Largas colas en la Peatonal para recibir un libro, una iniciativa brillante y enriquecedora.

Hace pocos días, en las peatonales de la Ciudad de San Juan tuvimos oportunidad de ver una experiencia difícil de imaginar en los tiempos que corren. Colas de tres cuadras de personas de todas las edades para recibir dos libros de obsequio. Se trata de un proyecto conjunto entre la Municipalidad de la Capital, dentro de su Plan de Lectura coordinado desde el Museo de la Historia Urbana, y la Sociedad Israelita de Beneficencia, que se viene realizando anualmente. La bibliografía, de diversa temática, surge de donaciones gestionadas con este fin a lo largo del año por ambos organismos. Muchos de los antiguos maestros de nuestras escuelas estarían felices de saberlo, y hoy nos reconforta a todos, en medio del acelerado avance de las nuevas tecnologías y los libros digitales. Esta experiencia me recordó a Federico García Lorca, el poeta español más reconocido internacionalmente, asesinado en Granada en agosto de 1936, por su delito de ser republicano, homosexual y, sobre todo, prodigiosa voz erigida en la defensa de los que sufrían por prejuicios o por ignorancia. Cuatro años antes, se preocupó personalmente en "juntar libros en unos estantes" para que "se alimente el pueblo". Fue en septiembre de 1931 en su Fuente de Vaqueros natal (Granada), cuando inauguró una biblioteca popular, la primera de Granada, y donde pronunció un discurso memorable. En él definió como pocos el significado de Cultura, una descripción que llega hasta hoy con toda la vigencia de los tiempos: 


"Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. 'Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre', piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida, es bondad, es serenidad y es pasión. Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro..., y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo... No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social. Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros? ¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: 'amor, amor', y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo..., y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: '¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!'. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida. Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: 'Cultura'. Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz'.