Fotos: Daniel Arias

Para llegar por Ruta 430 a la escuela albergue Paso de los Andes de Maliman, Iglesia, se ingresa por una huella que afortunadamente está mejor que en otros tiempos. Es que este camino lleva a la mina Josemaría, un detalle nada menor para ver máquinas viales trabajando a destajo. Por allí viajan los docentes que llegan a ese establecimiento de frontera, el último del departamento norteño. Son muchos los kilómetros que deben hacer ya sea desde el mismo Rodeo o desde la Capital sanjuanina, lo que ocasiona un gasto importante de combustible, más los costos de mantenimiento de cubiertas y desgaste general del vehículo.

 

Nada es un impedimento para quien elige la zona donde sabe que su función de maestro no será la única que deba ejercer porque los chicos viven allí de lunes a viernes y necesitan contención, paciencia y disciplina durante las 24 horas. Esto es apenas un vistazo de las tareas que deben cumplir estos seres anónimos a los que ahora en el Día del Maestro ponemos nombre y apellido para contar su historia y celebrar con cada uno de los que pone su corazón en el aula que le toca transitar.

 

>Juan Michea, el maestro de las zonas alejadas

Como director de la escuela albergue Paso de los Andes en Iglesia, llega el lunes por la mañana, tras recorrer más de 250 kilómetros desde su casa en Rawson, y regresa el viernes por la tarde. Pero no es la única escuela que le demandó hacer las veces de padre, psicólogo y, por supuesto, maestro de una zona alejada y aislada. También lo hizo en Sierras de Chávez, Valle Fértil; en Rodeo, Iglesia; en Villa Nueva, Calingasta, entre otras, y es docente titular de la escuela de Las Lagunas en Sarmiento. Juan Michea eligió esa tarea que lo apasiona desde que se recibió de Profesor en Enseñanza Primaria en Barreal, y aun elige seguir por el mismo camino. Vocación, le llaman.

Suena la campana, a la que Jaime, el único alumno de primer grado, quiere llegar primero. Él y sus 13 compañeros del albergue viven, comen, juegan, lavan su ropa, miran tele, hacen los deberes, y hasta comparten el aula con otros chicos de primaria en los denominados pluri-grados.

Primero se lavan los dientes, luego desayunan, y al rato no más, mientras están en clase, ya se huele el aroma que viene de la cocina donde están preparando el almuerzo.

Juan debe tener todo eso bajo control, sin contar las tareas propias de la Dirección. Debe asegurarse que hayan alimentos suficientes, que los alumnos hayan cumplido con sus labores cotidianas y hasta ordenar las discusiones que pueden surgir en la mesa.

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Come con ellos a diario, les enseña a vivir con respeto y cumpliendo las obligaciones tal como si estuvieran en su casa. Es que en realidad, todo funciona como si lo fuera. Es más bien un hogar convertido en escuela, con 14 hijos-alumnos de 6 a 18 años que atender, cuidar y educar.

El dire nació y creció en Barreal y como mucha gente de su edad en algún momento pensó que lo mejor para él era ingresar a Gendarmería. La vida quiso que eso no ocurriera y se recibió de profesor de enseñanza primaria. “Como mis primos eran gendarmes, de chico quería serlo y se lo conté al padre de una compañera que me dijo que primero terminara la secundaria para ingresar con mejor cargo y hacer carrera”, recuerda.

Si bien tomó la posta de la sugerencia, cuando quiso ingresar salieron mal los estudios realizados que arrojaron un problema serio de salud que debió sortear y ya no pudo entrar a la institución.

La ruta escolar de Michea
En el 2000 asumió la docencia casi como un apostolado en zonas rurales aisladas. La vocación aun no le ha permitido retirarse con la jubilación aunque ya podría haberlo hecho. Al contrario, aceptó ser director interino en Maliman porque era una escuela que tenía pendiente.

Su primer trabajo como maestro celador fue en la Escuela Albergue Coronel Alvarez Condarco de Villa Nueva, Calingasta, en 2001, donde estuvo hasta el 2012 cuando titularizó en el albergue Domingo French de Las Lagunas en Sarmiento.

En 2016 fue su debut como director en Sierras de Chávez en el albergue donde asisten los chicos de primaria y hasta tercer año de secundaria. Luego fue el turno del albergue de Rodeo hasta junio de 2020 cuando vuelve a Las Lagunas.

Así, su historia de maestro y director de escuelas rurales siguió su marcha hasta llegar a Maliman.

“Cuando tomé la primera escuela albergue en Calingasta cruzaba todo el departamento, de una punta a la otra durante varios años y desde 2005 desde Rawson donde vivo con mi familia desde entonces. Apenas empezás te das cuenta que no llegas preparado para estar todo el día completo, pero uno se va formando. Yo tenía el cargo de celador que es quien brinda todo el apoyo pedagógico a los chicos, es un nexo con el maestro de grado para que profundice en lo que más le cuesta. En Calingasta daba apoyo a los niños de primaria en la mañana, luego controlaba la parte de recreación y en la tarde hacía el acompañamiento a los de secundaria. No sólo se controla que hagan las tareas y que se bañen, sino que hay que estimularlos y acompañarlos porque tienen muchos problemas”, dice Juan.

Los más chiquitos no paran de mostrar su afecto por cada docente de la escuela, cumplen reglas como no entrar a la cocina para evitar algún accidente, bañarse a la hora indicada, respetar la campana para el ingreso y egreso de la clase, y sobre todo aprender a convivir con niños y adolescentes de todas las edades.

Un equipo de Salud Pública de Iglesia los visita a menudo para saber si el alumnado está bien, si faltan vacunas, o lo que fuere, pero en caso de urgencia es el director quien asume la responsabilidad de llamar a la ambulancia o al médico para dar solución al problema.

“Me ha tocado estar en casos extremos. Una vez en Villa Nueva, un chico estaba con dolores abdominales, pedí que levanten su pierna y gritó. De inmediato le dije a la directora que debía ser apendicitis y así fue. Lo trasladaron de urgencia a la ciudad donde fue operado”, cuenta Juan con la parsimonia que lo caracteriza.

Un esfuerzo familiar
Todo este esfuerzo, sin duda, repercute a nivel familiar. Juan cuenta que a su hija le costó mucho entender su ausencia en la niñez cuando asumió un cargo en Sierras de Chávez. “Estaba 10 días y recién volvía a casa por otros cinco días. Así es el régimen de esa escuela y fue duro para ella porque era pequeña. Uno piensa que hace el sacrificio porque el sueldo es otro pero no es sencillo para la familia. En el caso de mi esposa es docente y comprende la situación”, agrega.

La experiencia del dire indica que educar en esas zonas no es una tarea gratificante a corto plazo, que hay momentos en los que cualquier docente se cuestiona si lo que está enseñando será útil para ellos, pero el tiempo indica que los frutos llegan.

“Es hermoso encontrarse con chicos que fueron alumnos y vivían en medio de mucha pobreza y ahora te cuentan que viven en una casa con agua potable, gas y todas las comodidades porque la educación les dio herramientas y les permitió un mejor trabajo”, dice emocionado.

>Un día en la escuela

Los despertadores de la gran habitación de las niñas y la otra destinada a los varones, suenan a la siete de la mañana y no hay excusas. Hay que levantarse para el aseo personal, tender la cama y pasar el lampazo. En cada cucheta se ven las prolijas bolsas con los elementos personales necesarios, y uno que otro peluche. Allí mismo están los sanitarios con sus duchas con agua caliente gracias a un gran tanque incorporado que no permite que se queden sin gas. Recién ahí van a la cocina donde el desayuno los espera para entrar a las 8 a clases.

Los de Primaria en su pluri grado por la mañana y los del ciclo básico por la tarde. Mientras tanto a contra turno cada grupo tiene actividades prácticas, o participa en la huerta o en el programa de apicultura que se ha implementado este año. Nunca falta en que ocupar el tiempo.

Al mediodía llega el almuerzo ya pensado de antemano. El martes, día en que el Diario de Cuyo estuvo allí, era el turno de la gran olla con lentejas, carne y verduras. A la par, Verónica Marinero, la cocinera, preparaba arroz con leche para la merienda. El equipo de cocina lo completa Alejandra Muñoz con quien preparan comidas de acuerdo a cada estación del año.

A las 21 o 21, 30 a más tardar, luego de la cena y de ver un rato tele, llega la hora de ir a la cama. Así la rutina se repite hasta el viernes a la tarde cuando cada chico vuelve a su casa.

“Los días que vienen los profes itinerantes, los 11 alumnos de secundaria toman sus respectiva clases, pero el lunes, miércoles y viernes están conmigo. Controlo que hagan las tareas, que estudien y colaboro explicando lo que no quedó claro, hago las veces de maestro tutor más en secundaria para que nadie se atrase”, cuenta Michea.

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A ritmo tranquilo pero seguro
Sin duda que este régimen no se parece a las escuelas de media jornada o jornada completa de zonas urbanas. Allí todo es diferente. Se nota mucho en el ciclo básico donde cada profesor le va enseñando a uno o dos a la vez según la materia que les toca.

La escuela albergue Paso de los Andes de Maliman alberga este año 11 alumnos en ciclo básico y sólo 3 en primaria aunque hubo siete inscriptos. LLegan desde Rodeo, Tudcum y Angualasto, ya que en ese distrito solo viven ocho familias diseminadas en los alrededores.

“Hay que recuperar chicos de primaria porque este año por falta de docente, las clases de primaria empezaron en abril y los padres eligieron otra alternativa”, agrega.

Afortunadamente cuentan con internet, algo que no garantiza la conectividad, ya que están logrando rearmar una PC de escritorio para que los chicos puedan dar sus primeros pasos con el sistema y los docentes también puedan usarla. La cuestión es arreglárselas para que todos tengan acceso a la tecnología.

>El hogar

La primera impresión es una escuela de adobe con galerías antiguas donde cuelga una vieja campana. Allí se conservan también varios murales que firma “Mariano Acosta”, lo que para cualquier desprevenido podría ser un artista de la zona, pero no. Es el nombre de una escuela bonaerense que viene desde hace exactamente 40 años con ayuda para este establecimiento. Las donaciones consisten en libros, ropa en perfecto estado, alimentos, entre otras cosas. Casi todas las paredes cuentan con estos dibujos, clara señal que estuvieron allí para ayudar a escuelas de frontera.

A pocos pasos ya se puede ver la construcción nueva de ladrillos y baldosas rojas que brillan de tanto lampazo. Una pequeña dirección, un par de aulas para primaria y secundaria, un comedor con estufa a leña, cocina y sanitarios.

En la parte del fondo está el albergue perfectamente diseñado para que en un sector sea habitado por las niñas y el otro los varones con sendos sanitarios.

Lo demás es campo bien aprovechado. Trabajan una huerta con hortalizas recién plantadas, otro espacio está sembrado con alfalfa para que los núcleos de abejas que el mes próximo llevará la Dirección de Bosques Nativos de la Secretaría de Ambiente de la provincia, tengan alimento. Actualmente están acondicionando viejas colmenas para que quede listo y poner manos a la obra.

Allí también se armó un mini bosque con especies autóctonas, todas señalizadas y cuidadas para que crezcan en el paraje, y sirvan de motivo para proteger el ambiente.

>La profe que lucha por el medio ambiente

Vanesa Deguer, profesora de Educación Agropecuaria en la escuela Paso de los Andes, debe transitar 146 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta para llegar desde Villa Iglesia hasta Malimán, porque a pesar de estar en el mismo departamento se encuentran exactamente en los puntos opuestos. Ha trabajado en otros establecimientos pero en el año 2013 decidió quedarse allí a pesar de la distancia.

“Decidí quedarme porque es una escuela muy especial, los chicos son muy amantes del campo y de su tranquilidad, el personal es muy diferente a otros lugares, son todos cálidos y conforman una familia”, cuenta.

Junto con Vanesa, los alumnos plantan y cuidan los árboles y la huerta a pesar que allí el agua es salada y deben sortear este obstáculo. Hicieron varias pruebas hasta corroborar qué especies podían vivir en estas condiciones de riego. Los resistentes fueron el membrillo y el ciruelo, aunque también tienen una hilera de damascas que se riega con un pequeño sistema por goteo con agua dulce que se obtiene de un pozo que llega a una napa que milagrosamente no es salada.

“Cuando llegué era la única especialidad que había, luego se incorporó Educación Musical pero no duró mucho tiempo y se agregó Tecnología. Vengo tres días a la semana y si bien es un viaje largo, lo más cansador es lo económico porque el combustible está muy caro. Salgo de mi casa a las 12,30 y voy por Ruta 150 para evitar el pueblo y así llegar a las 14, 30”, cuenta.

Las anécdotas abundan y entre ellas recuerda cuando experimentaron con los chicos plantar zanahorias y regarlas con agua salobre y, efectivamente, salieron saladas.

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Vane lleva adelante dos programas con la Dirección de Bosques Nativos de la Secretaría de Ambiente. Uno es el “Bosque va a la escuela”, tanto que fue el primer establecimiento de toda la provincia en hacer la plantación de árboles autóctonos. A la par pusieron en marcha el programa de apicultura para fomentar la polinización en la zona y contar con miel para el consumo de los chicos de la escuela.

A ésto se suma una tercera propuesta en conjunto con el Centro Educativo Anchipurac, de la misma Secretaría por la cual hacen ecolápices, incluso con papel reciclado y semillas de la flora autóctona. “Las personas de la Dirección de Bosques Nativos nos ayudan mucho, nunca nos abandonaron. Dijeron que comenzábamos en tal fecha y así fue. Pasamos jornadas hermosas, tanto que los chicos no quieren que se vayan. Nos dan capacitaciones y enseñan todo lo que está a su alcance. Estamos muy agradecidos”, agrega la profe ecologista.

Además de lo pedagógico, Vanesa está muy comprometida con los alumnos que no siempre tienen lo necesario en sus hogares y debe ser cubierto por la escuela. “Son todos muy buenos, muy amorosos y quieren tanto a la escuela que en las vacaciones me escriben preguntando cuando volvemos a clase. Lo mismo pasa en cada acto de fin de año, es un solo llanto porque están muy unidos”, explica.

>La seño de todos los grados

Aldana Muñoz tiene 28 años está recién recibida de Profesora de Enseñanza Primaria y eligió a la Escuela albergue Paso de Los Andes, para dar sus primeros pasos. Llega todos los días desde Rodeo tras recorrer 32 kilómetros. “Es mi primera experiencia como docente y es muy linda, estoy muy contenta porque si bien tengo tres alumnos en primaria están todos juntos siempre. Es un desafío enfrentar un aula agrupada pero logré adaptarme. Tengo un alumno de primero, otro de quinto y de sexto grado”, cuenta Aldana que por ahora tiene una suplencia desde principios de abril pero que para los chicos vale una vida entera.

Tanto es el apego que logran en poco tiempo que muchas veces se escucha un “ma”, en lugar de seño y rápidamente se retractan aunque para ella es un gran gesto de cariño.

“Nunca me imaginé ser maestra de una escuela albergue porque si bien hay otras en Iglesia son de jornada extendida pero los chicos no se quedan toda la semana. Se dio así y estoy encantada porque los chicos son muy buenos y toda la gente de la escuela. Es como una familia”, explica.

Ser maestra de varios grados a la vez implica planificar cada 15 días, y generar contenidos compartidos pero adaptados a cada alumno. “Por ejemplo hoy estamos viendo el cuerpo humano, y con el alumno de primero vemos las partes que lo componen y con quinto y sexto vemos los sistemas en más profundidad”, agrega Aldana.

Jaime es el único que cursa primer grado y está amoldado a esa modalidad. “Sabe que mientras le explico a los más grandes él se debe quedar calladito haciendo las tareas. Dentro de todo vamos bien. Además todos somos un pilar para cada uno de ellos porque al estar toda a semana se apoyan en cada uno de nosotros”, asegura.

>La celadora que lleva dos décadas en Maliman

Patricia Cotignola es la maestra celadora de la escuela desde hace 20 años y piensa seguir. El albergue Paso de los Andes es casi su casa y los alumnos casi sus hijos.

“Ser celadora es hacer de todo, ayudarlos con los deberes, y en todo lo que necesiten. Es como tener una casa con niños. Yo vengo desde Angualasto y rotamos con otras dos compañeras, trabajamos 24 horas seguidas para no viajar todos los días. Estamos todos muy adaptados y más que una escuela es una familia, y a los que les cuesta porque no tienen la misma disciplina en su casa se acostumbran a vivir así. Acá hacemos todo, lavar la ropa, los toallones, las sábanas, para estar siempre limpios y prolijos”, indica Patricia.

Es realmente impresionante como cada uno de los docentes de este albergue construye vínculos sanos con sus alumnos. No hay quien no se emocione al contar la historia o recordar anécdotas.

“Lo más gratificante es encontrarse con los exalumnos grandes con sus familias bien constituidas y que te recuerden con cariño. Ahí te das cuenta que acá estuvieron bien y se educaron”, agrega.

Reconoce que muchos chicos llegan sin tener noción del cumplimiento de horarios, y menos de la responsabilidad de colaborar con todas las tareas. ¿Incluso han venido algunos que no sabían lo que era una sábana, acá lo aprenden. Se levantan, desayunan, van a la escuela, luego almuerzan y así hasta la hora de dormir”, cuenta mientras uno de los chiquitos la llama para pedirle algo.

EL STAFF COMPLETO
La Escuela Albergue Paso de los Andes cuenta con el siguiente Personal Docente
Director: Juan Michea
Docente de Nivel Primario: Aldana Muñoz
Profesora de Educación Agropecuaria: Vanesa Deguer tanto en nivel Primario como Secundario
Profesora de Tecnología nivel Primario: Elvira Obredor

Profesores itinerantes de Secundaria
Naturales: Cristian Díaz
Lengua: Sofía Paredes
Inglés: Juan Pablo Cano
Sociales: Ricardo Balmaceda
Tecnología: Renzo Donofrio
Matemáticas: Matías Aguilera