A veces nos desvela el mañana, pero no hacemos nada por vivir el presente, o por aprender del pasado. Quizás deberíamos hacer memoria, al menos para entusiasmarnos y rescatar sabiduría, pues son las vivencias las que nos hacen recobrar los referentes y las referencias.Ojalá lleguemos a reencontrarnos todos con todos, a no discriminarnos, y a mirar el futuro con la esperanza del deber cumplido, el de un mundo más hermanado.

Por desgracia, somos una sociedad de contrastes, por una parte todo se universaliza y se fusiona, mientras cada vez más los actos de barbarie se incrementan. A propósito, el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial de Naciones Unidas (Cerd), órgano de expertos independientes cuya misión es la de examinar el uso de la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial por los Estados partes, comienza sus sesiones en estos días en Ginebra. Estaremos atentos a sus comunicaciones. Ecuador será el único país de América Latina examinado durante este periodo, los días 8 y 9 de agosto. Canadá, Rusia, Kuwait, Djibouti, Nueva Zelanda, Tayikistán y los Emiratos Árabes Unidos serán los otros países evaluados.

Me da la sensación que los moradores de muchos pueblos autóctonos aún sufren mucho a causa de las segregaciones. Ahora bien, mientras la solidaridad no se teja entre los Estados, pero también entre las familias, la deshumanización, los rechazos, las conductas racistas y xenófobas, tampoco van a cesar, puesto que en lugar de mirar al pasado con retentiva purificadora para afrontar serenamente otro porvenir más armónico, solemos hacerlo con lenguaje interesado y poco reparador, más bien con rencor y revancha. Una sociedad como la nuestra, tan globalizada por una parte y por otra tan cerrada, requiere reeducarse en la serenidad, pero con otra visión más auténtica y tolerante.

La falsedad en todo y hacia todo, la proliferación de pedestales corruptos que se creen vencedores, la manipulación ideológica o política llevada a extremos que nos dejan sin alma, la deslealtad para con uno mismo, hacen imposible que germinen relaciones sociales reposadas. De ahí, lo necesario que es hoy en día hablar claro y profundo, de verdad y con la verdad por delante, aunque nos cueste la misma existencia. Al fin y al cabo, únicamente el espíritu libre, que se somete a esta atmósfera verdadera, es capaz de conducirnos y de reconducirnos hacia el horizonte de bien y de la bondad que anhelamos, cuando menos para sentirnos en paz con nosotros mismos.

En consecuencia, hemos de mirar hacia atrás siempre, no para volvernos, sino para tomar ese impulso que todos nos merecemos, el de la luz, o si quieren el de la ilusión. Si la voz de los líderes religiosos es vital para prevenir los genocidios, también la voz de esa ciudadanía generosa, implicada en temas sociales, es fundamental, ya que con su acción reconciliadora, mengua cualquier forma de resentimiento que la herencia del pasado nos hubiese dejado.