A la finca ubicada en Punta del Médano -a 10 kilómetros de la villa de Media Agua y a 10 kilómetros de El Cerrillo, en Sarmiento- este caso y nunca mejor dicho, podría llamársela la Tierra Prometida. Es que las uvas de la variedad Torrontés riojano que allí florecen sirvieron para amalgamarse con otras de fincas pequeñas de distintos puntos del país y brindar el vino de misa con inigualable sello argentino que acompaña al papa Francisco en cada una de las misas que celebra en el Vaticano. Éstas fueron las únicas aportadas por la provincia de San Juan para hacer este vino que se elaboró en la Bodega Experimental del INTA de Mendoza y que la Presidenta en persona le entregó al máximo pontífice en sus manos durante su último viaje al Vaticano, el sábado 20 de septiembre pasado. Recién ahora trascendió el origen de las uvas, un detalle no menor, ya que encierra una historia de fe y compromiso por sí misma.
Los actuales propietarios de esta finca elegida son la familia que componen Amparo Monfort y su esposo José Castro -aunque los dueños originarios, los padres de Amparo, todavía viven-, quienes no dudaron en colaborar cuando les pidieron una donación de algunos kilos de las uvas de la variedad Torrontés que cosechan en 3 de las 13 hectáreas en producción que tienen. Ellos están acostumbrados a hacer este tipo de acciones. Pero grande fue su sorpresa cuando se enteraron que el objetivo de esa colaboración era hacer un vino cuyo destinatario iba a ser el mismísimo Papa argentino, personalidad a la que admiran.
La idea del vino -que finalmente y tras un concurso de etiquetas terminó recibiendo por nombre "Todos” como indicativo de una intención de que sea un motivo de unión, de encuentro- nació de un convenio entre el INTA y la Corporación Vitivinícola Argentina (más conocida como Coviar), con el apoyo de los Centros de Desarrollo Vitícola (que fueron los que se ocuparon de seleccionar las mejores uvas de 5 productores familiares como el de San Juan pero en Salta, Catamarca, La Rioja, Mendoza y Río Negro) y el Fondo Vitivinícola, entidad que aportó los insumos para el embotellado, entre otras cuestiones básicas para obtener los 450 litros de esta bebida exclusiva para el Papa.
"Me llamó Laura (NdR: la ingeniera agrónoma a cargo del Centro Vitícola de Media Agua, a quien le habían encargado la búsqueda de estas "mejores uvas”. Ella no sólo hizo la selección sino además orientó y controló todo el proceso día a día). Quería corroborar si en la finca teníamos Torrontés. Ni bien le respondí me dijo que necesitaba hablar conmigo. Me pidió una donación de uvas. Yo no tenía problema. Estamos acostumbrados a colaborar siempre que hace falta. Pero la alegría llegó cuando me enteré el verdadero destino de la donación para el vino especial para el Papa. Nunca me imaginé que el fruto del trabajo familiar llegaría tan lejos. Es un honor para mí, un orgullo que a veces no logro dimensionar, porque el Papa es un ser maravilloso, es un líder que nos ha cambiado mucha de nuestras visiones del mundo”, recuerda Amparo sobre ese día clave.
Mientras que del otro lado de la historia, Laura Carelli Secchi, devela el motivo por el qué se eligieron esas uvas y no otras.
"El coordinador de los Centros de Desarrollo Vitícola del país nos pidió a las distintas regiones vitivinícolas, la selección de aquellas parcelas con aptitudes agronómicas y enológicas óptimas para la elaboración del vino en cuestión. Además había otro requisito fundamental: esas uvas debían provenir de un productor familia especial por su compromiso por el lugar, no podía ser cualquiera. De inmediato se me ocurrió consultar a Amparo Monfort, porque conocía su empeño, su actitud colaboradora y como si fuera poco, la calidad de su trabajo en la finca. No cabía dudas: su viñedo cumplía con las exigencias solicitadas", agrega.
Así fue como se dispuso inmediatamente el trabajo sobre dos melgas con 35-36 cepas cada una, las que fueron seleccionadas y las marcadas en la finca para evitar que nadie tocara ni un racimo de ellas. Es que había que cosechar 200 kilos -la misma cantidad aportaron el resto de las fincas- para lograr este vino blanco. Tenían que ser las mejores uvas, sin lugar a dudas. Y esto no fue sencillo, en una temporada atípica, que tuvo que sobrevivir a heladas y a una torrencial lluvia de febrero, una rareza para San Juan. Sin embargo, los cuidados, el empeño y por qué no decirlo, la fe, lo hicieron posible.
Más de uno de los involucrados llegó a rezar para poder cumplir con el pedido de cosechar lo más tarde posible para asegurarse un vino dulce natural.
Es que nobleza obliga decirlo, Amparo, no fue la única cuidadora de los racimos. Expresamente la "dueña de casa" se los encargó a los cuatro hombres que colaboran con las tareas de viña. " Néstor, Lacho, Miguel y Tito fueron una especie de guardianes. No podíamos hacer mucho con el mal clima que tuvimos este verano pero diariamente ellos entraban en la parcela y observaban el estado de los racimos. Yo todos los días les preguntaba si habían visto algo raro. Por suerte no pasó nada. Y obtuvimos racimos de muy buena calidad", cuenta Amparo que junto a su padre ha colaborado en más de una obra de la iglesia en la zona de Sarmiento. Se dice creyente y por eso considera que la mejor forma de vivir en la fe, es colaborando con el prójimo.
Evidentemente la pasión por el campo viene de familia. Y de larga data, como resume Amparo.
José Monfort Pedroz -su abuelo paterno- fue el dueño original y el responsable de que las primeras cepas de Torrontés riojano llegaran al lugar. El se escapó de la guerra española justo cuando debía presentarse al servicio militar. Tenía 18 años y muchas ganas de buscarse un porvenir mejor que el que le ofrecía Gata de Gorgo, en Valencia, en ese momento convulsionado. Sin mucha información llegó con dos hermanos a la Argentina. Como mucho otros inmigrantes aquí tuvo que empezar de cero, de la nada. Pero ese no fue un problema. Aquí encontró la esperanza de poder tener un futuro. Empezó atando parrales, tarea que pese al esfuerzo y dedicación que le implicaban, le que dio sus frutos porque pudo casarse con Francisca Gavila, tener hijos y darles una casa segura y un estudio. Así pudo comprar la propiedad en Sarmiento, la que aún espera por un nombre ya que hasta ahora y pese al paso de tiempo, nunca fue "bautizada”.
"Según me contaron mi abuelo y uno de mis tíos plantaron las primeras cepas del Torrontés entre el "58 y el "59. También plantaron uva Cereza. En ese entonces no había tanto desarrollo de viveros de plantines. Se regalaban entre amigos. Mi papá recuerda que fue uno de los Garcés quien se los regaló a los primeras cepas del Torrontés que es super aromático y tiene un sabor único”, cuenta acerca de las uvas protagonistas de la historia, las que le han dado una de las grandes alegrías de su vida.
Esa misma finca, con los años, pasó a manos de su padre, Joaquín, que no solo la hizo crecer sino que además siempre fue un colaborador con quien lo necesitara de la zona. Inclusive fue quien empezó a relacionarse con el INTA y otras entidades. Hasta que en el 2001, la crisis social y económica que sumió a la Argentina en un caos, también afectó a la finca de los Monfort. Por eso fue que la única hija mujer decidió hacerse cargo de la misma con sus ahorros para evitar perderla. Sin muchos conocimientos -ella estudió Bioquímica y su esposo es ingeniero- pero si con mucho amor por el campo que la vio nacer y crecer, Amparo quedó al frente de las hectáreas con uva para vinificar y para pasa, además de las plantaciones de olivos y frutales, especialmente duraznos y ciruelas. Trece de esas hectáreas son de uvas y tres de ellas exclusivamente Torrontés.
"Con mi papá -que tiene 90 años ya y que sueña con volver a vivir en la finca- nos involucramos en un grupo de elaboradores de vino casero hace 3 años. Hicimos vino tinto para probar. Y nos salió muy bien. Pero nunca tanto como el proyecto del vino para el Papa. Esa fue una bendición”, dice con emoción la mujer que no se desespera pero que tiene entre sus añoranzas esa remota posibilidad de estar frente a Francisco.
Con las uvas Torrontés riojano donadas de San Juan, Salta, La Rioja, Catamarca, Río Negro y Mendoza -que no recibieron ningún trato especial más que la cosecha cuidada y el depósito en cajones esterilizados- se empezó a elaborar un vino, en el mes de marzo, en la Bodega Experimental del Centro de Estudio Enológicos del INTA, en Luján de Cuyo, Mendoza.
Los resultados fueron 450 litros fraccionados en 500 botellas bajo el sello de "Todos" que llevó la presidenta y algunos litros más que le fueron enviados más tarde al Papa Francisco en un barril de roble para preservar mejor la conservación de este vino blanco dulce natural con 13,7% de alcohol, según los parámetros logrados por el enólogo Santiago Sari, responsable de la microvinifación. Por supuesto que el vino en cuestión no será comercializado ni en el país ni en ningún otro. Su destinatario será el máximo pontífice, quien podrá ponerlo en la mesa para bendecirlo en cada ceremonia en el Vaticano ya que es un vino certificado como +vino de misa+. Así será seguramente para esta Navidad.
Vale aclarar que "Todos” no solo es el vino. Es un símbolo desde su nombre. Según explican los integrantes del estudio Boldrini & Ficcardi, -quienes diseñaron las etiquetas- "la imagen y el nombre seleccionados transmiten claramente la idea ecuménica de que "el vino nos une” y genera un gran sentimiento de pertenencia bajo la palabra todos. Es una imagen sencilla y potente, clara y cercana. La botella refleja transparencia y pureza+.
Como si fuera poco, para su elaboración no se apeló a los grandes empresarios vitivinícolas. Todo lo contrario. Las uvas se pidieron a los pequeños productores que representan el 80 por ciento de la superficie cultivada del país. "Esto es el verdadero fruto del trabajo. Es lo que nos pide Francisco”, reflexiona la agrónoma Laura Carrelli.
Pero hay algo más; se utilizaron uvas de la variedad Torrontés riojano, en lugar de moscatel, que es la generalmente se usa para los vinos de misa (ver nota anexa) porque es la única uva nativa de la Argentina, producto de la cruza entre moscatel y criolla chica, razón por la cuál es la uva blanca emblemática del país equivalente al Malbec en cuanto a variedades blancas. Pese a esta característica no es de las más abundantes: según el último censo vitivinícola publicado por el INV en el 2012, en todo el país hay 7.682,9 hectáreas de esta variedad. En San Juan, sólo 814,5 hectáreas. Los vinos que se elaboran con estas uvas no son los que más se consumen. De todos modos, en Estados Unidos hay un interés especial por estos blancos aromáticos que hace que cada vez hayan más degustadores de Torrontés en aumento.
Quizás con la bendición del Papa, ahora, esta variedad se multiplique.

