Existe un largo consenso interno en el sentido de que nuestros males y trastornos son de origen político -por la desunión y la carencia de proyecto- y que los sinsabores y malestares económicos son su consecuencia. ¿Por qué no funciona nuestra política? ¿Qué la enerva? La cuestión se halla en la falta de patriotismo. Ni larvado ni latente, congelado. Literalmente malherido.

No puede haber política benéfica si el país está maniatado por una cultura que nos desagrega pertinazmente de lo colectivo. Un país de egoístas es ineluctablemente inviable. Sea el patrimonio común más tangible -la vía pública, una plaza (25 mil hechos vandálicos en 2009), los insumos de una oficina estatal- hasta los más lejanos como los recursos presupuestarios, maltratamos lo de todos.

La máxima expresión del nocivo individualismo es la falta de patriotismo. Este es, a su vez y correlativamente, la mayor manifestación de la presencia de una comunidad. El patriotismo es insustituible, aun hoy, en 2010, como combustible espiritual, con traducción material, para movilizar a un pueblo y para sentar la base del desarrollo.

¿No habrá llegado la hora de combinar razón y mística? Ambas en dosis precisas. Ningún pueblo se moviliza por un presupuesto equilibrado o la austeridad, aunque sabemos de su imperiosa necesidad. Por eso, hay que poner mística patriótica sincera a los objetivos indispensables que dicta la razón. Así, se abre la puerta al buen gobierno.

En la Argentina neutralizada por la falta de patriotismo ganar dinero trabajando es mal visto, no sólo por los congéneres, sino por el propio Estado. Los ocupantes de éste, ante el exitoso tienen una actitud que traspasa el límite de lo espurio.

El patriotismo provee de un timonel y una brújula casi infalibles para rumbear al país. Es como el amor maternal: adolece de estudio profesional, pero está sobredotado de instinto orientador. No es una carrera universitaria. Ni siquiera terciaria. No se aprende, se mama.

El proyecto común de país por el que tanto clamamos y el que constantemente se nos escurre surgirá casi naturalmente si reaparece como protagonista el patriotismo.

En una palabra, el patriotismo nos reubicará en el mundo. Todo lo contrario de lo que frívolamente dicen algunos opinólogos de poca envergadura. El patriotismo lejos de segregarnos de los otros pueblos nos agrega a la legión mundial de países que se autorrespetan, único escenario para ser socios del globo, con rumbo y norte.