Fue una noche agitada la del viernes 6 de noviembre en el comité bloquista de Iglesia. De recriminaciones en la cara, una costumbre que la forzada corrección de estos tiempos ha dejado olvidada y que ofrece prioridad a las agachadas sin público antes que a los debates subidos de tono que supieron ser costumbre en cualquier sede partidaria.

Chango Sancassani había ido como presidente del partido a esa reunión que marcaría la bisagra de su salida. Del otro lado, Enrique Conti, un caminante de esta geografía bloquista con trabajo de parto. El clima venía caliente, el lugar era de gala -Iglesia, el único municipio que gobierna el partido-, y las locomotoras chocaron de frente.

Empezó el ex intendente capitalino, pivoteando como lo viene haciendo en los últimos tiempos sobre su rechazo a la alianza del partido con Gioja y por consecuencia con los Kirchner. Desplegó sus razones, todas muy atendibles, pero hubo una que terminó sulfurando al entonces conductor del bloquismo: fue cuando Conti dijo que nunca había tenido nada que ver con los K, después de alguna alusión al "Chango grande" -el padre del Changuito, un dirigente histórico del partido- que alborotó los ánimos.

Sancassani y Conti han sido compañeros de ruta en muchas de esas trenzas partidarias -además de varias etapas compartidas en el municipio- y se conocen el descarte. Pulsearon mucho entre ellos por el rumbo partidario y conocen los paisajes que debieron recorrer para salvar a la creación de los Cantoni de la desaparición. Y fue esa interpretación de la historia más reciente lo que terminó funcionando como el límite.

Sancassani, a su turno, contestó de manera directa. Dijo que el acuerdo con Kirchner fue firmado el 11 de marzo de 2007 -el primer partido en sumarse a la célebre concertación que incluyó al radicalismo de Cobos- y que Conti no sólo participó de su armado en los despachos municipales, sino que puso la fecha más adecuada para su agenda de intendente. Y que tiene guardados los recortes de cuando sintonizaba con Cristina y decía que iba a votarla.

Más allá de los sapos que deba tragarse, la sociedad con los Kirchner es más una cuestión de confianza en las fuerzas propias que de convicciones. Estas últimas se arreglan, se modulan hasta el límite de lo sostenible, aún en casos tan alejados como éstos. La cuestión es, entonces: ¿cómo le iría al bloquismo sin el paraguas del kirchnerismo?

Se encontró obligado a defender en el Congreso temas como la 125 o la ley de medios, pero obtuvo a cambio una embajada, una banca en Diputados y estuvo cerca de otra con el propio Sancassani este año.

¿Hubiera podido igualar o mejorar esta performance el partido si hubiera ido solo? Aquí es donde entra a jugar la confianza y la respuesta de Conti es que sí, pero habrá que hacer notar que los resultados del partido medidos en cargos ocupados democráticamente han sido mucho más generosos ahora con la alianza con los K que hace algo más de dos años, cuando lo dirigía el propio Conti y llegó al mínimo histórico.

¿Detrás de qué líder debería enrolarse entonces el partido para iniciar la recuperación? No es precisamente caudillos y ni siquiera referentes sólidos lo que abunda, pero uno de ellos es el propio Conti. Sin embargo, su carácter suele ser un obstáculo para convertirlo en el caballo que tire del carro, en el caso que quisiera jugar ese rol. Hace dos años, el giojismo estuvo muy cerca de ofrecerle la candidatura para ser reelecto en la Capital, pero no quiso. Tampoco quiso hace menos tiempo entregar una señal para ocupar un ministerio. Y en la última elección de gobernador rechazó la posibilidad de ocupar una candidatura que implicaba inmolarse -Gioja estaba muy firme- con tal de obtener un mayor números de diputados y concejales.

Entre las obligaciones de un eventual reconstrucción figura dar la cara en la ofensiva. Además de atraer a la diáspora bloquista, concretada a la luz del disconformismo con el rumbo partidario de acompañar al kirchnerismo y que valió el alejamiento de dirigentes como Miguel Arancibia, Alfredo Castillo, Chiquito Conca, o Juan Domingo Bravo, a quienes Conti ha vuelto a frecuentar.

Pero lo más complicado será desacostumbrar al partido al calorcito de la pertenencia. En las últimas internas partidarias, se midieron en la Convención mano a mano el oficialismo de Sancassani y la oposición de Conti por la alternativa de renovar o no la alianza con el gobierno. Y pese a las altas expectativas que tenía el sector opositor, el triunfo del sí fue rotundo.

Lo que quieren ahora es declarar ya mismo su independencia del oficialismo nacional y provincial, de manera de no perder discurso ni tiempo. Creen que si tarde o temprano deberán alejarse de esas costas, lo mejor será ir haciéndolo desde ahora para ir ganando un espacio en el menú de las fuerzas opositoras y ensayar desde allí su oxigenación.

Pero resulta que ni siquiera Mauro Marinero, otra de las figuras fuertes del partido desde su condición de intendente de Iglesia -único del partido- ve con buenos ojos una salida en malos términos del giojismo. Sabe Marinero que necesita de esos favores para conservar la generosa cifra que le llega como pago de regalías mineras que maneja de manera desprolija y que todo el mundo le quiere pellizcar. El gobierno ya dio muestras de que no lo harán mientras se mantenga el buen clima.

Es Iglesia un modelo curioso de gestión, donde muchos meten la cuchara. El intendente Marinero dispone de una fuente de recursos inagotable que le permite soñar con no ser desplazado nunca si quisiera seguir, pero a su vez cede algunos lugares estratégicos al giojismo -como la secretaría de Obras- y al propio Conti, jefe político de varios funcionarios clave y él mismo hoy empleado del municipio en comisión de servicios autorizada por el propio Gioja.

Leopoldo Alfredo Bravo es el otro posible líder para encolumnar la tropa. Fue la referencia del mandato de Sancassani como presidente y lo será de Graciela Caselles, la hermana del extrañado Javier, en la máxima jerarquía partidaria. El Polo tiene un par de inconvenientes: el primero, que su residencia en Rusia como embajador pone demasiada distancia de la diaria partidaria, y el segundo es su salud.

Pero sabe que su tesón cotiza en bolsa para el momento del partido y sueña con traducirlo en una aspiración concreta dentro de un par de años, si es que se lo permiten esos inconvenientes. De tantos años entreverado con justicialistas, parece conocer el valor de la lealtad, y no se muestra atraído por la chance de violarla. Aunque en el fondo, su diferencia con Conti parece ser más de tiempos que de sustancia.

Ya anunció Bravo que en 2011 quiere ser candidato a gobernador y de esa manera interpretó que su lealtad es hacia Gioja y no a sus sucesores. Es ese entonces el plazo que le puso a las listas en común que aún hoy, como mudo testigo, se hacen sentir desde los paredones pintados con el nombre del Chango.

Hasta ese momento, el Polo quiere seguir haciendo la plancha. Sus amigos de siempre en el partido serán los que ocasionen las marejadas. Cosas que pasan.