Antes que nada, hay que aplaudir el hecho de que los países más grandes de la región votaron esta semana a favor de una resolución de la Organización de Estados Americanos (OEA) que convoca a una reunión de ministros de Relaciones Exteriores el 31 de mayo para discutir la crisis política y humanitaria de Venezuela. 


El régimen venezolano había tratado de impedir esa reunión de alto nivel. La propuesta fue aprobada por 18 votos incluidos Estados Unidos, Canadá, México, Brasil, Argentina, Colombia y Perú con 13 abstenciones, muchas de países caribeños que dependen de las subvenciones petroleras venezolanas.  


Pero una mayoría de 18 votos no bastará para imponer sanciones diplomáticas a Venezuela. Bajo las reglas de la OEA, la reunión del 31 de mayo necesitaría una mayoría de dos tercios, o por lo menos 24 votos, lo que será difícil de lograr. 


Ante esta situación, si Venezuela no restablece inmediatamente la democracia como está obligada por los tratados interamericanos los países de la región deberían emitir una declaración exigiendo la celebración de elecciones presidenciales anticipadas en Venezuela, supervisadas por observadores internacionales creíbles; la restauración de los poderes constitucionales de la Asamblea Nacional, y la liberación de todos los presos políticos. 
En preparación de la reunión anual de la OEA en Cancún, el 21 de junio, los presidentes latinoamericanos deberían hacer declaraciones exigiendo elecciones libres anticipadas en Venezuela. Hasta ahora, con pocas excepciones notables como los presidentes de Perú y Argentina, la mayoría de esas demandas fueron hechas por funcionarios de nivel inferior. 


Además, en la reunión de la OEA, se debería obtener una mayoría de dos tercios de votos para exigir a Maduro elecciones libres anticipadas y monitoreadas por observadores de la OEA y de la Unión Europea y se debería encontrar la forma de convencer a Haití y otros países caribeños a apoyar ese pedido. 


Hay quienes son escépticos diciendo que a Nicolás Maduro le importan un rábano las declaraciones de otros países. El anuncio de que convocará a una Asamblea Constituyente para redactar una Constitución como la cubana lo dice todo, afirman. 


Mi opinión: No estoy de acuerdo. La presión diplomática sobre la dictadura de Maduro es esencial no sólo para darle apoyo moral a la oposición venezolana, sino también para profundizar las crecientes grietas dentro del régimen y hacer posible una solución electoral. Ya hemos visto importantes funcionarios chavistas tomando distancia de Maduro, como la fiscal general Luisa Ortega. 


Con encuestas que muestran que el 80% de los venezolanos quiere un cambio de gobierno, las sanciones de los EEUU contra varios funcionarios venezolanos acusados de represores y que tienen una fortuna en los bancos estadounidenses y la creciente presión diplomática de países latinoamericanos que hasta hace poco eran aliados del chavismo, la coalición de Maduro podría desmoronarse. 


Las democracias de las Américas deben hacer un llamado explícito a elecciones anticipadas en Venezuela. La alternativa será la cubanización total de Venezuela, un mayor derramamiento de sangre, una crisis humanitaria cada vez más profunda y cientos de miles de venezolanos más que buscarán refugio en países vecinos. 
 

Latinoamérica presiona a Maduro para poner fin al caos.