En menos de cinco años, surgieron en la provincia, una media docena de artesanos del calzado. Una actividad productiva bien diversificada ya que algunos se dedican a la confección de productos para distintos tipos de danza, deportes o zapatos urbanos y de fiesta. Una propuesta innovadora, creativa que abre nuevas posibilidades laborales en un momento en que lo artesanal es altamente demandado. Sólo uno de estos grupos – La Hormiga Ermitaña-, recibió ayuda del Programa Capital Semilla destinado a emprendedores jóvenes. El resto lo hace con inversión propia y con la esperanza de seguir creciendo en un segmento hasta ahora poco transitado.
Otro dato curioso es que son todos autodidactas porque si bien existe una carrera de diseño no contempla esta modalidad.
Magic Shoes
A medida de sus pies
Si es bueno que un zapato calce como un guante para cualquier ser humano ni imaginar lo que eso significa para un bailarín. Lo bueno es que hay gente que en lugar de ahogarse en un vaso de agua porque no encuentra el calzado adecuado decide poner manos a la obra y hacer el propio. Tarea nada sencilla que demanda un aprendizaje previo, y mucha práctica. Precisamente motivado por la danza y por el interés que siempre tuvo por el diseño es que Marcelo Fernández (30) decidió aprovechar la oportunidad que surgió hace un año y medio cuando visitó la provincia un artesano del calzado para tomar clases prácticas durante 8 meses.
Ahí fue cuando todas sus pasiones comenzaron a alinearse, ya que el primer par lo hizo exclusivamente -y a medida-, del pie de su novia Vanesa Serrano (29), quien además es su pareja de baile. Como si esto no completara una linda historia de confluencias, ella se sumó para dedicarse a detalles minuciosos de terminación, como doblado, forrado, entre otros.
Desde entonces, juntos, trabajan en lo que fue el garage de la casa de Marcelo en el Barrio Frondizi, ahora convertido en taller artesanal de zapatos para ritmos latinos, tango, danzas españolas, y ahora también zapatillas deportivas a medida. Claro que si alguien necesita uno hecho a gusto y placer para otra ocasión también puede encargarlo.
El único antecedente para volcarse a ser el protagonista de "Magic Shoes", marca con la que trabaja, era la necesidad de contar con calzado apropiado a precios justos, y su amor por el diseño. Lo demás fue voluntad y deseos de progresar.
"El primer par de sandalias lo hice para mi novia -eran de animal print-, ya que ella siempre buscaba un calzado lindo y no lo encontraba porque calza del 41 y traen pocos modelos. Peor si buscaba para bailar ritmos latinos, era casi imposible. Así es que le di la sorpresa y también se entusiasmó. Luego hicimos para amigos que también bailan salsa y así fuimos creciendo juntos", explica Marcelo.
Comenzó a comprar la materia prima, las herramientas, a la vez que dibujaba lo que serían los nuevos calzados artesanales.
Debido a la demanda Vanesa comenzó a ayudar y en la actualidad es su mano derecha. "Hago todos los detalles a mano, al principio nos demorábamos más, hacíamos unos diez pares al mes y ahora podemos hacer diez pares en diez días", dice Vanesa que apenas si le queda tiempo para dedicar a su peluquería.
Actualmente ya venden calzado a medida a bailarines de Córdoba, San Luis y Mendoza. Un negocio que pinta para hacer un muy buen camino.
Hormiga Ermitaña
Zapatos para darse el gusto
Una caminata cotidiana por el centro y la rutina de mirar vidrieras para encontrar (sin encontrar) ese par único, diferente, desuniformado fue el momento preciso del nacimiento de una idea que les cambió la vida para siempre a Pamela Ponce (diseñadora gráfica) y Martín Quiroga (artista plástico), los dueños de Hormiga Ermitaña, la marca de zapatos de diseño que tiene ofertas para llegar a distintos rincones de la moda del país, de Tokio y Nueva York y la que al menos por un ratito -ya que no saben lo que pasó con el destino de ese producto- supo calzar a la propia ministra de industria de la Nación, Débora Giorgi, en su paso por la provincia.
"¿Y si nos hacemos los propios zapatos?” Fue la propuesta de esa tarde, de boca de uno de ellos, empecinado en tener ese par único, de sus sueños. A partir de ahí, no pasó mucho tiempo hasta que compraron el primer par de hormas y consiguieron un proveedor de los materiales básicos, como varios metros de cueros de diferentes colores, algunos cordones y cintas para atar, hilos. Claro que no fue sencillo.
De hecho, hasta tener el primer par de zapatos terminado -unos mocasines verdes talle 37 para Pamela, que jamás usó- tuvieron que superar escollos y dedicar mucho tiempo a charlar con zapateros de oficio y vendedores del rubro, de la provincia y de fuera de San Juan, de los que recibieron consejos y fundamentalmente secretos.
Es que ambos, ignoraban absolutamente de qué se trataba esto de hacer calzado. Jamás hicieron un curso de capacitación sobre el tema porque esto implicaba seguir invirtiendo dinero y tiempo.
Luego de aquel primer par, el que les insumió más de una semana de trabajo sin descanso, llegó la crítica devastadora porque había sido marcado en base a una horma de alpargata y no de zapato. Después todo fue más rápido: más pruebas, mejores resultados y la satisfacción -para ellos- de usar sus propios mocasines. Así lo que empezó como un gustito personal, de a poco se fue difundiendo por el boca a boca y por Facebook. "Tardamos más en generar la marca que en hacer los zapatos. Pero era necesario porque nos empezar a llegar pedidos”, cuentan estos emprendedores que han diversificado el rubro haciendo bolsos y carteras.
Hasta ahora ellos fueron los únicos sanjuaninos que recibieron ayuda nacional para su emprendimiento, después que mostraron su proyecto en el programa Capital Semilla, que justamente les entregó Giorgi en el 2012 y ellos como retribución le regalaron el único par de zapatos de su autoría que tiene nombre, el de ella. Aquella vez recibieron 15.000 pesos que les alcanzó para comprar una plantilla completa de hormas (del 35 al 45), algo de maquinaria y más materia prima, lo que indudablemente fue un gran empuje para seguir adelante. De los 50 pares que armaron hasta el momento, solo tienen un pequeño stock de 3. El resto se vendió.
"Nos encantaría exportar pero no podemos porque no tenemos stock. Deberíamos tercerizar pero no es sencillo. Uno lo hace con mucho amor y con la convicción de que cada zapato tiene identidad. Algún día encontraremos con quien compartir estas premisas", dicen Pamela y Martín que no desisten en lograr dar más pasos.

