte, la filosofía y hasta por la ciencia. El amor podría definirse como el sentimiento de afecto que se desarrolla hacia una persona, un objeto o una idea. Sin embargo, ha sido categorizado de distintas maneras en diferentes culturas dependiendo de hacia dónde esté dirigido.

Si este sentimiento está destinado hacia otra persona, según Amorós, hay dos formas bastante extendidas de entender el amor: desde el flechazo (mito del amor a primera vista y de lo pasional), y la construcción (el amor es producto de una decisión consciente, un arte que se construye).

Si nos quedamos con la segunda forma de entender el amor, es decir, como construcción, se puede pensar en varias formas de amar y en distintas estructuras, pero seguramente en la primera que se piensa es en el amor de pareja, en el de la “media naranja”, como sugiere la psicóloga gestáltica Érica Svriz. Para ella, las novelas, películas románticas y hasta la música han reforzado la idea que, en algún lugar del mundo, existe ese “alguien especial” que llenará el vacío que se siente, si se piensa en la idea de que estar sin pareja significa estar en soledad.

El “Amor Disney”, tema del que habla la autora Brigitte Vasallo, contribuye a la idea de que los vínculos de pareja solo pueden ser heterosexuales, monógamos y por lo general, con mujeres sumisas. Quien sale de esta norma no es bien visto.

Pese a ello, las concepciones de las personas han ido cambiando, y lo que antes se hacia en el secreto de cuatro paredes, casi con vergüenza, hoy deja de serlo, y muchas personas se auto perciben de manera abierta y manifiestan como No Monogámicas.

Amorós explica que esta denominación se refiere a un grupo heterogéneo de formas de relacionarse entre personas, independientemente del número de parejas sexuales que puedan o no tener. “Este grupo busca abrir el debate y la cancha para repensar algunas ideas que tenemos con respecto a la monogamia y la exclusividad sexual, así como visibilizar la existencia de otras formas de relacionarse”, detalla Alexandra.

¿Qué proponen las relaciones no monogámicas? Se basan en tres postulados:

*La no posesión, es decir, dejar de ver al otro como propiedad privada. Deja de existir exclusividad física y/o emocional.

*El consenso y consentimiento por sobre todas las cosas, lo que implica que todas las personas deben estar de acuerdo con ese estilo de vida.

*La comunicación debe ser honesta y asertiva sobre las emociones que despierta la práctica no monogámica.

Dentro de las relaciones no monogámicas, explica la Licenciada en Ciencias Políticas Cecilia Figlioli, (quien además se formó en género, diversidad, psicología y sexología y lleva adelante la ONG Relaciones Abiertas), hay una gran diversidad de relaciones como el poliamor, el matrimonio grupal, pareja primaria, pareja secundaria, red efectiva, entre otras. Estas y otras etiquetas aun están en construcción ya que incluso hoy en día se están debatiendo y pensando.

Entonces, ¿es posible poder llevar adelante una relación sexo/afectiva con más de una persona? Si se lo piensa desde la no monogamia, es una posibilidad viable, siempre y cuando se respeten las bases mencionadas con anterioridad, pero también exista responsabilidad afectiva. La Lic. Svriz afirma que, si bien es un término “de moda”, muchas veces es difícil ponerlo en práctica, ya que implica hacerse cargo de los sentimientos, emociones y de cómo se comunican. “Implica hacerse responsable de los vínculos que generamos con otros, poder expresar de manera clara tanto deseos como intenciones, tener empatía y poder establecer límites claros”.

Si bien hay un amplio abanico de etiquetas dentro de las relaciones sexo/afectivas, el poder vivir el amor en plenitud implica respetar y respetarse, sincerarse y nunca obligar a otros u obligarse a hacer lo que no se quiere. En fin, no juzgar las decisiones de los demás, respetando las propias.

La no monogamia contada en primera persona

Cecilia Figlioli es licenciada en Ciencias Políticas y vive en Buenos Aires. Durante 7 años estuvo en pareja con Juan Pablo. Esa era una relación que ella define como linda, divertida, pero no se consideraban como una “pareja típica”. Es más, muchas de sus amistades o personas del entorno les decían que parecían más amigos que pareja, como si ambas cosas no pudieran convivir.

Desde ese lugar, como pareja monogámica, comenzaron a ver que existían comunidades poliamorosas, y la investigación sobre las mismas los llevaron a cuestionarse situaciones, por ejemplo, ¿qué sucedería si se besaban con otras personas? La respuesta fue unánime, no cambiaría lo que sentían el uno por el otro ni mucho menos la relación entre ellos.

Fue en ese momento cuando decidieron abrir la relación. Lo hablaron con su entorno, algunos lo aceptaron, otros fueron más escépticos, pero eso no los frenó. Con el paso del tiempo Cecilia comenzó a salir con Sebastián, Juan Pablo hizo lo mismo con Daniela hasta que luego de algunos años Cecilia, Sebastián y Juan Pablo tomaron la decisión de vivir juntos.

Cecilia junto a Juan Pablo y Sebastián 

Compraron una casa, mantuvieron la relación y hace 5 años se sumó a la convivencia Florencia, quien comenzó una relación con Juan Pablo.

Hoy los cuatro, Cecilia, Juan Pablo, Sebastián y Florencia, junto con su hijo, viven juntos en Berazategui. Ellos se autodefinen como “familia poliamorosa”, donde no solo comparten el hogar y los vínculos, sino también la crianza del hijo de Florencia. “El chico sabe la verdad y las cosas acorde a la edad que tiene, sabe que todos nos queremos, que compartimos y que nadie engaña a nadie. En su colegio también lo saben, ya que no es algo que ocultamos. Sentimos que tenemos el privilegio de poder hacer pública de alguna manera nuestra relación, porque sabemos que no todas las personas tienen esa posibilidad”, comenta Cecilia.

Encarar una familia con esa construcción no es sencillo, ya que los prejuicios están a la orden del día. Siempre está aquella persona que te mira como si el estilo de vida que decidiste llevar adelante estuviera mal, pero tanto Cecilia como cada integrante de esta familia entienden que mostrar lo que hacen no tiene nada de malo ni perverso, ya que de cierta manera abre el debate sobre qué es el amor, cómo se construyen las relaciones y cómo se vive el amor según la percepción de cada persona. “Aunque no se comparta el poliamor, es un espacio para pensar el amor y las relaciones, por eso decidimos manejarnos bajo el concepto de relaciones abiertas, porque creemos que tener relaciones afectivas o sexuales, o ambas, tiene que ver con la apertura que buscamos. Al fin y al cabo, todas son etiquetas”, analiza Cecilia.

Cecilia y su "familia poliamorosa"

Ser o no monogámico es una elección personal, en base a como uno se percibe, siendo fiel a los sentimientos. Sea lo que sea que elija el prójimo, no debería ser motivo para señalarlo o juzgarlo.

Vivir el amor, si lo pensamos desde una perspectiva vínculo-afectiva, no debería ser complejo. Siquiera debería ser un tema de discusión o de debate, ya que muchas culturas interpretan que no hay sentimiento más genuino que el amor, y no hay nada más genuino en una persona que la incondicionalidad de amar.

Colaboración:
Lic. Alexandra Amorós. Psicóloga y sexóloga. Redes: @sexologa.amoros
Lic. Érica Svriz. Psicóloga gestáltica. Redes: @ps.ericasvrizescobar
Lic. Cecilia Figlioni. Especializada en género y sexología. Redes: @relacionesa – web: relacionesabiertas.org